Voces

“Hay más presupuesto para la guerra que para la educación”

Hace unos meses logró llegar a la Argentina después de tres intentos. Se alejó de Colombia y de sus padres para estar más cerca de poder concretar su fuerte anhelo de estudiar música. En Bogotá vivía frente a un parque de diversiones pero, paradójicamente, su vida tomó más vértigo cuanto más lejos se fue desarrollando de la montaña rusa. Intensa y verborrágica, Fernanda desborda energía, picardía y buen humor. Y tiene varias cosas para decir…

Algunas personas ven como una especie de amenaza velada el escenario afín que nuestro país les presenta a las personas que llegan desde cualquier lugar del mundo en busca del acceso a la salud o a la educación. Incluso en muchos medios se presenta esta característica de la política migratoria como algo negativo, imbricado con un halo de sospecha. Sugieren que es injusto. O perjudicial. Y siembran el temor, esparciendo la hostilidad. Para otros, como quien escribe, constituye un verdadero orgullo. La historia a continuación podría no ser apta para corazones estrechos.

 “Desde chiquita hice hincapié en la música. Mi proceso fue en parte empírico y en  parte académico. Cuando tenía 10 años mis papás se fueron para Medellín y más tarde estudié en la Red de Escuelas de Música. Moralmente me apoyan mucho, están muy felices. La idea era terminar allá pero tenía que pagar por mi educación. Cuando les cuento lo que quiero hacer me dicen: `Sigue adelante que se puede”.

A sus 23 años, ya lleva acumulados varios momentos en lo que se propuso formarse profesionalmente en el arte de combinar los sonidos, ritmos y silencios, pero siempre un obstáculo se le interpuso. Por lo general, ajeno a su accionar: “Allá hay conservatorios buenísimos, pero tengo que pagar para entrar y los cupos son muy pocos. Además ya tengo 23 años  y la prioridad es la juventud sub 21. Eso está bueno, pero si a uno se le da la gana de estudiar música desde viejo, ¿Cuál es el problema?. Acá no me miran la edad. Me dicen:`Venga que acá puede estudiar con 60 años. Puede entrar al conservatorio´. Allá no, me frustran mi sueño”.

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Ya con su violín a salvo, apoyado en uno de los bancos de la estación San Pedrito del Subte A, la charla se remonta al principio de la travesía cuyos pasos Fernanda recuerda con precisión: “Primero traté de salir para Ecuador. Luego traté de venirme en avión desde Venezuela pero comenzó también el conflicto con Colombia y ahí ya no pude” (miles de colombianos fueron expulsados del país luego de que Nicolás Maduro decretara el cierre de la frontera por la supuesta presencia de grupos paramilitares que habrían herido a tres soldados venezolanos  y un civil mientras buscaban contrabandistas).

Pero siempre hay un momento, o una persona que te ayuda a hacer el “click” para tomar la decisión. En este caso, fue después de una de una protesta enfrentando a  la policía: “Estábamos en una manifestación de la Escuela Pedagógica, y después de alejarnos de la zona alcanzada por el gas lacrimógeno, un amigo me dijo: `Mi hermano se va a ir a Argentina mañana en avión. Va a estudiar. ¿Y nosotros nos vamos a seguir quedando acá tirando piedras?´. En vez de seguir protestando, nos fuimos para la casa, reunimos todas las cosas que necesitábamos y nos vinimos al otro día”.

¿Y una vez que pudo llegar? “Lo primero que hice fue dormir en la terminal de Retiro. Yo pensaba que simplemente tocando en el subte me iba a ir bien, pero el público argentino es un poco cerrado. Hay que consentirlo, conquistarlo, como  a una mujer. Con sonrisas. Apaciguarlo, mimarlo. En los trenes me di cuenta de que era más efectivo encarar a la gente. Últimamente los gobiernos y sistemas nos mantienen en una situación grave económicamente, no solo aquí, sino en todas partes. Aún así, vengo con toda la energía y buena actitud para sacarles una sonrisa y amenizarles un poco el día, sabiendo que fue estresante”. Este cronista da fé de que lo logra. Y con creces, ya que antes y después de su repertorio en el violín, intercambia chistes, saludos y miradas cómplices con los pasajeros más predispuestos.

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Además del subte, Fernanda recorre los trenes Tigre, Mitre, Suárez, y San Martin, y aspira a trabajar unas 8 horas, hasta que oscurezca. ¿Alguna vez alguien le dijo algo? Los vendedores al principio me hincharon las pelotas y me decían que no podía trabajar. El argentino cree que cuanto más grita, más poder tiene. Y se dieron cuenta que uno grita más fuerte y adenás hace. Cuando se dan cuenta que una está haciendo, se calman y dicen `Bueno, que se quede´. Si no me dejan, no me les voy a quedar quieta. Soy muy pacifica hasta donde me dejan porque es mi boca, mi estomago, y yo no voy a sentir dolor porque otro pendejo me dice que no”.

¿En Colombia no existe la posibilidad de laburar en la calle? “Sí existe pero en los medios sistematizados, por ejemplo el bus, no te dejan. La policía te echa. Acá los que te molestan son los vendedores. Allá la mafia ya viene desde arriba, entonces un tonbo (botón), te dice: `Señorita guarde su instrumento usted no puede laburar acá. O se sale de la estación y no trabaja más o me acompaña al calabozo las 24 horas del día´. Y una queda dispuesta a que te roben el teléfono, el instrumento y hasta probablemente te violen.”.

Si hasta en medio de una campaña política los artistas callejeros fueron tema de debate. El  cambio de Gobierno Nacional en nuestro país coincidió con el nuevo ciclo en la Alcaldía de Bogotá, en la que Enrique Peñalosa sucedió a Gustavo Petro: “Fue un cambio igualito pero en menor escala, de Cristina a Macri y allá fue de Petro a Peñalosa y nos pudrió todo porque cuando se iba a lanzar decía: `Prefiero mil delincuentes ladrones y rateros que te saquen todos a músicos y artistas que trabajen y  se las rebusquen´. Fue una de las cosas que propuso, le dio a las personas chetas la seguridad de que no iban a encontrar personas vendiendo en medios de transporte”.

A miles de kilómetros del  “Salitre Mágico” que veía a diario frente a su casa en Bogotá, Fernanda vive hoy en la Villa 20 del barrio de Lugano¿La convivencia? “Es buena. Los pibes son tranquilos. Fui conociendo gente y me dije `esto es re suave´. Me dicen que antes era peor. Allá las villas son mucho peores.  En Bogotá no puedo estar a las diez de la noche en la esquina de mi casa porque me atacan. Me sacan todo. No hay transporte las 24 horas y eso ayuda la inseguridad. Tienes que estar guardadito desde temprano. ¡La inseguridad acá no es nada! Al principio no había argentino no me dijera: “Mucho cuidado, cuide sus cosas”. Obviamente les hacía caso, esta bueno que la gente quiera cuidar, pero está un poquito exagerado el tema. En Colombia no puedo decir ni mu a nadie porque me meten la mano. Y acá me hago amigo del ladrón y hasta le enseño, ja”.

El resultado de la votación por la que la que la mayoría de los colombianos votaron por rechazar el acuerdo de paz entre el Gobierno y las FARC sorprendió al mundo, por más que la diferencia no superara los 50 mil votos. Desde acá, nuestra amiga entiende ambas posturas: “La verdad es que es difícil olvidar. Y en parte el NO tiene mucha razón, porque en todo el asunto del plebiscito la paz era un dilema en la cabeza de cada colombiano. Unos de los principios de la paz empieza poniéndose en los zapatos del otro. En los del SI y del No. Muchos argentinos aquí no olvidan la desaparición de estudiantes, por ejemplo. O las Madres de Plaza de Mayo. Y eso está bien, porque si no te la van a montar. Esta bueno conocer la historia, pero también abrirse un poquito y perdonar. La paz es perdonar. Así y todo  es complicado, no se puede olvidar a la mujer  a la que le pusieron un collar bomba “.(Elvia Cortés durante el año 2000).

“Y eso que yo no viví la guerra en primera mano, fue otra generación. Pero me imagino a mi mama con un cuello bomba y se me parte el alma. Porque no es justo. Se te está yendo alguien que amas. Es inhumano. Es la parte que entiendes de la votación. Ahora, tampoco puedes echarle toda la culpa a la guerrilla. El Gobierno tiene mucha culpa y si la organización guerrillera se formó, fue por algo. Hay más presupuesto para la guerra que para la educación e inclusive la salud, que tampoco es gratis allá. No sé qué tan cansado este el presidente Santos. No me interesa porque es una mala persona, pero lograr paz  era de las pocas intenciones que tenía que eran un poquito rescatables. Darle un título a nuestra historia: `Colombia logró la paz´, no que extraditó a Pablo Escobar, o que es conocida por el narcotráfico. Sería un bonito titulo para el mundo, así como Argentina es conocida por Maradona y Messi”.

Fernanda es una agradecida de las oportunidades que encuentra nuestro país, que le permiten iniciar un sendero rumbo a cumplir, ni más ni menos, uno de sus más grandes sueños:”Quiero ser compositora, desde chiquita. Empecé con la guitarra, luego seguí con el bajo y más tarde con percusión. Y al final dije `Necesito algo sinfónico´. No me puedo quedar encasillada y encerrada  en mi mente todo rock. Me vestía de negro. Ahora voy a entrar al Conservatorio Manuel de Falla, ¡estoy muy emocionada!”.

“Ahora soy re hippie, con dreadlocks ¡Tocando`Un millón de amigos´ de Roberto Carlos con el violín en el subte!. Con una mente totalmente abierta donde ni la pinta tiene que ver con la música que hago, ni el instrumento tiene que ver con lo que soy. La música clásica me abrió demasiado la mente. Hoy me encanta la salsa, el folclore, colombiano, ecuatoriano, o argentino, tangos, milongas, sambas .Todo lo que es andino, me encanta el jazz y, de relajo, para ponerme a escuchar, mucho Ska. Me identifico mucho con la canción “El Gato López”, de Ska-p. Esa soy yo”.