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Los pasos firmes y entusiastas de Vélez Sarsfield

Matías Vargas, Federico Andrada y Maximiliano Romero, el tridente que el Fortín bautizó como VAR, impulsan los festejos en Liniers.

Vélez
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Vélez Sarsfield. Mencionamos a Vélez Sarsfield y lo primero que se le viene a la mente al hincha común, o debería venirle, es un equipo competitivo. Un equipo con peso específico, capaz de pelear aquí y más allá. Sin embargo, los últimos tres años del Fortín fueron totalmente deslucidos, olvidables. No solamente en el tópico futbolístico, sino también en las frías tablas de posiciones: en los cuatro campeonatos disputados desde 2014, el conjunto de Liniers jamás cruzó la frontera del décimo puesto.

En el primer certamen de transición, ganado por Racing Club de Avellaneda, finalizó undécimo; en 2015, con el disparatado formato de 30 participantes, acabó 27°; en el extraño torneo del semestre inicial de 2016, firmó la duodécima posición general. ¿Y en la pasada temporada? Quedó 17°. En todas esas presentaciones, Vélez mostró equipos con experimentados que no dieron la talla, algunos refuerzos de poca valía y juveniles sin rodaje ni conocimiento de la alta competencia.

Dos de esos jóvenes fueron Matías Vargas y Maximiliano Romero, quienes ahora conforman un tridente de locura junto al llegado Federico Andrada (firmó en el José Amalfitani, prestado por River Plate). Ese trío de chiquillos son los que capitanean a la Ve azulada luego de algunos cursos indignos del Vélez que el simpatizante de a pie ha conocido en las últimas tres décadas. Omar De Felippe, sabio y silencioso entre tantos entrenadores ruidosos, supo cómo combinarlos en la cancha y que formen un motivo de miedo para los rivales.

Es curioso el caso de estos chiquilines. Hasta que De Felippe los reunió en este primer equipo velezano, nunca antes habían coincidido. Si bien Vargas y Romero nacieron deportivamente del vientre de Vélez, son de distintas categorías (el Monito es de 1997; Maxi, de 1999). Andrada, lo dicho, inició su carrera en River y peregrinó cedido por el francés Metz, Atlético de Rafaela y Quilmes. En los partidos que Vélez ha disputado en este semestre han mostrado mucho entendimiento. Ante Tigre, Aldosivi y Atlético Tucumán –victorias por 3-0, 1-0 y 2-0, respectivamente– han repartido seis goles y cuatro asistencias.

El desglose es el siguiente: Romero selló cuatro goles (los cuales le han permitido treparse a la cumbre de la tabla de artilleros de la Superliga Argentina, jugadas tres jornadas) y una asistencia. Andrada se llevó reflectores con dos festejos y un servicio. Monito Vargas, dueño de una sensible diestra entre las diestras, posibilitó celebraciones con dos pases-gol. El tridente VAR, como lo ha llamado el propio Vélez en sus medios institucionales, contagia fútbol y descaro.

Vargas, hijo del Mono Omar Francisco –figura destacada del fútbol cuyano en decenios pasados–, tiene perfil derecho, pero se desenvuelve como un maestro en la izquierda. Se cierra con muchísima facilidad y siempre encuentra alguna gambeta en su baraja de recursos para ridiculizar rivales. Dueño de un temperamento de piedra, en torno al Amalfitani hace recordar a Maximiliano Moralez. Maxi Romero, el “Tigre”, es un artillero de pies a cabeza: su lugar es el área y nada más que el área. Firmó su primer contrato con la entidad velezana cuando apenas tenía 16 años en sus espaldas. Llegó al plantel profesional de la mano de Miguel Ángel Russo directamente desde la Octava División. Sí, así como leyeron. De Octava a Primera. Dueño de un cabezazo letal, en mayo de 2015 sufrió una lesión ligamentaria compleja. La dejó atrás, integró el sparring de la Selección Argentina como sub-20 y hasta quedó en la órbita del Arsenal, de la Premier League inglesa. En cuanto a Andrada, se trata de un complemento genial para los otros dos muchachos. Su llegada ha caído muy bien, tanto en la plana mayor del club como en el cuerpo técnico encabezado por Omar De Felippe.

Vargas, Andrada y Romero. Romero, Andrada y Vargas. Andrada, Romero y Vargas. Ubíquenlos como ustedes quieran, ellos siempre se encargarán de encontrarse dentro del rectángulo. Sus rendimientos han sido tan buenos que han hecho olvidar la partida de Mariano Pavone, que generó estupor en un sector de los hinchas en el último mercado. Con el Tanque de Tres Sargentos, el ataque de Vélez crecía en torno a una estaca en la puerta del área. Ahora la que reina es la movilidad. Además, también ha quedado en el olvido la presencia de Gonzalo Bergessio, el atacante con pergaminos que todos conocemos que firmó proveniente de San Lorenzo de Almagro.

Vélez está contento. Y no es para menos. Tras varias temporadas desencantado consigo mismo, ahora avanza con pasos firmes y entusiastas. Los pasos firmes y entusiastas de Matías Vargas, Federico Andrada y Maximiliano Romero.