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Kaspárov vs Kárpov, un duelo legendario e inigualable

De nacionalidad soviética, constituyeron la rivalidad más grande no sólo en el ajedrez, sino en la historia del deporte mundial. Dos genios que llegaron a odiarse y representaron ideales políticos diametralmente opuestos.

Impredecible, apasionante o aburrido según los gustos, infinito en sus estrategias y desarrollos. El ajedrez es un deporte que está al alcance de todos y en el que el intelecto humano es capaz de ganarle a la computadora más potente. Se considera un deporte no sólo porque está reglamentado a nivel mundial, sino porque requiere tanto estrategia como táctica y su resultado, lejos de estar librado al azar, es consecuencia de la destreza mental.

Surgido en Europa en el siglo XV, no tan popular ni en Argentina ni en la actualidad, dio nacimiento hace 30 años a la rivalidad más grande en la historia de todas las disciplinas: Anatoly Kárpov vs Gary Kaspárov. Jugaron cientos de veces entre el Título Mundial y otros torneos, protagonizando duelos memorables ante salas repletas. Pasaron a la historia no sólo por ser dos de los mejores ajedrecistas que existieron, sino por tener estilos de juego diferentes y simbolizar a dos ideologías antagónicas, en una época donde la actual Federación Rusa vivía el fin de la URSS y el comienzo de la Perestroika.

Anatoly Kárpov
Nacido en 1951 en la pequeña ciudad de Zlatoust, a 2.000 kilómetros de Moscú, el ajedrez fue una forma de sortear una salud endeble que le trajo severas complicaciones. Su madre se preocupó por la obsesión de aquel niño por dicho juego, pero su brillantez era tal que a los siete años ya le había ganado al mejor ajedrecista de su pueblo. Sus primeros días fueron los últimos de Stalin en el poder, en pleno período de la Unión Soviética, nación con la que lo unió un vínculo deportivo y político inquebrantable.

En 1975, con sólo 24 años, se ganó el derecho de enfrentar al legendario estadounidense Bobby Fischer por el Campeonato Mundial, en plena Guerra Fría. Un tanto trastornado y sin ánimo para arriesgarse a una posible derrota, Fischer decidió no participar de la disputa, por lo que el título quedó automáticamente en manos de su rival. La URSS recuperaba así el galardón que el propio Fischer le había arrebatado en 1972, tras 35 años de liderazgo. Kárpov, hijo de trabajadores, encajaba perfecto en la imagen de nuevo héroe soviético, ideal para representar las bondades del régimen. Su juego era brillante: planificaba detalladamente todo, podía sacar una gran ventaja en el más mínimo fragmento, era un verdadero artesano.

Pensativos. Una de las 144 partidas que tuvieron por campeonatos mundiales.
Pensativos. Una de las 144 partidas que tuvieron por campeonatos mundiales.

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Nació en 1963 en Bakú, capital de Azerbaiyán, en aquel entonces territorio soviético. De padre judío y madre armenia, sufrió desde pequeño un trauma por el ajedrez, que su temperamental madre quiso canalizar diciendo que lo convertiría en campeón del mundo. Al igual que Kárpov, ganó como juvenil certámenes internacionales reservados a Grandes Maestros, y se hizo conocido como “El Ogro de Bakú”. Pronto se caracterizó por su ataque furibundo, era un jugador que dilapidaba al rival con ofensivas tan arrolladoras como arriesgadas.

A los doce años, se cruzó por primera vez con un rival que lo doblaba en edad y que el propio niño resaltaba del resto. Era un fuera de serie, que ya le había ganado a más de un compatriota con honores de gran campeón. El pequeño Gary lo enfrentó en Leningrado (actual San Petersburgo), y luego de arrancar dominando la partida, falló y le cedió el triunfo a su rival. Éste era nada menos que Kárpov, que meses después se consagraría campeón del mundo, y con quien estableció una rivalidad que quedó marcada a fuego en la historia.

Ajedrez, odio y política
Pasaron nueve años de aquel primer enfrentamiento, cuando el tablero los volvió a cruzar. Era octubre de 1984 y el duelo representaba nada menos que el título mundial. Kárpov tenía 33 años y Kaspárov 21, una edad cuya lógica inexperiencia contrarrestaba una mayor aptitud física respecto a su rival. La cita tenía lugar en Moscú, donde Kárpov defendía el título que ya había ganado tres veces.

Se jugaba a ganar seis partidas, las tablas no contaban, y la diferencia inicial fue notable: jugadas sólo nueve, Kárpov aplastaba a su rival 4-0. Si bien Gary mejoró, no pudo evitar el 5-0 en el juego 27, y con tan sólo una derrota más se acabarían sus chances. En la 31, logró hacer tablas en una partida casi perdida, mostrando la madurez alcanzada en un torneo en el que arrancó muy verde. En la siguiente, la 32, logró su primer triunfo y la cosa empezó a cambiar.

La paridad era tal que el campeonato se extendió hasta abril de 1985, Kaspárov logró dos triunfos más hasta ponerse 5-3; Kárpov ya mostraba síntomas de cansancio. Esto no le gustó nada al establishment ruso, deseoso de que Kárpov, su símbolo, retuviera la corona. Fue entonces que la oligarquía del ajedrez, frente a la Plaza Roja de Moscú, decide suspender el campeonato a seis meses de su inicio. La escusa fue evitar que se convirtiera en una prueba de resistencia contra el agotamiento, a pesar de que ambos ajedrecistas insistieron con terminar el duelo. En medio de un escándalo total, se programó la segunda edición del enfrentamiento para septiembre de ese año, nuevamente en Moscú.

Respeto. La dupla K, en un duelo ya retirados del profesionalismo.
Respeto. La dupla K, en un duelo ya retirados del profesionalismo.

Esta vez, y en el resto de sus cruces, el duelo era al mejor de 24 partidas o al primero en alcanzar seis victorias antes de pasar dicho límite de juegos. Kaspárov, mucho más maduro, llegó al último día con ventaja de un punto, y sólo un triunfo de su rival, que hubiese dejado la tabla en cuatro puntos por bando, le arrebataría un título que estaba ahí no más. Era una de las partidas más importantes de la historia, el teatro Tchaikovsky estaba colmado de hinchas de los dos bandos. Kárpov tenía una buena posición, pero le faltó ambición y dio espacio para que Kaspárov, rápido y astuto, se llevara la partida y el título de Campeón Mundial. Era imposible calmar a esa masa de azerbaiyanos, armenios y judíos, que gozaban de ver que un compatriota suyo era el campeón mundial más joven de la historia (22 años). “Fue la alegría más grande de mi vida”, dijo tiempo después.

Mijaíl Gorbachov, nuevo Secretario General del Partido Comunista Soviético desde aquel 1985, comenzó hablar de una reestructuración, también conocida como Perestroika, para aplacar los problemas económicos que mostraba la república. Kaspárov era el símbolo perfecto para representar el cambio de paradigma. Los ajedrecistas, enfrentados también por sus ideales políticos, ya se odiaban, pero se verían las caras nuevamente en el año siguiente.

En el campeonato de 1986, nuevamente por el Título Mundial, la preparación con sus equipos de entrenamiento era tan clave como minuciosa. Se conocían demasiado. Las partidas, repartidas entre Londes y Leningrado, le daban una ventaja de 4 a 1 en triunfos a Kaspárov cuando Gary triunfó en la número 16. Pero Kárpov consumó tres victorias seguidas empatando el duelo. Fue ahí cuando el Ogro echó a uno de sus analistas, Vladimirov, a quién acusó de vender sus análisis a Kárpov. Le rindió efecto: fueron dos tablas en las partidas 20 y 21, un triunfo de Kaspárov en la 22 y dos tablas más en las 23 y 24. En el duelo de maestros, el más joven se quedó nuevamente con el trofeo más preciado.

En el año siguiente, Kaspárov, el campeón defensor, se enfrentaría nuevamente por el Campeonato Mundial con el ganador del Trofeo de Candidatos, es decir, con Kárpov, en Sevilla. Con transmisiones que marcaron números récords de audiencia y un país paralizado por este duelo de fenómenos, 1987 fue testigo de una nueva retención del título, esta vez verdaderamente heorica, por parte del símbolo de la Rusia de Gorbachov.

Luego de la partida 23, Kaspárov lloró desconsoladamente en su camarín, por la presión que sentía previo al duelo final. A falta de un solo juego, Kárpov estaba arriba por un punto. Sólo un triunfo de su rival le quitaría el regreso a su poder del Título Mundial. El propio Kárpov reconoce en el presente que cometió un grave error, que hizo ganar fácilmente a un Kaspárov que hasta hoy no puede creer la hazaña a la que llegó en un contexto totalmente desfarovable. El teatro sevillano Lope de Vega aplaudía de pie, con algo de admiración y otro poco de asombro, la tercera coronación al hilo de written essays El Ogro de Bakú.

Para que el duelo de las dos K volviera a concretarse, hubo que esperar hasta 1990. Fue por quinta vez en ocasión del Campeonato Mundial, que en esta edición era albergado por Nueva York y Lyon y tendría su connotación política: Kaspárov pidió jugar sin banderas soviéticas, situación inédita en sus enfrentamientos. Las primeras doce partidas tuvieron lugar en la metrópoli estadounidense, y ante las especulaciones de que el Ogro lideraría con comodidad la serie, especialmente por sus 27 años frente a los 39 de Kárpov, se fueron de Nueva York con diez tablas y un triunfo por bando. Sin embargo, Kaspárov se impuso con comodidad en tierras francesas, y volvió a imponerse ante su acérrimo rival.

1990. La URSS estaba llegando a su fin, y Kasparov quería adecuarse a ello.
1990. La URSS estaba llegando a su fin, y Kasparov quería adecuarse a ello.

A fin de cuentas, los resultados eran ambivalentes: por campeonatos mundiales jugaron 144 partidas, el balance es favorable a Kaspárov por sólo dos puntos. Sin embargo, se quedó con cuatro de los certámenes disputados; el restante quedó sin dueño, ya que fue el que se suspendió cuando Kárpov lideraba la serie por 5-3. Esto le deja una clara supremacía al Ogro en el duelo, que hizo valer su juventud en momentos clave, pero Kárpov tuvo tres años después de aquella última partida una linda revancha.

En 1993, en el Torneo de Linaris, un Kárpov con ya 43 años selló una de las actuaciones más brillantes en la historia del ajedrez. Le ganó por dos puntos y medio al gran favorito, en un nuevo campeonato que tuvo, como todos los que disputaron, partidas de una destreza táctica memorable. Fue un pequeño consuelo para un genio del deporte, que hubiera sido campeón del mundo muchos años más de no ser por el extrovertido hombre nacido en Bakú.

Terminados sus duelos, ambos siguieron dos ritmos de vida diferentes. Kárpov es catedrático de Economía en la Universidad de Moscú, y colabora con instituciones rusas de ayuda a la infancia; Kaspárov, que al principio apoyó el cambio en Rusia, terminó desencantado y es un feroz opositor al gobierno de Putin, al que calificó de “régimen criminal” y “estado policial”.

Su énfasis en el activismo, que lo llevó a pensarse como candidato a presidente en algún momento, le trajo una mala pasada cuando en 2007 estuvo cinco días preso. Sin embargo, dio el puntapié para una situación inesperada: a pesar de la antipatía mutua, Kárpov lo intentó visitar para darle su apoyo personal, algo que fue impedido por las fuerzas de seguridad. De todos modos, Kaspárov se mostró muy agradecido y complacido por esta actitud.

Hoy, ni ellos ni nadie puede decir que sean amigos, pero la relación que alguna vez estuvo signada por el odio está mediada por un respeto para muchos impensado. Más de 500 horas frente a frente, con un tablero y 32 piezas de por medio, más otras tantas horas pensando el uno en el otro, hicieron que sea imposible que el vínculo permaneciera tan tenso. Se necesitaron siempre, se admiraron, tomaron caminos deportivos e ideológicos totalmente diferentes, pero en algo confluyeron: formaron la rivalidad más importante y apasionante en la historia del deporte.

Nano Cerda
Dolorense, nacido en 1991. Licenciado en proyecto de Magíster. Hay una cosa que nunca van a entender...