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Carrera a la vida

Las competencias de velocidad con perros galgos esconden una mecánica atroz e ilegal a la que se está buscando poner fin. La lucha de muchos ciudadanos que juntan firmas por la salud de estos animales y el deseo de que el Congreso suspenda la actividad.

Entre las múltiples razas de perro existentes, los galgos pueden diferenciarse fácilmente de las demás: físicamente son delgados, de patas largas y pecho voluminoso, y su comportamiento los lleva desde el gusto por correr hasta largas horas de sueño diarias. Su fisonomía les permite alcanzar una velocidad de casi 70 kilómetros por hora y hasta 100 ayudados con algunas drogas, lo que los convierte en un negocio cada vez más oscuro y desgarrador.

La pasión por la cría y el entrenamiento de los galgos va mucho más allá de su alimentación, las visitas al veterinario o el apego obsesivo al animal. Competir en carreras de galgos se convirtió en una inversión cada vez más atractiva para algunos criadores, que encuentran en ellas una forma de entretenimiento y recaudación. Los perros son sometidos a entrenamientos intensivos, alimentaciones estrictas o a la inyección de drogas como viagra, arsénico, esteroides, metanfetaminas y hasta cocaína con tal de potenciar sus virtudes.

El suministro de estas sustancias, obviamente, altera el normal funcionamiento del organismo de los perros. A los galgos dopados se les agrandan el corazón, los vasos y rápidamente tienen problemas en el funcionamiento del hígado y los riñones. En la velocidad de punta muchas veces se les explota el corazón, y para disminuirles la frecuencia cardíaca les hacen cortes en las orejas, aprovechando que es un tejido que sangra mucho. Todo esto, sin contar los golpes a los que son sometidos cuando pierden y las múltiples lesiones óseas y musculares de una competencia y un entrenamiento feroz.

Al igual que las pilas o las baterías, los galgos tienen una vida útil: cuando dejan de tener un rendimiento óptimo (dura en promedio tres años) son descartados por sus criadores. Pero este descarte no es el inicio de una vida más sedentaria, sino que en muchos casos significa el abandono del animal y hasta su asesinato. Es normal ver en Córdoba o Santa Fe (dos de las provincias en las cuales no está prohibida la actividad), galgos abandonados o asesinados después de una tarde de carreras. Algunos, los de “buena sangre”, corren con la suerte de prolongar su utilidad como reproductores.

En medio de este descontrol, donde también conviven actividades ilícitas como el tráfico de drogas, la crueldad animal y apuestas ilegales, hay un proyecto de Ley Nacional de Prohibición de Carreras de Perros de la Senadora Nacional María Magdalena Odarda. El mismo ya cuenta con media sanción del Senado de la Nación y está siendo tratado en la Cámara de Diputados, aunque aún no tiene dictamen de las comisiones Penal y Legislación General a las cueles salió girado desde la Cámara Baja. Su objetivo es prohibir las carreras en todo el país; los “galgueros“, por su parte, sostienen que el hecho de que existan carreras de caballo avala que también pueda haber de otros animales y que las mismas deben ser reguladas.

A su vez, los militantes de Proyecto Galgo Argentina tienen una petición número uno en la plataforma de Change para acelerar el tratamiento en Diputados, que ya tiene más de 343 mil firmas pero necesita 500 mil. Si querés colaborar con ellos y con la salud y la vida de los perros, ingresá y firmá la solicitada, son unos pocos segundos. Otra forma de ayudar es adoptar un galgo abandonado y acceder y difundir el grupo de Facebook Cascote, un perro macanudo, para tener más información sobre el tema. Porque la crueldad no se regula.