Rock

Retratos del… Flaco

Una exposición de fotos de Spinetta cuenta sus días en Palermo. Pasá y fijate de qué se trata.

Como un artista que no deja que su obra acabe, incluso después de muerto, una muestra sobre Luis Alberto Spinetta se está llevando a cabo. El lugar elegido es Espacio 37 (El Salvador 4607, barrio de Palermo) y estará disponible hasta el domingo 31 de mayo. El horario de visita se extiende desde las 18 hasta las 21hs.

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La gente, copada con el Flaco

La excusa esta vez, es mostrar las fotos más destacadas –entre ellas, varias inéditas – que formaron parte, en principio, del libro Spinetta. Crónicas e Iluminaciones, aquel legendario registro hecho a colaboración por Eduardo Berti y el propio Flaco, hoy indispensable en cualquier biblioteca de Rock que se precie de tal.

Las imágenes fueron tomadas, en dos sesiones, por el fotógrafo Gustavo Saiegh. La primera fue, precisamente, para una nota que elaboraba Berti para el diario Página/12 –encuentro que luego evolucionó al intento de profundizar enteramente en la obra del músico, finalmente volcado en formato libro. La segunda sesión obedece a pedido del propio Spinetta para promover sus shows o para su archivo personal. Muchas de esas imágenes permanecieron inéditas durante 20 años. Algunas, lo siguen hasta hoy.

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La publicación, reeditada

Respecto al Luis Alberto y a la propia muestra, Saiegh testimonió: “Fueron casi 10 años entre una sesión y otra y yo había pasado de ser un amateur a convertirme en un profesional (…) Nadie tomó alcohol durante la sesión y él, que ya fumaba mucho, no encendió ningún cigarrillo. Eso me sorprendió. También el hecho de que parecía no tener ningún tipo de inhibición. Era completamente desenvuelto. En esa época yo trabajaba haciendo fotos de moda y conocía modelos excelentes. Pero él posaba mucho mejor que la mayoría de ellos. Y generaba un idea y vuelta [sic] constante con muy pocos elementos. Ese día yo había llegado al estudio en moto y tenía unas antiparras que usaba junto con el casco. Luis las vió [sic], le encantaron y las adoptó para varias fotos en las que tenía puesto un mameluco de mecánico que él había traído como parte del vestuario. La combinación era insólita, pero funcionaba. Todo era muy lúdico y él se reía de sí mismo y de sus payasadas. Y cada tanto metía un chiste muy agudo, o algún sarcasmo. Siempre con mucho respeto”. Sin duda, una muestra para no perderse.

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La foto que fue portada original del libro