¿Cómo entender las separaciones de las bandas? ¿Es parte de un proceso lógico? ¿Cuánto pierde la música cuando esto sucede? ¿O será que termina ganando con el legado que dejan esas agrupaciones? Lo que sí es cierto, es que, a corto o a largo plazo, termina siendo algo inevitable. La razón más nombrada y entendible es la del desgaste, pero el abanico es tan grande que muchas no salen a la luz. En los diez años de vida de Rock And Ball, se vio el amanecer de infinidad de grupos, como así también el ocaso de muchas otras.
La música, más allá de los géneros y estilos, suele acompañar gran parte de la vida de las personas. Y aquellos que la escuchan no sólo con los oídos, sino también con el corazón, tienen un plus de sentimiento por las canciones y por determinados grupos. Y ni hablar de cuando ese plus pasa a convertirse en fanatismo. Discografía completa, remeras, nombres de hijos, tatuajes en la piel, y el rock llevado en el alma. Y en el cuerpo de ese seguidor, dentro de su sentir, ¿cómo se sobrelleva la separación de esa banda favorita?
“Llegar al final es la forma de comenzar aquello que nunca terminó”. Esa frase da inicio al tema “Cenizas” de Carajo, de su último disco, aquel presentado unos meses antes de su ruptura. Ese juego de palabras representa un poco lo que significa un adiós de este estilo. Un corte, por más abrupto que sea, no tiene la necesidad de tirar a la basura tantos años de melodías y letras contundentes. Todo lo realizado queda y perdura en el tiempo, aunque exista una pelea pasajera o insalvable de por medio.
En el caso de este power trío, fue tan sorpresiva su disolución que apenas se pudo disfrutar de ese último trabajo, llamado Basado en hechos reales. Con casi veinte años juntos, seis discos de estudio, e infinidad de momentos vividos arriba de un escenario, Carajo se caracterizó por ser realista en su lírica, mostrar el dolor que puede existir en la cotidianeidad, pero siempre con un mensaje esperanzador como objetivo, y acompañado de una fuerza y potencia demoledora. El mejor ejemplo es el Luna Park del 2016, donde rompió todos los parámetros de lo que significa un show, tanto a nivel musical como visual.
En enero de este 2020, a modo de presagio de lo que sería este año tan ruin, a través de sus redes sociales publicaron: “Un final no es una muerte. Una despedida no separa el sentimiento. Concluir no deshace lo construido. Cerrar, suele ser una forma de proteger”. Un mes antes de ese anuncio, el Teatro de Flores se llenaba de pura vida por última vez.
El productor que los acompañó a lo largo de todo el camino recorrido, Alejandro Vázquez, había expresado justamente durante la grabación del último disco, que la comunicación entre los tres integrantes no era la mejor, con realidades muy distintas. Aunque en ese momento supieron sobreponerse a eso: “Una tarde vi a los tres Carajo abrazados, con el corazón en la mano como nunca los había visto, y sentí que quizás ese era el paso que buscaban, el necesario para avanzar en una nueva etapa en cada una de sus historias”, comentó en el libro documental fotográfico que resultaría ser BEHR.
Otra de las bandas que hizo historia y que le dio un cierre a su carrera, es Catupecu Machu. Con los hermanos Ruiz Díaz a la cabeza de un proyecto que tuvo más de dos décadas de viaje, este grupo supo reinventarse disco a disco, con cambios en la formación, con variantes de estilos musicales, y sobreponiéndose al accidente de Gabriel Ruiz Díaz.
Infinidad de festivales los vieron participar, infinidad de “Dale!” se escucharon gritar. Quizás, uno de sus últimos hitos, fue el festejo de sus veinte años en el Luna Park, donde repasaron sus clásicos y sus lados b durante cuatro horas de show. Allí tuvieron una gran cantidad de invitados como por ejemplo, Zeta Bosio y Tery Langer, con quienes cerraron esa noche.
En el 2017 se anunció una pausa, que luego sería un final, al menos de esta etapa. “Seguimos este viaje, quién sabe a dónde”, explicó Fernando Ruiz Díaz. Paralelamente, creó una nueva formación llamada Vanthra, con la cual está realizando los primeros pasos. Un año antes, Catupecu había largado su último single: “La piel del camino“. “Me calcé la piel del destino. Afiné, giré el objetivo. Enfoqué, te enfoqué”, reza la letra. Ese destino que interrumpe las cosas, pero que las encausa en un nuevo viaje, para luego, nuevamente torcer las vías y descarrilar.
Las razones de un quiebre, como quedó dicho, pueden ser de las más diversas, incluso una encarcelación. La vida de Cristian Pity Álvarez nunca fue muy ordenada, pero así y todo siempre supo cautivar con ese rock and roll clásico, con aires de blues, que impuso con Viejas Locas, y luego también con Intoxicados.
Con esa primera banda, editaron cuatro discos de estudio, uno más recopilatorio, y también un dvd, cuando la agrupación había entrado en una pausa que duró casi una década. Una vez reunidos nuevamente, basaron su vuelta en su historia con grandes hits, en el peso de su líder y también en nuevas canciones. Pero el caos que habitaba en Pity Álvarez, lo seguía acechando y lo haría pagar.
De a poco, sus históricos compañeros lo fueron abandonando, y la banda pasó a ser casi un proyecto solista pero bajo el nombre de Viejas Locas. “Vos tenés conciencia de saber qué está bien y qué está mal. La policía debe llevarte si robás o asesinás”, es lo que escribió hace bastante tiempo en la canción “Legalícenla”. A mediados del 2018, y luego de estar un día prófugo, quedó detenido por un homicidio ocurrido en el barrio de Villa Lugano, y actualmente se encuentra preso en el pabellón psiquiátrico del penal de Ezeiza, dando así por finalizada la carrera del grupo.
Si de tragedia se trata, imposible obviar lo ocurrido en Cromañón y lo que significó en la historia de Callejeros. Llegaba diciembre del 2004, y con ello, las consecuencias que desencadenarían en el final de la banda. Más allá que luego de ese episodio volvieron a tocar y editaron dos discos más, las presiones externas, el desgaste emocional, atravesar un juicio, y todo eso después de perder a familiares, amigos y conocidos en esa fatídica noche, sumó a que el deterioro del grupo sea insostenible.
Por si fuera poco, se añadió el crimen cometido por el baterista, Eduardo Vázquez, hacia su mujer. Condenado por homicidio agravado por el vínculo (cuando todavía no existía la figura de femicidio), hoy en día también cumple su pena en el Complejo Penitenciario de Ezeiza, al igual que Pity Álvarez.
Luego de las sentencias post Cromañón, y que algunos de sus integrantes hayan dejado de pertenecer al grupo, Callejeros se disolvió durante el 2010. Gran parte de esa última formación, siempre con Patricio Santos Fontanet a la cabeza, mutó bajo el nombre de Casi Justicia Social, para luego cambiarlo a Don Osvaldo. Lo cierto es que las canciones siguen vigentes y muchas de ellas se siguen escuchando en vivo. La letra de “El nudo“, allá por el 2001, decía: “Porque lo que empieza acaba al fin. La riqueza de este viaje, es el cambio a esta realidad”.
SEPARACIÓN EN TIEMPOS DE COVID
Este año, maligno para muchos sectores, incluido el de la música, sigue dejando secuelas negativas. En el transcurso de esta cuarentena, varias bandas han anunciado su despedida. En el mes de junio, fue el turno de Pampa Yakuza. “Es un honor para nosotros que nos hayan elegido y formar parte de muchos momentos de su vida. Sepan que ustedes también serán siempre parte de la nuestra”, fue lo que decía parte del comunicado.
Partiendo del rock, y entremezclando sus melodías con el ska, el reggae y también con algunas cumbias, supieron cosechar más de 22 años de carrera, desde sus primeras juntadas. Su último disco fue editado en el 2014, para luego empezar a publicar algunos singles y covers. Justamente, uno de esos últimos temas, “Estaré“, expone: “Puede que ardan las voces, acaso puede que estemos un tiempo alejados. Puede que nos encuentre el ocaso, y sin embargo estaré”. Una vez más, las canciones quedan.
También con disolución confirmada, pero aún no efectuada, es el caso de Cuentos Borgeanos. Hace días nomás, ratificaron la decisión tomada unos meses atrás (previo a la pandemia) y pusieron fecha a la despedida, online en este caso. Luego de una primera separación en el 2010, y un posterior regreso un par de años después, la banda de Abril Sosa llega a su fin, reuniendo a los actuales integrantes y a los que pasaron anteriormente por el grupo.
“Comenzar otra vez, de lo absurdo a lo incierto. Y mil voces te piden volver, hay tantas cosas que quedan por hacer”. La letra de “Felicidades”, conjetura lo desconocido de lo que viene y la inseguridad que provoca eso, sobre todo en este caso, en el que Abril decide alejarse por completo de la música. Ese esperado encuentro vía streaming dará la posibilidad de “un gran abrazo virtual y una despedida que gratifique tantos años de música, amor y anónima amistad”, tal como explicaron.
Otra de las recientes separaciones, se dio con De La Gran Piñata. A fines de mayo se anunció que “esto no es un final, sino una evolución, un cambio de forma”. Atrás quedaron esos clásicos miércoles de clima festivo, combinado con algún pogo, con papelitos por el aire, y también con momentos de reflexión.
El cuarteto, luego transformado en trío, llevaba más de 16 años tocando juntos, con cuatro discos de estudio y uno más en vivo, ese vivo que los hacía crecer cada vez más. En reductos de Capital Federal y alrededores, como La Trastienda, el Teatro de Flores o Vorterix, supieron dejar su marca para ser “la mejor banda que pudimos ser”. Hoy, como dice Los días de sol, sólo “se escuchan salpicar los recuerdos”. Algo que no es poca cosa.
CAMINOS INCONCLUSOS
En muchos casos, ante una separación, hay grupos que dejan la sensación de algo trunco, incompleto, de un camino cortado, donde podrían haber dado mucho más. Quizá por el poco tiempo juntos, o por la buena química y música que lograban llevar a cabo, o tal vez por la combinación de ambas cosas.
Algo así sucedió con bandas más rockeras, como lo supieron ser Connor Questa, Cirse, Deny y Utopians, por ejemplo. La primera, creada por Marilina Bertoldi, de entrada apostó fuerte al rock alternativo y a las redes sociales, acompañando sus canciones con videos, algo que los ayudó a darse a conocer a ellos mismos y a su obra. Dos trabajos bastaron para hacerse un lugar importante más allá del under.
Sólo cinco años duró la formación, hasta que durante el 2015 se vieron “con grandes diferencias conceptuales con respecto al presente y futuro de la banda”, tomando así “la decisión más sana para todos”, según el comunicado que expresaron en su momento. Sólo con esa aclaración, ya anunciaron una razón justificable, algo que pocos grupos hacen. La historia que le sigue a la carrera de Bertoldi ya es conocida, ganando el Gardel de Oro como solista el año pasado.
En el caso de Cirse, liderada por Luciana Segovia, fue más de una década y media arriba de los escenarios, hasta que a mediados del 2019 dijeron adiós. “Sentimos que ya es hora de reencontrarnos con nosotros mismos y darnos la posibilidad de encontrar también nuestros propios caminos”, fue lo anunciado en ese entonces.
Cuatro producciones llevaron a cabo, más un dvd grabado en vivo, en el que participó una orquesta de cuerdas. Ese fue un ejemplo de su crecimiento musical, con bases en el rock, grunge y punk, pero adaptándose a nuevos sonidos para no estancarse nunca en el conformismo de lo ya conocido. En la actualidad, Segovia también comienza a dar sus primeros pasos en soledad.
Por su parte, Deny llegó a los doce años, hasta que empezaron a enfrentar “dificultades sobre el rumbo que deseábamos tomar como banda”, según el aviso que publicaron hace poco más de un año, en el que agregaron que preferían anteponer la amistad por sobre todas las cosas. La diferencia de ellos, es que sí realizaron un recital despedida en un Groove explotado. El vínculo con sus fans, pudo verse plasmado en ese último ida y vuelta con aquellos que pudieron asistir.
Con el estilo hardcore como estandarte, la agrupación recorrió otras variantes cercanas, y esto quedó reflejado en tres discos de estudio y un dvd en vivo. “Aprendí muchas cosas, la banda y la música me sostuvieron, me acompañaron, me vieron crecer”, sostuvo su cantante, Nazareno Gómez Antolini, el día posterior al show final. Ellos también supieron sostener, acompañar y ver crecer a la gente que los siguió hasta el último día del grupo.
Bien distinto fue el desenlace de Utopians, o al menos sus razones. Desde el 2005 fueron creciendo, apostando al indie y al rock alternativo, con sonidos que se diferenciaban de los demás grupos. Editaron cuatro discos de estudio, y el último de ellos, les valió la nominación como “Mejor álbum de rock” en los Grammy Latinos. En el mejor momento de la banda, todo se derrumbó luego de esa noticia.
En el 2017, el guitarrista y co-fundador del grupo, Gustavo Fiocchi, fue denunciado por acoso sexual a menores. “Tengo mucha vergüenza, estoy muy arrepentido, no me siento orgulloso ni como hombre ni como nada”, fue su respuesta, aceptando su culpabilidad. Barbi Recanati, líder de la formación, tomó la decisión de desvincularlo inmediatamente y, unas semanas después, resolvió ponerle fin a la banda. En los últimos recitales, los acompañó Lula Bertoldi en la guitarra.
EL ROCK Y SUS DERIVADOS
La cantidad se hace interminable y muchas bandas quedarán fuera de este listado, pero no por desprecio a ellas ni por un deseo en particular, sino que se trata de enumerar a aquellas que dejaron una huella en el rock y en aquellos estilos que derivan del mismo. Aunque no está de más aclarar la siempre complicada objetividad.
Imposible dejar afuera a Aztecas Tupro por ejemplo, con su mezcla de reggae, ska y diferentes ritmos latinos, pero con la impronta rockera que los caracterizó. Esa que se vio reflejada en sus cuatro discos y en un último EP, donde reversionaron clásicos de Charly García, Los Redonditos de Ricota y Talking Heads, y un tema de la banda uruguaya Don Nadie. Varios hits los hicieron sonar mucho tiempo en radios y los tuvieron girando por el mundo, hasta que llegó la separación a mediados del 2015, y Pablo Wehbe, su cantante, se fue a vivir un tiempo al exterior.
Los que también rodaron por países de Europa con sus temas, fueron los integrantes de La Zurda, con Ema Yazurlo a la cabeza. Se caracterizaron por combinar el rock con sonidos originarios de Latinoamérica, llevados a cabo con instrumentos como el charango, el cajón peruano o el ronroco. Su música los hizo despegar de la zona oeste para codearse con bandas reconocidas del país y del exterior. Pero llegó el 2013 y la decisión del final: “Queremos agradecerles enormemente el apoyo y el acompañarnos en este viaje, pero los ciclos terminan y comienzan otros, y la música no para”.
Una banda que tan sólo duró un par de años, pero que resultó importante por el propio peso de sus integrantes, fue De Bueyes. Tras la separación de Bersuit Vergarabat, Osky Righi decidió seguir con un nuevo proyecto, acompañado por Daniel Suárez, a los que prontamente se les sumarían Germán “Cóndor” Sbarbati, Pepe Céspedes, Martín Pomares y Gabriel Pedernera.
Un disco editado (“Más que una yunta“) les sirvió para seguir tocando en festivales y por distintas provincias del país. Con una calidad y sonido ya probados, mostraron nuevos temas y con expectativas de seguir girando. A tal punto de bromear en su primera presentación, con alcanzar a tocar en River. Pero llegó la vuelta de Bersuit y, como consecuencia, la disolución de esta nueva banda durante el 2011.
Cinco años fue lo que duró Octafonic. Difícil encasillar a este grupo dentro de un género. Sí, partiendo del rock, pero jugando a crear nuevos estilos, nuevas maneras de concebir y transmitir. Con influencias en el jazz, la música electrónica, el rock alternativo, y el metal, entre tantos otros. Y con la particularidad de cantar todos sus temas en inglés.
Este octeto fue ideado por Nicolás Sorín, músico multifacético, productor, compositor de bandas sonoras de películas y director de orquesta. Con poderosas presentaciones en vivo, en diciembre del 2018 dijeron basta. “Todo ciclo termina y espero que cada uno de nosotros haya sacado lo mejor de esta experiencia y aprendido de los errores. No estuvo nada mal para una bandita de Jazz”, expresó el cantante.
Llegando al final de este antojadizo listado, dos bandas bien contrastantes entre sí, por el estilo musical, la trayectoria y sus integrantes. Desde el heavy metal de Almafuerte, hasta el pop de Salvapantallas. La formación liderada por Ricardo Iorio por su parte, fundada a mediados de los noventa, luego de la disolución de Hermética, recorrió ciudades y se consolidó como principal referente del género. Ocho producciones de estudio, varias más en vivo, (incluido un dvd) y estadios llenos. En el 2016 decidieron hacer una pausa, para confirmar al año siguiente, que se transformaría en un punto final.
Por otro lado, el dúo conformado por Zoe Gotusso y Santiago Celli, tuvieron gran aceptación con sus primeros covers, viralizados a través de internet. Llegaron a grabar un sólo cd, lo que les permitió transitar por todo el país y Sudamérica. Basaron su música en un par de guitarras y en sus voces que trasmitían una particular calma. Durante el 2019, luego de tres años juntos, realizaron una gira despedida, para seguir sus carreras solistas, pero presentando temas nuevos hasta el último día de ellos como grupo.
El rock tiene infinidad de subgéneros e infinidad de bandas que lo llevan a cabo, y muchas más que lo hicieron en algún tiempo pasado. Quedó dicho, nada es para siempre. Pero también se sabe que por más que muchas de ellas ya no estén, lo que sí está es la música que crearon. Siguen vivas en cada tatuaje, en cada recuerdo, cada vez que suena en algún parlante, y también en cada ocasión que surge algún tributo.
Con el correr del tiempo, gran parte de la historia musical se diluye, se transforma, se vuelve a reformular, pero todo queda plasmado en letras y melodías. Y el legado que existe en el rock nacional, es amplio y frondoso. Basta con cerrar los ojos y recordar cada etapa vivida. Es muy probable que haya sido acompañada por uno o varios temas musicales. Esta nota refleja eso, todo lo que queda, incluso más allá de lo material. Sí, también queda la nostalgia.
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