En la década de los 70s ocurrieron dos fenómenos musicales y políticos en los extremos de lo que actualmente la mayoría conoce como América, hoy sus repercusiones se entrelazan entre sí a ritmo de canciones de protesta y unos buenos beats.
Al mismo tiempo que en Estados Unidos el Ku Klux Klan y los partidos de derecha dejaban expuestos sus discursos de odio supremacistas, en Argentina se desarrollaba una dictadura militar que secuestraba a bebes, censuraba y desaparecía personas. Cada región tenía distintos modos de expresarse y mientras la fogata clandestina se prendía en algún lugar de Buenos Aires para cantar unos temas en la guitarra, el hip hop nacía en aquellos barrios habitados por la comunidad afroamericana que convivía entre bombas y represión. Al pasar los años las políticas neoliberales tomaron más partido y el estallido social llegó en 2001. La decadencia social en Latinoamérica decantó en el surgir de organizaciones populares, que vinieron con otro tipo de juntadas, donde los jóvenes se acercaban a escuchar discos y a componer sus propias líricas de rap.
Previamente el género asomaba, aprovechando la “era de la globalización” que traía películas de break dance como Krush Groove o Beat Street. Primero fue México con el disco llamado La Recta Final, de Vico C en 1989 y después tuvo representación en Argentina a través del Sindicato de Hip Hop Argentino en los 90s. Era muy común ver a personas reunidas en la Avenida 9 de Julio bailando al ritmo de Jazzy Mel o Vainilla Ice. Aunque la moda se disipó en la capital, muchos tomaron la impronta y la apropiaron con sus realidades, dotándolas de una identidad bien marcada dentro del conurbano, como fue el caso del partido de Morón.
Desde los recitales con performance de la antigua Grecia hasta las payadas del sur de la Patagonia, el arte poético musical estuvo presente por cientos de años en la historia de la humanidad, pero el rap fue mucho más allá. Fue tomado como un movimiento biopolítico que unía comunidades y razas levantando banderas y catapultando un sinfín de subgéneros como el Trap, Crunk, Trip Hop, Indie o Nu metal entre otros. Pero hubo uno que se caracterizó por un estilo de vida violento que hacía escuchar la voz de la juventud que no gozaba de privilegios y vivía en zonas menos favorecidas: el Gansta Rap.
Los O.G
La policía de Detroit irrumpió en un bar para hacer una redada en 1967. Dentro había un grupo de 82 personas que celebraban el regreso de dos soldados locales de la Guerra de Vietnam. La mayoría eran afroamericanos. Hubo abuso policial y los vecinos se manifestaron en contra, lo que provocó disturbios y más adelante saqueos. En solo 24 horas se registraron 483 incendios, 231 incidentes reportados por hora y 1800 arrestos. A medida que los días pasaban se intensificaron los controles y la Guardia Nacional se hizo presente disparando por la espalda a jóvenes de color que “se confundían en la multitud”, según excusaban los oficiales. En menos de una semana fueron asesinados un total de 43 personas.
Este incidente tuvo repercusión en la sociedad norteamericana visibilizando de forma abrumadora la violencia institucional. Como medio de expresión, el Gansta Rap a principios de los 80 introdujo una cultura en las calles, donde los códigos de barrio, la falta de oportunidades y las diferencias sociales se daban a conocer. Uno de los principales exponentes fue Schoolly D, un rapero de Filadelfia que inspiró a muchos artistas con sus letras fuertes y contundentes. Los barrios se convirtieron en guetos y la policía corrupta se complotaba con los traficantes de crack. Al mismo tiempo que las adicciones crecían, en cada esquina de las calles marginadas se podían encontrar una licorería barata y un local de venta de armas.
Esto a futuro trajo enfrentamientos entre distintos vecinos, luego amplió la guerra de pandillas en territorios como la Costa Oeste y Este. Un hecho que el marketing y los medios no dudaron en explotar avivando peleas entre quienes seguían a Tupac (West Coast) y a The Notorious B.I.G (East Coast) donde ambos fueron asesinados en lo que se supone fue esta pelea de bandas.
Al comienzo del milenio en Estados Unidos se lanzaría una gira la cual elevaría nuevamente el rap en lo alto, llamada “Up in Smoke Tour” (disponible en YouTube). La grilla la formaron casi 20 raperos entre los que se destacaban Ice Cube, Eminem, Proof y Nate Dogg. Paralelamente en Argentina ocurría el corralito, desocupación, saqueos, hambre y una de las canciones más sonadas era “Sr. Cobranza”, perteneciente a Las Manos de Filippi, publicada en su disco de 1998 Arriba las manos, esto es el Estado.
En el tema de LMF se hacía una crítica a Carlos Menem, Domingo Cavallo y reivindicaba a Norma Plá, activista por los derechos de los jubilados. El tema mantiene un ritmo funky sumando a sus letras que se acercaba a las barras del rap. Esto inspiró a varias bandas que combinaban distintos géneros y realzó a grandes exponentes del momento como Mustafa Yoda.
La calle
En 1998 Mustafa Yoda (Gustavo Adolfo Aciar) formó parte del grupo La Organización, un trío del rap nacional junto a Apollo Novax y Chilli Parker, con quienes editó el disco pirata La Diferencia durante el 2000. Su carrera de MC contuvo trabajos que reflejaban hasta en sus videos un mensaje reflexivo con letras figuradas y otras que buscan cuestionar una realidad que sigue vigente. Con esa misma conciencia de clase comenzó a difundir el freestyle argentino dando talleres a grandes y chicos. El artista también fundó Sudamétrica, un sello independiente que apoya la cultura hip hop nacional.
Esta misma fue afinándose más a lo largo de los años. En Ciudad Oculta hay eventos donde el dúo “Clan Oculto” desde el 2004 tiene una acción participativa con su barrio, enseñándoles a los más chicos a rapear sin dejar de lado la literatura, dos cuestiones que van de la mano. Los MC a lo “Apache” ahora expresaban su “mundo del revés”, donde el desamparo por parte de un sistema se hace notar. El lugar fue ocupado por grupos más heterogéneos incluyendo en las movidas a bolivianos, paraguayos y más latinoamericanos como El Frente Inmigrante. De igual forma la violencia entre bandas también se dejaba vislumbrar dentro de la cultura del “aguante”, formando crews o grupos contrariados.
Desde el puente de Brooklyn al puente Pueyrredón en Avellaneda, el freestyle copó el terreno, estableció reglas de agresión lírica pero no física, con replicas en las respuestas y tratando de mantener el respeto una vez terminada la batalla. Un tema compuesto en el momento que no puede volver a ser repetido. El reconocimiento surgía por propio talento y las “ranchadas” eran los primeros jueces.
Después se popularizó y el marketing dio un impulso. El rap apareció dentro del panorama “mainstream”, en el cual no quería quedarse. No solo estaban los eventos cómo la Red Bull o El Quinto Escalón sino que aprovechando la masividad, organizadores, productores y raperos se aseguraban mantener un legado vigente que perdure más allá de la moda. “Lo veo como algo que tiene que pasar, no sé si definirlo como bueno o malo, no nos podemos quejar porque gente que está hace muchísimos años viene peleando para que suceda”, comentaba Klan, en una entrevista en Vorterix. El recinto mencionado se llenó de recitales de rap, un hecho que no era pensado en la industria hace 5 años atrás.
Romper el aislamiento
Ser escuchado trae repercusiones. En 1977 Charly García dejaba La Máquina de Hacer Pájaros”, para escapar a Brasil y formar Sui Géneris, en medio de la dictadura argentina. Compondría las canciones más fuertes llenas de metáforas, para hacer referencia a la dura realidad de aquel momento. Años más tarde, en 2018, la corona y la justicia española condenan pública y legalmente al rapero Valtonyc a tres años y seis meses de prisión por el contenido de sus canciones, que calificaban a la realeza como “mafiosos”.
Hoy los fenómenos más conocidos como Wos o René que acumulan millones de reproducciones, también dejan al descubierto sus ideas críticas contra el Estado o la explotación laboral. Se han hecho canciones de protesta a favor del medio ambiente donde, por ejemplo, Kamada invita a repensar la erosión de los suelos ajenos o la toxicidad en el aire.
Al igual que el rock nacional, el ambiente del rap corresponde a un escenario machista donde apenas se incluyen a otros géneros. Después del “Ni Una Menos”, una nueva ola feminista impactó en la cultura y seabrieron más lugares para artistas como Sara Hebe, Nathy Peluso, Urraka Negra o Kris Alaniz que produjo el primer compilado de rap femenino latinoamericano, llamado Malas Lenguas.Alaniz expresó en una entrevista con La Izquierda Diario que hay cada vez más espacios para aquellas personas que no cumplen con la hegemonía y “están fuera de todo lo que es comercial”.
En subte un niño pone una instrumental y rapea para poder ganar unas monedas al pasar, en el camino se hace viral en alguna red social. En el colegio los cuadernos están escritos. Se redescubren cantantes, se aprenden nuevas técnicas de composición y se palpita un sentido rebelde de tratar de estar mejor. El silencio y la censura se rompen con cada palabra entonada en un beat mezclado, armado desde el corazón. El rap estaba desde hace tiempo, pero ahora predomina y se extiende con pasión.