Con una importante presencia policial y el Congreso vallado, la concentración por el día de la mujer convocó a miles de mujeres cis, lesbianas, bisexuales, travestis, trans, no binaries e intersex, acompañadas de todo aquel que se quisiera acercar.
El 8M llenó las calles y las plazas en diversos puntos del país bajo la consigna “Ni un paso atrás por nuestros derechos”, en lucha ante la desigualdad y la violencia de género, esta vez con un claro miedo al retroceso. En las calles de Buenos Aires no quedaron dudas que fue marcha multitudinaria y que las feministas existen y están más juntas que nunca.
Los espacios estaban repletos de personas, madres con sus hijas que asistían por primera vez, docentes con carteles que decían “la seño te cree”, músicas, artistas, emprendedoras, movimientos sociales, en grupo y/o buscando compañía. Todas las historias se unían en un mismo lugar: una marea donde predominaba el color violeta y verde, en los cachetes con glitter y en los pañuelos atados en las muñecas.
La concentración tuvo todos los climas, sol y lluvia, calor y frío. Pero las mujeres resistieron hasta la lectura final, a pesar de que fue una de las marchas con más fuerzas de seguridad presentes de la historia. Aunque al poco tiempo de empezar se instaló un cordón de miembros de la policía federal que recorrió parte de Callao y Rivadavia e intentaron que la calle no sea cortada, no fue posible y los alrededores del Congreso se llenaron de personas cantando, bailando, con bombos y bengalas de colores.
Todas las generaciones se cruzaron y alzaron su voz, empapelaron las paredes con mensajes de amor y resistencia. Este año fue una de las convocatorias más efervescentes post pandemia, atravesadas no sólo por el peligro a la pérdida de derechos adquiridos, sino por una fuerte crisis económica y social que va más allá de la brecha laboral, cientos de trabajadoras decidieron parar y salir a la calle: “Ya no somos marea, somos tsunami”.
Nota: Aime Ferrero Pereira
Fotos: Gisele Alejandra da Silva
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