Las vigilias: crónica de otra media sanción por el aborto legal

Luego de 22 horas de debate y de pasar la noche en la calle, la cámara de Diputadxs aprobó la media sanción por el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo.

Desde 2018 para acá, cambiaron muchas cosas en la Argentina que hoy vuelve a conquistar la cámara baja de la Nación con la media sanción para la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Manifestaciones, marchas, legislaciones, un nuevo gobierno y una pandemia son algunos de los  motivos por los que esta nueva vigilia histórica fue aún más histórica que aquella del #13J.

Ph: Mica Ridiero

Del frío gélido que nos encontró a todxs en las inmediaciones del Congreso en junio, a los casi 35 grados que recorrió todo el país el día de ayer. Las disposiciones del DISPO no interfirieron con el reclamo colectivo que se hizo eco en todas las provincias además de la ciudad capital. Lo bueno del calor es que no era necesario apretujarse, es más, cuanto más separadxs mejor.  No hubo una vigilia: fueron miles.  Nos unía el mismo deseo de poder decidir sobre nuestros cuerpos y el pañuelo verde de la Campaña atado en algún lado. O alguna prenda verde, siempre en distintas tonalidades. En algunos casos también se veía el pañuelo violeta que dice #NiUnaMenos. Y la situación de pandemia trajo una nueva forma de manifestarnos: el tapabocas.

Tapabocas, barbijos, pañuelos, representan hoy la mitad de las caras visibles de las personas con las que nos cruzamos. Hay de todas las formas, tamaños y colores. Dibujos e inscripciones. En cada vigilia encontramoscientos de estilos diferentes: predominaron los que eran totalmente verdes. Algunos tenían bordado “que sea ley” o el pañuelo tan característico. Otros tenían un puño en alto. Varias organizaciones militantes confeccionaron barbijos con sus logos para identificarse entre el tumulto. Contrario a los mitos anticuarentena que circularon este año, a nosotras los barbijos no nos impidieron callarnos, en realidad gritamos cada vez más fuerte. Tampoco nos impidieron entendernos; dejan al descubierto la mirada y es ahí donde se reflejaron todas las emociones que sentimos durante las más de 20 horas de debate.

11.12 comenzó el debate. Desde las 10 había gente en el Congreso. La noche anterior salieron bondis desde distintos puntos del país para estar presentes y cumplir con la consigna #SaleSiSalis. Todas las provincias tuvieron su vigilia demostrando la federalización del reclamo feminista. Hasta las 7.21 de la mañana siguiente, el canal de Diputadxs se transmitió en casas y plazas, expectantes ante el resultado final. La media sanción fue esperada con paciencia, como quien espera algo que sabe que tendrá lugar a las dos, cuatro, o seis de la mañana, horarios que fueron dilatándose a lo largo de las exposiciones de lxs diputadxs.

En las calles de Buenos Aires, mujeres y disidencias se encontraron en un tumulto de gente que no paraba de bailar. Convertir los reclamos en festejos populares ha sido característico de los feminismos, nadie se quedó sentadx, solx y triste esperando la votación. Cánticos, botellas de agua y alguna que otra botella de alcohol, además del alcohol en gel, fueron necesarios para pasar la madrugada. Sin importar hacia qué lado miraras, los pañuelos verdes no se terminaban jamás. Las vigilias de la capital parecen ser eventos increíbles, esporádicos, donde es difícil visualizar el trabajo que hay detrás para lograrlo. En el interior del país, ocurre lo contrario.

Las vigilias se desplegaron a lo largo y ancho del país en más de 40 lugares distintos, algunos de ellos dentro de una misma provincia, como es el caso de Buenos Aires. Al sur de la provincia se encuentra Bahía Blanca, ciudad de casi 300 mil habitantes y donde el jueves llovió desde primera hora del día hasta las ocho de la noche. Eso no impidió el armado de la pantalla, la marcha alrededor de Plaza Rivadavia y que cientos de personas se quedaran a escuchar el debate.

En las ciudades no capitales, organizar una vigilia tiene un matiz a pulmón. En mayor o menor medida, conocés a todas las mujeres y disidencias que están ahí. Sabés a dónde ir a comprar puchos si te los consumió la manija, dónde hay una farmacia de turno si hace falta y qué compañerx vive cerca para cargar el agua del termo e incluso sacarle una campera porque de madrugada se pone fresco.

Si en Capital hay rondas que saltan, cantan y bailan, en Bahía Blanca hay una prudente distancia social. Se ven más cerca pequeños grupos, entre tres y seis personas. Quizás un poco más si vemos que las organizadoras se van relevando de los puestos de sanidad. Al ser grupos más chicos, tienen la posibilidad de rociar alcohol en las manos de cada una de las pibas que están ahí bancando la vigilia. Las responsables usan una cinta violeta en el brazo y cuando se acercan con su pulverizador listo para desinfectar, también aclaran que hay agua y baños limpios. Y que si alguien molesta, avisemos, porque nadie nos iba a aguar la fiesta. En las inmediaciones del Congreso, lograr todo eso suena utópico.

Entre mate y mate, individual y con distancia, las horas de debate pasan. Para la noche hay latas de birra baratas, un paquete de papas fritas y algunos sanguchitos. La calle principal de la plaza está llena de personas que esperan sentadas mientras ellas mismas discuten lo que está sucediendo en Diputadxs. No hay nadie que no pueda ver la pantalla ni escuchar claramente la transmisión. Cuando Francisco Sánchez, del bloque PRO por Neuquén, dijo que el aborto era una “moda divulgada a nivel global” las feministas rieron, pero también se enojaron. ¿Cómo puede ser que en el siglo XX se siga criminalizando una práctica que tiene más años que la Constitución Nacional?

Otros discursos, del lado a favor del proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo, arrancaron lágrimas. Como el cierre de Gabriela Cerruti, a las 7.10 de la mañana. Los ojos que los barbijos no llegaban a tapar estaban brillosos, emocionados, mientras algunas diputadas recordaban historias personales y de los territorios. Aunque al final del día se obtuvo la misma cantidad de votos a favor que en 2018, esta vez queda en las calles un aire victorioso. Desde aquel primer debate a hoy, más mujeres, varones, niñxs, adolescentes, trans, travestis y no binaries se han sumado a la causa.

Si lxs Senadorxs no están a la altura este 29 de diciembre, sepan que el movimiento feminista no va a bajar los pañuelos: seguiremos presentando el proyecto hasta que la ley sea efectiva, porque cada vez somos más del lado de la ampliación de derechos.

¡Será ley!