La supremacía escénica y sonora de Sig Ragga obtiene más peso con el paso de las presentaciones y discos. El debut de La Promesa de Thamar en el Teatro Vorterix es otro punto icónico para la banda santafesina, por lo que representa el espacio de Álvarez Thomas y Federico Lacroze en el circuito del nuevo sonido argentino. Al cuarteto no le basta con llenar los oídos, se arriesga a llenar los ojos de sus espectadores. Ellos saben lo que se van a encontrar y hay algo de un respeto superior en el aire cada vez que tocan.
Durante la previa del show del lunes 10 de octubre una ansiedad ruidosa se hizo presente en el público de Sig Ragga. Aplausos, algún que otro cántico, y gritos en los minutos previos al comienzo. El teclado de Gustavo Cortés comenzó a interpretar la suave “Chaplin” y puso a los presentes en un estado de calma y viaje que duró por casi cuatro minutos. Al finalizar, luego del outro en total silencio, el Teatro Vorterix se convirtió en un auditorio de aplausos para el cuarteto. El principio del recital fue con predominio de la sonoridad del reggae de su disco homónimo, lanzado hace siete años. “Puntilla if Kaffa”, pegada a “Quise ser”, fue el principio del trío que terminó con “Abrir y cerrar de noches”, en un arranque sin rastros de La Promesa de Thamar.
Cuando Nicolás González envolvió a los seguidores de Sig Ragga con la intro de “Pensando”, el tiempo se detuvo en las manos de los músicos de la banda. El talento para interpretar la pieza de Aquelarre fue la primera coreada y tuvo el final con el cantante haciendo su clásica coreografía en el borde del escenario. Cortés quedó en cuchillas, con la expresión de un grito dibujada en su cara y las manos abiertas en alto, para recibir una enorme ovación.
La precisión de Pepo Cortés en la batería fue una de las claves en el prolijo show del conjunto formado en Santa Fé. “Fuimos corriendo esa línea indivisible que nos susurra lo que vendrá” se escuchó en “Continuidad de lo indecible”, mientras las luces los mostraban como cuatro figuras doradas, parecidas a las de entrega de premios. La paz que transmitió “De los seres durmientes” era acompañada a la perfección gracias a la imagen de concentración que tenían los cuatro virtuosos músicos.
El primer estreno de la noche llegó con “Ángeles y serafines”, la novena canción de la lista. Pegado, cayó “Un grito impotente” con los colores titilando en la pantalla ubicada en el fondo del escenario. Todavía en La Promesa de Thamar, siguió “Girasoles” y su comienzo vocal al estilo del Rey León. La excelente reunión entre las cuatro paredes del sonido de Sig Ragga logró una versión que dejó al público aplaudiendo más de la cuenta. Ante la falta del cese de la ovación, los integrantes cedieron la rigidez que mostraban y comenzaron a regalar sonrisas, mientras se miraban entre ellos. “Arlequín” cerró la sección del nuevo álbum que, llamativamente, tuvo cuatro de los ocho temas en el Vorterix.
La última media hora del show fue dominada por la variedad de melodías que propone el cuarteto. “Como un tren a las nubes” y “Escalera y barco” pusieron a Aquelarre de nuevo en la mesa. El reggae de la segunda mencionada puso a bailar al teatro y tuvo la particularidad de que Gustavo Cortés prestó el micrófono a los presentes para el estribillo. “Vengo volando muy lento para hacerte feliz”, se oyó con fuerza y, minutos después, la energía de “Severino Di Giovanni” confirmó que los seguidores estaban encendidos con lo hecho por los Sig Ragga durante una hora y media.
Lo que restaba de la extrema formalidad que imponían los cuatro, en especial Juanjo Casals que mantuvo la concentración en el show a raja tabla y aún más con la responsabilidad de lanzar las pistas que acompañaban las canciones, se fue con el combo “Tamate” y “Matatata”. La lengua creada por el grupo apareció de nuevo con dos de los temas preferidos por su público.
Pasó “Orquesta en descomposición”, con el escenario teñido de rojo, y los músicos se corrieron de sus lugares para acercarse al borde. Los cuatro de la mano, con los trajes y las pinturas de sus rostros intactos, hicieron la reverencia mientras las palmas de los espectadores golpeaban sin parar. Agradecidos, los integrantes del cuarteto también comenzaron a ovacionar pero a sus seguidores. El telón se cerró con la imagen de un Teatro Vorterix con las manos rojas después de un show impecable que trajo un disco nuevo bajo el brazo.
Fotos de Sofia Pedraza.
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