Son las 21:15 del domingo 6 de agosto. La cita que había sido confirmada tantos meses antes, en vez de bajar las ganas, las aumentó. De una manera tal, que cada mes que pasaba se contaban los días para saber cuándo llegaría. Y más después de que “en el Cosquín” la pequeña muestra se disfrutara. Aunque un poco, porque entre el griterío de la gente se podía imaginar que la hermosura no iba a ser del todo bien disfrutada allí, hasta no “palparla de más cerca”. Por eso cuando se confirmó que en Villa María se iba a llevar a cabo el show de Ciro Sinfónico, la alegría fue tremenda.

Son las 21:16 y el pibe que entró con una sonrisa tan dibujada como su bandera, está tan inquieto como su bandera donde se leía “Los Piojos”, “Ciro” acompañado de la ciudad de origen: Villa María. Nicolás también está feliz. Tiene esa cara de nene con juguete nuevo, por más que a este juguete lo haya visto tantísimas veces.

Y la última de ellas con el mismo regalo de unos de los últimos shows masivos de Los Piojos, que se dio en el Anfiteatro de Villa María en 2007: Una púa regalada desde el escenario. Verónica también estaba a full. Hipercinética, apurando el paso para llegar a tiempo. “Es que no doy más, quiero verlo”, dice.

Hay mucha gente que llenó el teatro. Muchos sospechaban lo que iban a ver pero no sabían lo que iban a vivir. Muchos sabían lo que iban a ver y escuchar en más de dos horas, pero nadie sospechaba lo que les iba a generar…

Un tatuaje azul

Ciro entró después de que lo hicieran los 43 músicos de la Orquesta Sinfónica de Villa María. Todos y todas de elegante negro, como el saco por el que se cambió el primero de casi turquesa, el ex líder de Los Piojos. Entró y lo hizo como una pieza de un rompecabezas, de esos que encajan de la mejor manera y que es la que falta para que la obra esté completa.

Porque lo hermoso de su repertorio se potenció con la calidad villamariense con Luis Nani en la dirección. Y también la hermosura de esa Sinfónica se mejoró -cosa que pareciera complicado que pase- con el histrionismo, con la cercanía, con la manera de moverse en el escenario. Con la forma de ser de Ciro Martínez. Y su mejor compañía que fueron Juan Manuel Gigena Ábalos, Rodrigo Pérez, João Marcos Cezar “Broder” Bastos, Julián “Lulo” Isod y Martín Löhrengel.

Pero para esas personas hechas música que estaban en el escenario, la mejor compañía fueron las 610 que estaban debajo, aplaudiendo y ovacionando de una manera incansable. Queriendo guardarse en lo más profundo lo que pasó desde el primer momento hasta el último. Con su ídolo musical que tocó la guitarra, cantó sin ella, hizo de la armónica algo con vida propia con ese momento que sucedió donde “nuestros cuerpos bien supieron flotar”. Queriendo guardarse en lo más profundo. Hacerse de esa noche Un tatuaje azul…

Otro tipo de show

“Ustedes también deben estar agradecidos de otro tipo de show, desde esas butacas” dijo Ciro, luego de haber arrancado con “Barón Rojo”, “Pacífico”, “Vas a Bailar” y “Agua“, entre medio de violines, violas, violonchelos y contrabajos; acompañado de instrumentos de viento, de madera, de percusión…Para que sí, hayamos estado agradecidos de otro tipo de show. Un placer diferente con el mismo nombre: Ciro y los Persas Sinfónico.

Cuando había pasado poco más de media hora, hubo un descanso de cinco minutos. Poco antes habían sonado “Tal Vez”, “Ruidos” (una de las mejores de la noche, con esa versión filarmónica), “Pistolas“, para que “Antes y Después” levantara a todo el mundo de su silla. Y sí. Había que hacer un parate para empezar a alejarse y admirar lo hecho hasta recién. Como una pintura, como lo que era: Una obra de arte.

Al volver, Ciro comenzó con una parte acústica mientras que los músicos de la Orquesta aprovechaban para cantar con él y sacarle fotos desde un lugar privilegiado. Le agradeció al Intendente Martín Gill y a Sebastián Panero, Pte. del Ente de Deporte y Turismo de Villa María, por haber sido los responsables de esta fecha. Que por cuestión de organización no se hizo en el Festival, pero que empezó a tomar forma en aquel febrero.

Y, sobre todo, agradecido a más no poder con los y las integrantes de la Orquesta. “No quiero parecer un viejo quejoso, pero es bueno saber que hay excelentes músicos jóvenes y que no solamente escuchan reguetón”, tiró Martínez. Antes de regalar “El Farolito”, “Insisto”, “Ruleta” y “Tan Sólo” desde una banqueta como si estuviese en el living de su casa.

Porque en el barro te viste crecer

Para la última parte del show, esas 43 personas con instrumentos que muchos no son fáciles de trasladar y que pasan años y años estudiando, tuvo la banca en forma de anécdota de Ciro. Quien aún guarda rencor (y no es para menos) al periodista de Clarín que criticó el show que brindaron en Santa María de Punilla: “Esto fue una bendición que hicieron los chicos con Luis (Nani) a la cabeza. Después los mensajes eran de mucho amor, pero siempre hay un mala leche, periodistas que inventan y dijeron que había estado aburrido. Algo totalmente falso. Además, como si fuera algo normal o habitual llevar una filarmónica y yo estaba muy caliente contestando y poniendo cosas en Twitter, porque ignoraban el esfuerzo y la apuesta de subir a tantos músicos en un Festival donde los tiempos son cortos… Bueno, en medio de la calentura, cuando estaba por escribir el último Tweet, me llega un mensaje de la compañera de Charly García que me decía: ´Charly me dijo qué bueno lo que hizo Ciro de llevar a una Sinfónica al barro de Cosquín’. Y eso lo dijo sin saber que estaba puteando en Twitter. Eso fue un bálsamo, una caricia al alma”. Porque fue una manera de decirle y decirles a los músicos “porque del barro sos vos”.

Y esa caricia se extendió el resto del concierto en el Teatro Verdi, como cuando él bajó y se mezcló entre la gente mientras sonaban las canciones, o cuando hizo lo mismo pero en la platea alta mientras dirigía a los músicos como Un hombre más. Como cuando cantó “Ando Ganas”, “Mírenla”, “Carrusel”, “Canción de Cuna” (una de las emociones más grandes dentro de una noche emotiva), o cuando “Verano del 92” parecía una canción nueva, con un nuevo estilo y la misma fuerza de siempre. 

Hubo un momento, como si todo lo anterior no hubiese bastado, donde la sorpresa generó una nueva maravilla: “Raros peinados nuevos”, el tema de Charly, que había sido ensayado poco y nada, fue hecho a la perfección. Ciro con la letra en el celular, la Orquesta con las partituras en sus atriles, los Persas riéndose como chicos y disfrutando muchísimo. Una versión tan, pero tan hermosa. De esas que las palabras no bastan para describirla. Bueno, como toda la noche.

Pensar En Nada” y “Astros “cerraron una velada histórica. “Un buen trago que no vino mal, cuando pega la vida con tanta sed”. Unas dos horas y media que pasaron volando, como los cuerpos que ya dijimos que bien supieron flotar. Como el de Ciro que disfrutó a más no poder. Como el de Luis Nani que en sus lágrimas resumía los años de sacrificio y dedicación de él y los suyos, como los momentos tatuados que nos llevamos todos. De una noche brillante, lograda por Ciro y los Persas y la Orquesta de Villa María: Un diamante pulido que aumentó el brillo y se alimentó del resplandor de los primeros junto con su gente. Porque los diamantes representan la perfección y la fortaleza. Esa que se resumió el pasado domingo en una noche brillante, entre Ciro, la Orquesta y sus fanáticos de siempre.