Ball

Gracias eTernas

La crónica de la fiesta de un tipo que volvió a Córdoba para cumplir sueños propios y ajenos, y comenzó un domingo de junio de 2016…

El anfitrión

En la calle General Paz, frente a un hotel, hay un colectivo parado en la mitad de la calle. La gente que pasa en los autos le toca bocina, pero no para insultar, no para pedirle que se corra. Es para pedirle que se quede, que no se mueva. Que no arranque, porque eso será el último viaje hacia una cancha para el señor pelado, con barba candado que está al lado de la puerta. 

Es que en ese micro están subiendo muchos jugadores famosos, figuras del fútbol nacional e internacional. Es que ese colectivo, como si fuera un auto de payasos, lleva consigo a quienes darán espectáculo. O mejor dicho, serán una banda telonera, para acompañar a lo importante. Y lo importante es el “Cholo” Guiñazú. Uno de los jugadores más queridos por estos lados, más respetados, admirados y aplaudidos…

Será el último de subir al colectivo, esperando que Federico Lussenhoff, uno de los invitados que está en muletas. Una escena que representa mucho de Pablo. Un capitán dentro y fuera de la cancha. Alguien que está en todos los detalles. Otro que está en ese modo es Víctor Tujschinaider, organizador de este partido despedida.

Los asistentes

Hay otro micro, pero en la plaza San Martín. Se lee “Especial” en la parte superior, y hasta parece una confirmación de toda la jornada.  En el parabrisas, una hoja donde se lee “Partido Cholo Guiñazú”. En la fila de espera, decenas de hinchas de Talleres que apuran al chofer. Nadie quiere llegar tarde a la fiesta. Sobre todo, por el homenajeado.  Son los de la “T”, los miles de la “T” que van a despedir a su ídolo, al que volvió para devolverlos al lugar que merecían. Los que se acuerdan, cuando el colectivo pasa por Alberdi, de su rival.

Son los mismos que cantan, ríen y van llenando el paisaje de azul y blanco. Pero a diferencia de cualquier domingo, con un número que predomina. El 5 en la espalda, se repite, cuasi que se reproduce a medida que el Estadio Kempes aparece en el horizonte. Y es que ese número 5, les empezó a cambiar el horizonte a toda la hinchada. De los estadios por todo el país, al mítico Morumbí. De viajar en colectivo a destinos muy alejados, a hacerlo en aviones para llegar a San Pablo…

Son los miles que van ocupando sus lugares. Que quieren gritar, pero se emocionan. Quieren estar ahí y a la vez no. Porque se acuerdan de cuando el “Cholo” dijo que ya no jugaba. Ese nudo en la garganta popular, vuelve y alguna que otra lágrima aparece. Se la trata de quitar distrayéndose mientras  el partido entre el equipo femenino de Talleres y el de Gauchos argentinos, integrado por artistas y periodistas se desarrolla. O mientras La Barra sube a cantar; o mientras Adrián Gómez hace humor con tonada y los parlantes hacen retumbar a todo el estadio con el pedido del aplauso para el “Cholo fuerza , Cholo ascenso, Cholo garra, Cholo pueblo”; o mientras en las pantallas gigantes se repiten momentos eternos con la firma del nacido en General Cabrera.

“T”e invito a mi fiesta

Pasadas las 19.30, no faltaba nadie. Inclusive hinchas de Inter de Porto Alegre, que llevaban el 5 en la espalda. Menos sus amigos y el equipo de Talleres histórico. Ese donde él ya tiene su lugar asegurado.

Sus amigos, vestidos con un naranja furioso, fueron Leonardo Díaz; Bruno Silva, Gabriel Milito, Juan Pablo Sorín, Nicolás Burdisso; Federico Insúa, Paulo Silas; Diego Forlán, Diego Milito, dirigidos por José Pekerman. Mientras que en Talleres Histórico jugaron Mario Cuenca; Ivo Chaves, Julián Maidana, Daniel Kesman, Julio Buffarini; Daniel Albornós, Andrés Cubas, Emanuel Reynoso, Diego Garay; Rodrigo Astudillo, José Valencia, también participaron Florencia Pianello y Yamila Cazón, del equipo femenino del albiazul que juega la Liga Cordobesa. El DT fue Frank Kudelka.

El aplausómetro también dejó mensajes claros: Kudelka, Zelaya, Garay, Albornós, Reynoso, Maidana, Herrera, Willington, Pekerman, Forlán y Sorín fueron de los más aplaudidos. Además de PIñón Fijo, que en teoría jugaba para los primeros, pero no pudo con su condición de hincha tallarín.

Pero faltaba la ovación final. Faltaba la frutilla de este postre, de este banquete que la gente se estaba dando… Y sobre todo el culpable de todo esto. Cuando las luces iluminaron el túnel, salió él. El “Cholo” generó un aturdimiento acompañado de la emoción de quienes estaban ahí. De Gregorio, quien diría que desde que nació fue de lo más fuerte que le tocó ver, en cuanto a su idolatría. De “Loly”, que sabe de deportistas grosos, por haberlos entrevistado y no duda: “él es el más grande”. De “Oscuro”, que abrió tantos vinos en su nombre. De Gustavo, que gracias al “5”, logra que su alma esté en el Kempes, mientras sigue todo a la distancia.

El festejo

Sí, se jugó un partido. Donde el Guiñazú jugó primero con sus amigos, y fue el mismo “Cholo” quien abrió el marcador a los 3 minutos. Las risas no eran solamente por el ánimo del momento, si no porque el goleador fue el homenajeado. Y porque le metió el gol… a Talleres. Sí, al club de sus amores. 

El segundo llegó de parte de Diego Milito, frente a un Talleres que no podía frente a la calidad de los de naranja y menos contra el que daba las indicaciones en el medio de la cancha… El mismo que cuando terminó el primer tiempo, se puso a bailar cuarteto con Dale Q’ Va, como si estuviese en el patio de su casa. Y es que lo estaba…

El segundo tiempo lo tuvo al Cholo con su camiseta. Con la albiazul. Con la que más lo identifica, más allá de que ha jugado en varios clubes. Porque como rezaba el telón, cuando salió a la cancha es un “Gladiador Albiazul”. Un tipo que vino para devolverlo a su lugar. Un jugadorazo, que apareció cuando más se lo necesitaba. Un tipo que trajo valores diferentes, una persona común, humilde, que logró para millones de fanáticos cosas inmensas. 

Casi al final del partido, la voz del Carlos “El Bocha” Houriet, quien inmortalizó el gol del Cholo por el ascenso con su relato desde lo más hondo, que le puso palabras al delirio, a las lágrimas, al corazón en las manos de todos, se rendía ante Guiñazú una vez más. Fue cuando entraron sus hijos, para jugar con él.

Lucas, el más chico, tras un penal sobre Junior Arias fue quien marcó el descuento y el resultado final. Para que el cierre fuese con toda su familia -inclusive Gladys, su madre- que lo acompañó a ver un video emotivo con recuerdos e historias de sus más cercanos.

El cierre

De golpe las luces se apagaron, justo cuando el relator pedía que repitiera la jugada. Estaba parado en la misma parte de la cancha, que cuando agarró la pelota y la clavó en el ángulo. Cuando le agradeció al cielo y a su padre esa emoción. Cuando cumplió el sueño de los dos, de jugar con la camiseta de Talleres y lograr algo importante. 

Cuando las luces se apagaron, el iluminado fue él. Él, que puso así fin a su exitosa carrera profesional, a los 41 años, después de doce títulos y 16 partidos con la camiseta del seleccionado argentino. 

Cuando el estadio hizo silencio para escucharlo decir “gracias”, como casi en toda la noche, la emoción ya no pudo aguantarse. Una y otra vez él agradeció, una y otra vez ese número 5 de su espalda, con varias imágenes de él se agradaba. Una y otra vez, pasaron su gol histórico. Una y otra vez, los aplausos y la garganta roja por el Cholo. Una y otra vez, el hincha agradecido a un tipo que le cumplió lo que prometió y le devolvió el carnaval, en aquel junio fresco. 

Una y otra vez, al final de la noche miramos una bandera gigante que colgaba desde la segunda bandeja. Ahí se leía “Fuego Sagrado” y se veía la cara del Cholo, que era la mejor síntesis de esta noche; de aquel domingo o ese miércoles en San Pablo. Un resumen perfecto de su carrera, de su condición que generó respeto en todos los clubes por los que pasó: Newells, Independiente, Perugia de Italia, Saturn de Rusia, Libertad de Paraguay, Vasco da Gama e Inter de Brasil y Talleres de Córdoba.

Ese fuego sagrado que lo catapultó al olimpo de los dioses futboleros, mínimamente en La Docta. Ese fuego que encendió a la mitad futbolera de Córdoba, en los tiempos más grises de su historia. Ese fuego sagrado que sirve para iluminar a todo un estadio a oscuras, emocionando a propios y extraños. Como a quien escribe, que además gritó aquel gol del ascenso, como si hubiese sido de la “T”. Y se emocionó, sin saber la razón por mucho tiempo. Pero que el sábado lo entendió: El “Cholo” es un fuera de serie y lo quiere y respeta toda la gente. Toda.

Crónica y fotos: Juan José Coronell