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Tiempo Argentino: dueños de sus palabras

El caso 'Tiempo Argentino' es un ejemplo de cómo un grupo de trabajadores unidos puede superar desde un lockout de la patronal hasta la entrada de una patota en plena madrugada de un lunes.

Fotografía: Tiempo Argentino.

El edificio de Amenábar 23 es imponente. Una garita y un patrullero dan cuenta que es la redacción de Tiempo Argentino. El policía atiende su celular sin prestar atención a las personas que entran y salen, es paradójico que sea el custodio designado por el Estado. Una señora abre la puerta mientras toma unos sorbos de mate. Su papel de portera se volvió esencial desde que una patota entrara a la redacción la semana pasada. Sin embargo, ese terremoto parece haber pasado ya que en el primer piso se encuentra la verdadera redacción: ruidos de teclados, voces y teléfonos dan el clima ideal para un buen trabajo periodístico.

¿Quién se imaginaría que estos trabajadores son dueños de sus palabras desde hace más de tres meses? El clásico matutino de Tiempo Argentino ya no existe más, lo que se encuentra en este edificio es la cooperativa de trabajadores “Por Más Tiempo”. El proceso que culminó en esta empresa gestionada por sus propios periodistas tuvo una duración de más de siete meses donde la patronal y el Estado desaparecieron dejando a los trabajadores a su suerte.

Cuando comenzó el conflicto – fines de diciembre – el plantel del diario contaba con 205 trabajadores. Ahora, quedaron 125, algunos porque consiguieron otros trabajos, no podían seguir el proceso o realizaron verdaderos retiros voluntarios”, cuenta Gustavo Cirelli, director periodístico del diario. Cirelli ya estaba en este puesto cuando Tiempo Argentino era una empresa comercial, ahora en forma de cooperativa fue ratificado de manera democrática por los trabajadores. “El diario sale de manera semanal ya que no tenemos plata, por nosotros saldríamos como matutino”, sentencia.

El Consejo Directivo de la Cooperativa, centro neurálgico de todo el funcionamiento de “Por Más Tiempo”, funciona en la oficina cedida por el director, debido a que era la única oficina que tenía llave. Integrado por siete personas se encargan de que la empresa este al día en cuanto a los papeles, las inversiones y la repartición del dinero entre los empleados.

Desde que se inscribieron formalmente como cooperativa el pasado 19 de abril en el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), los trabajadores realizaron dos retiros, es decir, cobraron dos sueldos. Pero con una particularidad que recalca la solidaridad entre los trabajadores: todos cobraron la misma cantidad de dinero, desde la portera hasta Cirelli. El retiro se calcula en base a la cantidad de horas trabajadas, para evitar grandes diferencias se impuso un tope de 30 horas semanales.

Todo esto que se está viviendo es un cambio cultural muy grande. La figura de un patrón por coincidencia u oposición, te ordena”, reflexiona Cirelli. De entrada rompe el mito de que el horizontalismo está en todos los planos del trabajo de la redacción del diario. “Es necesario un orden jerárquico para laburar ya que hay varios problemas que se tienen que resolver de manera verticalista. Además, siempre va a existir la dictadura del cierre”, comenta el director.

Esta dictadura antes era todos los días, ahora comienza los viernes para que el diario pueda salir a la calle los domingos para llegar a los puestos de diarios en ciudad de Buenos Aires. La cooperativa utiliza el sistema de suscripciones como la principal fuente de ingreso. Por un módico precio de 120 pesos, se puede recibir el diario en el domicilio todos los meses. Por otro lado, si se pagan 200 se asocian a la cooperativa y se recibe contenidos exclusivos vía web. “Los ingresos del diario se dividen en un 50 por ciento para los periodistas, 40 por ciento para los canillitas y 10 por ciento para la imprenta”, explica Cirelli.

El traspaso de matutino a semanal permitió al medio realizar otro tipo de periodismo: uno de producción e investigación. Esto se puede ver en las diversas primicias que han sacado desde el diario en los últimos meses, por ejemplo en uno de los grandes títulos de la edición del domingo pasado: “El insólito robo a Michetti que se intentó ocultar”.

Sin embargo, surgieron algunos problemas. Gimena Fuertes, periodista de la sección de Política comenta la dificultad de explicarle a las fuentes de que el diario volvía a salir pero de manera semanal. Además, la periodista que se encargará de cubrir las noticias del Congreso, lamenta que aún no se tiene ni vehículo ni dinero para los viáticos. “Todo se hace a pulmón y con el corazón”, sentencia.

Los trabajadores planean que el medio salga todo los días mediante el lanzamiento de una nueva página web. “En la actualidad, el portal es de transición ya que sólo subimos contenidos de la edición impresa, lo que en realidad queremos es tener una web que se actualice todo el tiempo”, comenta Fuertes. “El problema que hay es que tenemos que organizar como cubriríamos las guardias para que la página este todo el tiempo actualizada, además, queremos tener contenidos de producción propia, marcar nuestra propia agenda”, ratifica.

Lo único que le queda a “Por Más Tiempo” son las metas por cumplir. La primera y la más importante que era la de volver a salir a la calle. Lo lograron con creces. Aunque la situación económica actual de la cooperativa es difícil, Fuertes opina que no hay nada mejor que realizar esta aventura con sus compañeros, resistiendo y luchando. Un sueño hecho realidad para los periodistas que por fin son dueños de sus palabras.

Historia de un vaciamiento

Paguen los sueldos de Tiempo Argentino

Todas las luchas anteriores al cierre del diario fueron claves para la gestación de la cooperativa”, recuerda Gustavo Cirelli, director periodístico del medio. El vaciamiento de Tiempo Argentino y del Grupo 23, pertenecientes a Sergio Szpolski y Martias Garfunkel, empezó hace más de siete meses. Todo comenzó el 18 de diciembre de 2015, ocho días después de que Mauricio Macri asumiera como presidente de la Nación. Ese día la empresa Balkbrug SA no pago el medio aguinaldo a los periodistas del diario.

Desde la cúpula empresarial, se justificaron con que había problemas de financiamiento y que todo se arreglaría para antes de las fiestas. Resultaba raro esta exclamación cuando el Grupo 23 fue una de las empresas que más pauta oficial recibió entre el 2009 y 2015, unos 800 millones de pesos. La promesa nunca se cumplió y la situación se agravo ya que el sueldo de diciembre tampoco se pagó. Otro nuevo anuncio: en enero se cobraría el sueldo con el aguinaldo incluido. Nada.

La novedad ocurrió el 22 de enero con una noticia que sorprendió a propios y extraños. Tiempo Argentino, Infonews y Radio América fueron vendidas al Grupo M de Luxe de Mariano Martínez Rojas, un empresario correntino que nunca había tenido experiencia en los medios. El nuevo capitalista tenía varias denuncias por estafas relacionadas a la compra y venta de autos y deudas por 143 mil pesos cuando realizó la transacción. Ya para ese momento, los trabajadores del diario pedían al gobierno nacional el pago del programa Reconversión Productiva (REPRO), una medida implementada por el ex ministro de Trabajo Carlos Tomada, para salvar a las empresas cerca de la quiebra. “Aunque logramos una línea de subsidios del plan Cooperativa, hasta el día de hoy esperamos el pago del REPRO”, comenta Cirelli.

El 30 de enero se produjo un momento inolvidable para todas los trabajadores del diario. Sin creer en el nuevo capitalista. Los periodistas realizaron un festival en Parque Centenario para reclamar por el pago de los sueldos. 30 mil personas presenciaron el festival donde tocaron bandas como Chango Spasiuk, Acorazado Potemkin, Las Manos de Fillipi y La Bersuit Vergarabat, fueron algunos de los artistas que estuvieron.

La promesa de sacar a flote a Tiempo Argentino fue una mera ilusión cuando los trabajadores siguieron sin cobrar sus sueldos. En la mañana del 5 de febrero, la imprenta que publicaba el diario llamó a la redacción quejándose de una falta de pago. “Le mande un mensaje a Martínez Rojas para saber que pasaba, me contesto a la tarde diciéndome que el diario no iba a salir hasta que se resuelvan los problemas económicos. Eso fue un claro lockout de la patronal”, recuerda indignado Cirelli. La respuesta de los periodistas fue la decisión – asamblea por medio- de tomar de manera pacífica la redacción para defender su trabajo.

El 22 de marzo Martínez Rojas, cansado y con deudas hasta el cuello, decidió rescindir el contrato que firmó por la compra del diario. Esto generó un hueco legal en donde nadie amparaba a los periodistas.

En respuesta a toda la situación que los trabajadores vivían, decidieron sacar a la calle una edición especial para el 24 de marzo, día de la Memoria, Verdad y Justicia en conmemoración a la última dictadura militar argentina. Como en viejas épocas, los periodistas oficiaban de canillitas entre la muchedumbre y repartían el diario. El precio era a elección de cada cliente. El nombre del diario cambió a “Tiempo Argentino, dueños de nuestras palabras”. Nunca mejor escrito.

El eje al principio era reclamar por los sueldos, que no cobramos durante tres meses y medio. La idea de volver a publicar el diario surgió cuando los 35.000 ejemplares de la edición especial se agotaron en cinco horas”, recuerda Javier Borelli, director de la cooperativa “Por Más Tiempo”. “Ese día la gente nos pagaba más de lo que valía, nos preguntaban cuándo salía otra vez y nos decían que se querían suscribir. A raíz de esta respuesta decidimos constituirnos como cooperativa”, dijo. Con los cerca de 900 mil pesos recaudados se dividió en dinero para los trabajadores y además, un fondo para el relanzamiento del diario.

El 19 de abril fue el día en que la Cooperativa “Por Más Tiempo”, nombre elegido por la gacetilla sindical que realizaban los trabajadores para visibilizar el problema, fue inscrita como toda una Cooperativa de trabajo gestionada por sus propios trabajadores, sin patrón. La historia de vaciamiento sufrida por este medio demuestra que no todas las luchas son en vano y que en muchas se puede creer.

Patotas, presuntos patrones y políticos

Chabon pegandole a la puerta
Fotografía: lavaca

En la madrugada del lunes 4 de julio , una patota de unas 20 personas ingresaron al edificio de Amenábar 23 y al Estudio de Radio América. Luego de echar a los trabajadores que hacían guardia desde que se tomó de manera pacífica la redacción el pasado 5 de febrero.

Gracias a las nuevas tecnologías, los periodistas se pudieron contactar con la Policía y sus compañeros de redacción. La situación empeoraba aún más cuando las fuerzas de seguridad no querían entrar al edificio sin recibir una orden de Verónica Andrade, la fiscal de turno. “Acá hubo una posición activa por parte de la policía para impedir que se recuperara la redacción”, sentencia María del Carmen Verdú, abogada penalista de Correpi (Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional) y de la cooperativa Por Más Tiempo.

Luego de una ardua negociación, algunos periodistas del diario entraron por su cuenta. Gustavo Cirelli, director del diario, fue uno de los primeros en entrar. No podía creer lo que estaba sucediendo: “Cuando vi la cara de Mariano Martínez Rojas rodeado de la patota, no lo podía creer”. Si, el presunto dueño de la empresa, el que se jactaba de editar el diario estaba dentro de la redacción rompiendo todo con 19 personas más.

Pasado el momento de incertidumbre y shock, los trabajadores de Tiempo Argentino anunciaron que iban a sacar una edición especial el martes 4 de julio para contar lo que sucedió desde su propia óptica. El diario se agotó pasado el mediodía.

“A pesar de que todos se encontraban en muy mal estado, el internet y los cables de información estaban cortados, el diario salió igual. Allí fue clave la participación de un socio del medio que era analista en sistemas y el encargado del Grupo 23, que ya no pertenece más a Tiempo pero vino a ayudar, conseguimos volver a tener internet”, recuerda Javier Borelli, director de la cooperativa Por Más Tiempo. A la vieja usanza, mientras esquivaban los escombros, los periodistas corrían con sus pen drives con las notas ya que sólo algunas de las computadoras seguían funcionando.

La edición fue realizada con tripa y corazón. Nos pareció que lo importante era salir a la calle y lo logramos con un trabajo muy decente”, cuenta Borelli.

En la semana posterior al ataque, un hecho sorpresivo ocurrió. Mientras Cristina Fernández de Kirchner se encontraba en Buenos Aires para resolver problemas judiciales, decidió por ir a visitar el edificio en Amenábar 23. “A Cristina Kirchner se la recibió como a cualquier otro líder político, no tuvo un trato diferencial. Ella asumió su culpa aunque se atajó que no puede saber lo que hacen todos sus intendentes”, comenta Borelli en referencia a que Sergio Szpolski, ex dueño del Grupo 23, fue candidato del Frente Para la Victoria por la intendencia de Tigre en 2015.

Cristina Borelli y Cirelli
De izquierda a derecha: Javier Borelli, Gustavo Cirelli y Cristina Fernández de Kirchner. Fotografía: Tiempo Argentino.

Del otro lado de la “grieta” y en el viejo continente. Mauricio Macri, actual presidente de la Nación, repudió – a su forma – el ataque contra Tiempo Argentino. Sin embargo, en declaraciones que realizó al diario La Nación sentenció que está mal cualquier tipo de usurpación. “Me parece peor todavía con el ejercicio de la violencia, pero claramente nadie tiene derecho a usurpar lo que no es de uno”, agregó el jefe de Estado.

Hasta ahora ningún funcionario de Cambiemos ha venido a la redacción, al presidente lo invitamos a que venga, lo vamos a tratar de manera cordial y gentil aunque crea que somos usurpadores”, responde el editor de la Sección Sociedad. En los incendios que sufrió el edificio de Canal 13 en enero de este año, Patricia Bullrich, ministra de Seguridad, apareció a los pocos minutos. Ya paso más de una semana y nunca pisó la redacción de Amenábar 23.

La dirigente de Correpi es más dura y plantea que Macri busca poner en un mismo nivel a la patota de Martinez Rojas con los trabajadores del diario. “Según el Ministerio de Trabajo de la Nación, los periodistas de Tiempo Argentino son los custodios legales de los bienes. Esto es una teoría de los dos demonios”, define Verdú.

Ni las patotas, ni la Policía y menos el Estado pueden detener a esta fábrica recuperada que se ha puesto en marcha de vuelta. La lucha de los trabajadores es mucho más grande que las banderas partidarias y que el afán de un presunto dueño por recuperar su fábrica. Tiempo Argentino es un ejemplo de lucha y de que un periodismo sin patrón es posible.