Rock

Arbolito en Vorterix: Baila, baila el Continente

Un violín y un charango esperan estacionados en una mesita con forma de triángulo a que alguien los saque a bailar. Si me paro en puntas de pie veo acostadas ahí mismo algunas flautas, un sicu, una quena y un clarinete queriendo sumarse a la fiesta. Una fiesta infalible. Porque cuando Arbolito dice Acá Estamos, no queda ni una sola duda que sí, que ahí están, consolidados, radiantes, despilfarrando virtuosismo desde la más honorable modestia, manoteando al destino, haciéndolo suyo. Arbolito estuvo el viernes en Vorterix y, claro, como no podía ser de otra forma… ahí estuvimos. Los formoseños de Guauchos habían hecho un impecable trabajo para bautizar la noche con un agite tempranero en Colegiales. Rock folclórico dice la teoría, pero en la práctica estos muchachos tienen el don de erizarle la piel a los azulejos. Un show corto, de unos 40 minutos, que contó con temas de su primer trabajo, que lleva el mismo nombre de la banda, y algunos anticipos de lo que será Pago, su nuevo material, del que pudo desprenderse un el impresionante, “Escuchando tu voz”. Minutos después de las nueve de la noche, los primeros compases de una chacarera se adueñaron de las palmas de los presentes. Escucho primero cómo vienen y me sumo a la cuarta o quinta pasada, no sea cosa de entrar justo a cagar el ritmo y confundir al resto. De prepo se improvisa una pista de baile que me dispara contra un costado, dejándome justo en la platea preferencial para ver cómo un mozo conquista a una morocha de jean y Toppers blancas, y la engatuza hasta hacerla bailar un compás improvisado, pero convincente. El arranque de la mano de “Acá estamos”, un instrumental quebrado solo con el primer “buenas noches”, seguido por “Cambiar la piel”, “No somos nada”, “Color de tierra”, “Cruje” y “Piel”, todos parte del más reciente disco de esta banda, con fecha de 2012,  de nombre Acá Estamos, que ya lleva un año en las calles, y del cual no dejaron ni un tema sin sonar. “Condenada soledad”  sigue en la lista, invitando con su vuelan pájaros al mar, algo nos dice que no hay que esperar, a una pareja de chiquilines a compartirse un beso eterno y tibio de ojos cerrados, de esos que dan ganas de tener por un ratito. Siempre en el mismo disco, los acordes que pasan ahora son de “En un cristal” y “Sensaciones”, con su video oficial proyectándose a espaldas de ésta banda egresada de la Escuela de Música Popular de Avellaneda. Y para completar la pasada entera del álbum solo queda escuchar “Este abrazo”, reafirmando que un surco se abrió en el continente,  que el abrazo latinoamericano puede sentirse tan rico como se sueña; y “Volver”, atado a un falso final de show, al que todavía le faltaban muuuuchos, pero muchos temas. En casi dos horas, los Arbolito pasearon por toda su discografía: De La Arveja Esperanza, lanzado en 2002, sonó “Vinito y amor”, además de su tema homónimo y “Si me voy antes que vos”; de Despertándonos, trabajo del 2009, pudo escucharse “Pachamama”, una canción que bien podría ser un himno,  “Europa”, “Baila, baila”, entre otros; de Cuando salga el Sol, disco del 2007, temas como “Saya del Yuyo” y “Chacarera de las cloacas”, una letra que activa  una imperiosa necesidad de revolear lo que sea que se tenga a mano o atado al cogote. La lista es interminable, la entrada se paga sola. Entre tema y tema aprovechan a informar que durante todo junio estarán presentándose en el CAFF (Club Atlético Fernández Fierro), en formato acústico; de paso agradecen por la fiesta, “una fiesta hermosa”, que sigue, sigue, no para, en la que uno de los violines parece incendiado, escupe fuego y el sicu abandona lo propio e intenta darle aire, pero no puede, entonces lo deja, lo deja ser, explotar, contagiar. Y la mano del bajista parece un cisne, enroscada, bañada en talento, casi imperceptible de distinguir en un grupo en el que todos se destacan y parecen tener siempre un ancho bajo la manga, donde todos cantan truco, re truco y quieren vale cuatro. Es que con Arbolito se caen las estructuras y te dan ganas de bailar. Un show al que no le falta pogo ni candombe, que te deja aplaudir al ritmo de las chacareras más rústicas así como te paga un pasaje al viaje que más te pinte. Y el suelo late, sigue el pulso de una incipiente taquicardia, las fronteras por un ratito atinan a borrarse y querés creer otra vez que el mundo podría estar abrigándose bajo una misma colcha. Una banda que es más que una banda, que lleva un mensaje de unidad, de amor, que apuesta al cambio, a querer más lo que tenemos, a recordar más lo que tuvimos, a revalorizar y revalorizarnos, desde el pasto hasta el sol. Arbolito estuvo en el Vorterix y su raíz prendió en todos lados.   [gallery ids="76632,76653,76652,76651,76650,76649,76648,76647,76646,76645,76644,76643,76642,76641,76640,76639,76638,76637,76636,76635,76634,76633,76631"]

Un violín y un charango esperan estacionados en una mesita con forma de triángulo a que alguien los saque a bailar. Si me paro en puntas de pie veo acostadas ahí mismo algunas flautas, un sicu, una quena y un clarinete queriendo sumarse a la fiesta. Una fiesta infalible. Porque cuando Arbolito dice Acá Estamos, no queda ni una sola duda que sí, que ahí están, consolidados, radiantes, despilfarrando virtuosismo desde la más honorable modestia, manoteando al destino, haciéndolo suyo. Arbolito estuvo el viernes en Vorterix y, claro, como no podía ser de otra forma… ahí estuvimos.

Los formoseños de Guauchos habían hecho un impecable trabajo para bautizar la noche con un agite tempranero en Colegiales. Rock folclórico dice la teoría, pero en la práctica estos muchachos tienen el don de erizarle la piel a los azulejos. Un show corto, de unos 40 minutos, que contó con temas de su primer trabajo, que lleva el mismo nombre de la banda, y algunos anticipos de lo que será Pago, su nuevo material, del que pudo desprenderse un el impresionante, “Escuchando tu voz”.

Minutos después de las nueve de la noche, los primeros compases de una chacarera se adueñaron de las palmas de los presentes. Escucho primero cómo vienen y me sumo a la cuarta o quinta pasada, no sea cosa de entrar justo a cagar el ritmo y confundir al resto. De prepo se improvisa una pista de baile que me dispara contra un costado, dejándome justo en la platea preferencial para ver cómo un mozo conquista a una morocha de jean y Toppers blancas, y la engatuza hasta hacerla bailar un compás improvisado, pero convincente.

El arranque de la mano de “Acá estamos”, un instrumental quebrado solo con el primer “buenas noches”, seguido por “Cambiar la piel”, “No somos nada”, “Color de tierra”, “Cruje” y “Piel”, todos parte del más reciente disco de esta banda, con fecha de 2012,  de nombre Acá Estamos, que ya lleva un año en las calles, y del cual no dejaron ni un tema sin sonar. “Condenada soledad”  sigue en la lista, invitando con su vuelan pájaros al mar, algo nos dice que no hay que esperar, a una pareja de chiquilines a compartirse un beso eterno y tibio de ojos cerrados, de esos que dan ganas de tener por un ratito.

Siempre en el mismo disco, los acordes que pasan ahora son de “En un cristal” y “Sensaciones”, con su video oficial proyectándose a espaldas de ésta banda egresada de la Escuela de Música Popular de Avellaneda. Y para completar la pasada entera del álbum solo queda escuchar “Este abrazo”, reafirmando que un surco se abrió en el continente,  que el abrazo latinoamericano puede sentirse tan rico como se sueña; y “Volver”, atado a un falso final de show, al que todavía le faltaban muuuuchos, pero muchos temas.

En casi dos horas, los Arbolito pasearon por toda su discografía: De La Arveja Esperanza, lanzado en 2002, sonó “Vinito y amor”, además de su tema homónimo y “Si me voy antes que vos”; de Despertándonos, trabajo del 2009, pudo escucharse “Pachamama”, una canción que bien podría ser un himno,  “Europa”, “Baila, baila”, entre otros; de Cuando salga el Sol, disco del 2007, temas como “Saya del Yuyo” y “Chacarera de las cloacas”, una letra que activa  una imperiosa necesidad de revolear lo que sea que se tenga a mano o atado al cogote.

La lista es interminable, la entrada se paga sola. Entre tema y tema aprovechan a informar que durante todo junio estarán presentándose en el CAFF (Club Atlético Fernández Fierro), en formato acústico; de paso agradecen por la fiesta, “una fiesta hermosa”, que sigue, sigue, no para, en la que uno de los violines parece incendiado, escupe fuego y el sicu abandona lo propio e intenta darle aire, pero no puede, entonces lo deja, lo deja ser, explotar, contagiar. Y la mano del bajista parece un cisne, enroscada, bañada en talento, casi imperceptible de distinguir en un grupo en el que todos se destacan y parecen tener siempre un ancho bajo la manga, donde todos cantan truco, re truco y quieren vale cuatro.

Es que con Arbolito se caen las estructuras y te dan ganas de bailar. Un show al que no le falta pogo ni candombe, que te deja aplaudir al ritmo de las chacareras más rústicas así como te paga un pasaje al viaje que más te pinte. Y el suelo late, sigue el pulso de una incipiente taquicardia, las fronteras por un ratito atinan a borrarse y querés creer otra vez que el mundo podría estar abrigándose bajo una misma colcha. Una banda que es más que una banda, que lleva un mensaje de unidad, de amor, que apuesta al cambio, a querer más lo que tenemos, a recordar más lo que tuvimos, a revalorizar y revalorizarnos, desde el pasto hasta el sol. Arbolito estuvo en el Vorterix y su raíz prendió en todos lados.