Género

Cultura de la violación: Hablemos de fútbol

Una sociedad que se jacte de tener avances en materia de género no puede ir de la mano de cargadas al rival que inciten a la violencia machista. ¿Por qué si nos damos cuenta de que violar está mal cantamos canciones que hablan de sometimiento y humillación sexual?

Hinchas de River disfrazaron una muñeca inflable con la camiseta de Boca.

Hablar de fútbol un día como hoy es complicado y más cuando las emociones siguen a flor de piel. Los que ganaron continúan en la euforia total y los que perdieron, en la desolación absoluta. Y hablar de fútbol un día como hoy es aún más complicado si quien opina es una mujer. Avances en materia de género no pudieron todavía conquistar del todo el campo de juego ni lo que pasa en las tribunas, porque sigue siendo un espacio minado de violencia machista naturalizada, incluso por parte de hombres (¡Y mujeres también!) que después militan el #NiUnaMenos. Frases como “te rompimos el orto“, “te cogimos“, “la tenés adentro” siguen siendo las elegidas para festejar un triunfo futbolístico, sin pensar que detrás de eso hay una cultura de la violación más latente que nunca. Entonces, ¿Por qué si nos damos cuenta de que violar está mal cantamos canciones que hablan de sometimiento y humillación sexual? ¿Hasta qué punto se puede tolerar el folklore del fútbol?

 


Primero lo primero: violador es, según la RAE, aquel que “tiene acceso carnal con alguien en contra de su voluntad”. Por ende, entendemos que no es violador un tipo que en la cancha -desde el anonimato que te brinda la multitud- canta “la hermana revolea la cartera, la vieja chupa pijas por ahí”. Tampoco es un violador aquel que tuitea en las redes sociales frases como “me duele la pija de tanto coger”, haciendo alusión a que le gana constantemente a otro equipo. Violadores son, por ejemplo, los femicidas de Lucía Pérez que la Justicia se encargó de dejar libres. Sin embargo, en una sociedad machista como en la que vivimos, no es casualidad que cuando queremos hablar de alguien destruido y humillado, aunque sea en el ámbito del fútbol, el primer ejemplo que se nos venga a la mente sea el de una mina violada. 

Es una práctica que no reconoce camisetas. Que se alimenta de todas las hinchadas cualquiera sea el color de su bandera. Y los ejemplos abundan. Como los hinchas de Independiente que colgaron un maniquí de una mujer con una camiseta de Racing y una bolsa en la cabeza que decía “puta violada” o los fanáticos de River que usaban muñecas inflables con la camiseta de Boca. Todo esto, sumado a canciones discriminatorias, xenófobas, homofóbicas y violentas es lo que conforma el “folklore del fútbol”, la “cosa sana, pibe”, eso que no lastima a nadie y que tiene como objetivo cargar sanamente al rival. 

 

Previo al clásico de 2017, hinchas de Independiente colgaron un maniquí que decía “Racing puta violada”

 

Hace tiempo, Triana Obregón escribió para Rock and Ball que cada vez que se compara al equipo perdedor con una “puta violada” en realidad, lo que se hace es enviar un mensaje de dominación. Y que en realidad, una violación no es un crimen sexual sino un crimen de poder.  “Como sostiene Rita Segato, la violación establece la dominación a través de la imposición de una ley moral patriarcal. Y la agresión física no es la única forma de violar, ni el violador es un ‘individuo anómalo, porque en él irrumpen determinados valores que están en toda la sociedad. Entonces, nos espantamos y el violador se convierte en un chivo expiatorio. Pero él, en realidad, fue el protagonista de una acción que es de toda la sociedad, una acción moralizadora de la mujer’”, explicaba en su nota.

La cultura de la violación está entre nosotros cada vez que banalizamos los abusos sexuales. Cada vez que se desconfía de la víctima. Cada vez que liberan violadores porque “compraron facturas y Cindor”. Cada vez que ponemos el foco en qué tan larga era la pollera que tenía puesta tan tarde por la noche. Cada vez que insultamos a la mamá, a la hermana, a la novia del otro para hacerlo enojar. Y cada vez que asociamos una derrota futbolística con la fragilidad de una mujer abusada. La cultura de la violación está y existe, y si verla es difícil es porque, justamente, la tenemos tan naturalizada e incorporada que no nos detenemos a pensar en ella.

 


Y por último, si de folklore del fútbol se trata, entonces de eso hablemos: de fútbol. Pero hablemos en serio. Hablemos de equipos que perdieron y no de “equipos violados”. Hablemos de ganarle al otro y no de “cogérselo”. Hablemos de técnicos que triunfan y no de técnicos que “te rompen el orto”. Y si en otro ámbito quieren hablar de sexo, entonces hablemos también. Hablemos de ganas, de deseo, de placer. Hablemos de sexo, no digo que no. Pero que sea siempre consentido. Que si no, no es sexo. Es violación.