Hay conciertos que no solo se viven, sino que se graban en la piel. El sábado por la noche, el Teatro Flores se volvió un templo gótico-punk donde la historia, la furia y la emoción se entrelazaron en un ritual colectivo. La segunda visita de The Damned a la Argentina —tras aquel debut en Groove en 2012 con un recinto a medió llenar— no fue simplemente un show más: fue una consagración, un acto de resistencia vital.

El recinto explotó, lleno como hacía tiempo no se veía, con pogos que atravesaron toda la noche y una audiencia encendida que cantó cada verso de cada canción, muchas veces con tanta vehemencia que eclipsó el sonido del escenario, que nunca terminó de acomodarse del todo. Pero nada de eso importó: la mística, el fuego, el caos controlado y la intensidad emocional fueron superiores.

El quinteto británico volvió a Buenos Aires con una formación de época, una especie de máquina del tiempo: Dave Vanian, Captain Sensible, Rat Scabies, Paul Gray y el siempre excéntrico Monty Oxymoron en teclados. Los mismos que grabaron “The Black Album” (1980) y “Strawberries” (1982), dos discos donde el punk muta, se expande, se mezcla con oscuridad, psicodelia, romanticismo y teatralidad.

Desde el primer riff de “Love Song”, el estallido fue inmediato. El estribillo “I’ll be the ticket if you’re my collector” fue gritado como mantra, con el pogo reventando las primeras filas y el resto de la sala coreando hasta desbordar. Ya desde ese inicio quedó claro que el sonido arrastraba desajustes, con voces y teclados a veces hundidas en la mezcla general, pero que eso no impedía una entrega emocional absoluta.

The Damned – (C) 2015 Soledad Amarilla

Con “Machine Gun Etiquette” tomó forma el espíritu original del punk británico, con ese groove acelerado y coros rabiosos que marcaron en su momento el estilo más punk-hardcore del grupo – incluso antes de que esos términos se hayan inventado – se encarnó con brutalidad. Las guitarras de Captain Sensible cruzaron la distorsión con melodías al borde del caos, y Rat Scabies transformó su batería en metralla. La velocidad de los versos fue un llamado a la acción que agitó cuerpos sin descanso generando uno de los momentos más intensos de la noche.

Cuando sonó “Wait for the Blackout”, la dimensión gótica tomó el centro del ritual. Ahí apareció el costado más poético y decadente de Dave Vanian, esa figura que mezcla la estampa de un crooner espectral con el filo punk. “Esperemos el apagón / Let’s wait for /La luz es demasiado brillante / Espera la noche / En la oscuridad no hay pecado //La luz sólo trae el miedo” cantó Vanian con voz grave y envolvente, mientras Monty Oxymoron desplegaba un colchón de teclados brumoso y dramático, dando al tema un aura de niebla emocional. Fue uno de los momentos más intensos y oscuros del set.

“Lively Arts” volvió a encender el caos alegre con ese toque teatral que solo The Damned sabe manejar: punk lúdico, burlón, con Captain Sensible haciendo coros como quien parodia el music hall y con Vanian marcando un contraste hipnótico. En ese mismo tono tragicómico, “The History of the World (Part 1)” fue una joya psicodélica y apocalíptica: Acabo de tocar tierra, chico, he llegado / Dile a los dinosaurios que simplemente no sobrevivirán”, cantó Vanian como un profeta desengañado, mientras el teclado de Monty recreaba una distopía sonora cargada de nostalgia futurista.

“Plan 9 Channel 7”, con sus reminiscencias sci-fi, fue pura narrativa sonora: un descenso a un cine de horror de los años 50, donde el bajo de Paul Gray marcaba un pulso fúnebre pero danzante. La historia de zombies y manipulación mediática se volvió performance en manos de Vanian, quien recitó cada frase como un actor de culto, una especie de Vincent Price punk.

The Damned – (C) 2015 Soledad Amarilla

Es solo una cuestión de actitud

Es claro que en escena Vanian emerge como una figura salida del inframundo elegante: campera de cuero, peinado con gomina, anteojos negros, el cuerpo rígido y a la vez etéreo. Un crooner gótico, un dandy del fin del mundo. Se mueve como un actor del cine expresionista, declamando con su voz cavernosa, acariciando las palabras como si fueran pétalos marchitos.

En él conviven el espíritu del vampiro, del galán del film noir y del predicador posmoderno. Fue imán y centro de toda la ceremonia, dueño de un registro vocal que oscilaba entre el murmullo narcótico y la invocación punk, con esa impronta inconfundible que inspiró a generaciones.

No necesita exabruptos: cada movimiento suyo parece coreografiado por el fantasma de Poe y la rabia de Iggy Pop. A su lado, Captain Sensible sigue siendo el alma sonora, impredecible, filosa, combinando crudeza y lirismo guitarrístico. El bajo de Paul Gray es el gran sostén emocional, con fraseos que nunca pasan desapercibidos. Monty OxyMoron, desde los teclados, aporta las capas de tensión gótica y teatral que convierten cada canción en escena. Y la base rítmica —segura, precisa, voraz— mantiene al público vibrando.

Con “Stranger On The Town” se mezcló el drama existencial con la elegancia decadente. Cada verso resonó con fuerza en la sala, casi tapado por el canto ensordecedor del público. Ese contraste —entre el desajuste del sonido y la precisión emocional de los músicos— fue una constante: el alma de las canciones superó cualquier limitación técnica.

Luego llegó la explosión con “Gun Fury (of Riot Forces)”, donde Rat Scabies sacó a relucir todo su pulso tribal, preciso y brutal, mientras Captain arrojaba acordes como cuchillas. Y “I Just Can’t Be Happy Today” fue un himno de ironía lúgubre, con la sala entera coreando cada estrofa a los gritos.

El bloque más introspectivo llegó con “Dr. Jekyll and Mr. Hyde”, una joya teatral donde Vanian se transformó en personaje literario, sumergido en sus propios demonios. A eso le siguió “Fan Club”, punk urgente, directo, con riffs sucios y pegajosos, que encendió nuevamente el pogo.

The Damned – (C) 2015 Soledad Amarilla

Una noche con todos los climas

El momento de mayor dramatismo lírico fue, sin duda, “Eloise”. La interpretación de Vanian fue conmovedora: su voz se alzó con fuerza casi operática sobre los teclados barrocos de Monty. El estribillo Eloise, Eloise” resonó como un lamento fantasmal, cargado de romanticismo y pérdida, un descenso hipnótico al corazón gótico de la banda. Aquí Vanian se volvió un actor de tragedia, deambulado entre frases largas, como si recitara desde un mausoleo. La influencia de este tema, con sus climas lentos y angustia ceremonial, se proyecta hasta hoy en grupos como The Cult, que replicaron esa intensidad litúrgica en discos como “Love” (1985).

“Life Goes On”, con Captain Sensible en voz principal, fue otro cambio de tono: más melancólica, reflexiva, una suerte de testamento melódico sobre el paso del tiempo. Tras ese tema, llegó el primer homenaje a Brian James, guitarrista fundador de la banda fallecido semanas antes. Vanian y Sensible le dedicaron unas palabras conmovidas, y el público respondió con una ovación respetuosa.

El cierre previo al encore fue una descarga: “Born to Kill”, “Noise Noise Noise”, “Ignite” —con su energía hardcore que marcó influencia directa en bandas como Bad Religion o Circle Jerks— y una atronadora versión de “Neat Neat Neat”, donde se fundieron el legado de The Stooges y el caos elegante de The Damned. El riff inicial fue el punto máximo de comunión entre banda y público, con el estribillo desbordando los parlantes.

Los bises fueron un momento de alta intensidad. “Curtain Call” fue otra vez un descenso hipnótico al corazón gótico de la banda desplegando toda su intensidad, con teclados sombríos y bajos envolventes. Aquí Vanian se volvió un actor de tragedia, deambulado entre frases largas, como si recitara desde un mausoleo esa epopeya gótica que marcó el rumbo para bandas como los ya mencionados The Cult, pero también The Mission, Fields of the Nephilim o incluso Nick Cave & The Bad Seeds.

Fue un momento suspendido en el tiempo, una misa negra de doce minutos donde cada integrante desplegó su arte. Luego vino el delirio: sólo de batería de Rat Scabies, lleno de humor, furia y teatralidad. Y cuando parecía que el desborde había llegado al límite… Rat prendió fuego literalmente los platillos, convirtiendo la performance en un acto de exorcización del ritmo.

Con “New Rose”, la piedra fundacional del punk británico, y “Smash It Up (Part 1 y 2)”, la banda ofreció su última descarga. Todo fue velocidad, humor ácido, riffs desbordantes. Y entonces, la última sorpresa: flores al público, una escena simbólica que combinó lo melancólico y lo macabro, una suerte de despedida teatral cargada de poesía.

El gesto se cerró con una imagen proyectada en pantalla: un jovencísimo Brian James en escena, sonrisa desafiante, guitarra en alto. Fue más que una foto. Fue un símbolo del punk como eterna juventud, como energía que atraviesa el tiempo y se rehúsa a morir, incluso cuando los cuerpos envejecen. Porque The Damned sigue allí, con más de 70 años en sus miembros, pero con fuego en sus manos y oscuridad en su voz.

Una ceremonia inolvidable, una clase de historia viva, un aquelarre sonoro que formó parte, también, del corazón emocional de todos los músicos que estaban entre el público, desde Boom Boom Kid hasta Wallas, Patricia Pietrafesa o Marcelo Pocavida. Todos ellos, como el resto de los asistentes, aprendieron algo más esa noche: que la música puede envejecer, pero el fuego que la alimenta no. Ese tal vez sea el mejor legado de los ingleses.

Punk, reggae y rockabilly: una previa más allá de los límites

El show de The Damned en Argentina no solo trajo de vuelta a una de las bandas fundamentales del punk británico, sino que además sirvió como plataforma para tres propuestas bien distintas, pero igual de intensas, cada una aportando su propia identidad a la noche.

Desde el rockabilly filoso y con mucha onda de Semilla de Maldad, pasando por la fusión de reggae y dub con espíritu combativo de Dub Clash Orquesta, hasta el folk punk ganchero y sin filtros de T.V. Smith, el público disfrutó de una previa variada y vibrante antes del plato fuerte de la noche.

Los primeros en salir a escena fueron Semilla de Maldad, que dejaron en claro su impronta con un rockabilly afilado, ejecutado con precisión y cargado de actitud. Luego llegó Dub Clash Orquesta, el proyecto de Sergio Rotman, que reversionó clásicos de The Clash en clave reggae y dub, destacando la innegable conexión entre esos sonidos y el punk más combativo.

Cuando llegó el momento de T.V. Smith, el público ya estaba en clima, y el ex líder de The Adverts—la efímera, pero influyente banda punk británica que dejó su marca entre 1976 y 1979—se plantó solo con su guitarra y desplegó un set atrapante. Repasó distintas etapas de su carrera, arrancando con “Only One Flavour” y revisitando clásicos de The Adverts como “No Time to Be 21”, “Bombsite Boy”, “Bored Teenagers” y, por supuesto, los infaltables “Gary Gilmore’s Eyes” y “One Chord Wonders”. También sumó material de su etapa solista, como “Generation Y”, “Expensive Being Poor” y “The Drink”.

Uno de los momentos más especiales de la noche fue cuando interpretó “Pushed Again”, el tema de Die Toten Hosen, banda que lo acompañó en su disco de “grandes éxitos” “Useless: The Very Best of T.V. Smith” (2001). Antes de tocarla, Smith recordó a Pil Trafa, el fallecido líder de Los Violadores, en un emotivo homenaje que resonó fuerte entre el público argentino.

Sobre el final de su show, Smith contó con la participación especial de Alex Musatov en violín, sumando un toque melódico y emotivo a la presentación. Musatov, reconocido por su trabajo en la Orquesta Fernández Fierro y por haber grabado canciones con Pilsen, es un violinista de formación clásica que ha sabido moverse con soltura en distintos géneros, desde el rock hasta el punk, aportando siempre una energía visceral a cada interpretación. Para cerrar, y ya con la audiencia completamente entregada, Smith se despidió con “Runaway Train Driver”, dejando en claro que, con solo una guitarra y su carisma intacto, sigue siendo un referente indiscutido del espíritu punk.

Fotos cortesía (C) 2015 Soledad Amarilla