Es sábado a la noche y todo está servido: el banquete vuelve a la capital del país. La última vez había sido en 2017, en cancha de Huracán, también. Los argumentos “dizque” burocráticos no fueron pocos y se prolongaron muchísimo. Y es que no lo eran, en realidad: eran políticos. Se ve que hay algo de molesto en la alegría de las multitudes. Más cuando hablan de la libertad, pero en serio.

Puede que más de un manual de estilo no coincida con esta forma de iniciar una crónica. Allá ellos. Basta con preguntarse ¿por qué no lo haríamos? Si la noticia principal es que volvieron a tocar después de que les prohibieran hacerlo, durante tantos años. Esto es tan complejo como simple: a la incomodidad, hay que nombrarla. Mucho más en estos tiempos, que tanta carencia y bozal de ideas reparten. Digamos como hay que decirlo, entonces: La Renga molesta porque no se calla. Deja huella, motor, alma y sangre, en la tierra donde pisa. Contiene y a la vez expone. Reflexiona en voz alta y en conjunto. No teme. Y si es necesario, estalla, como el mundo.

Son momentos históricos que empiezan con un deseo, a fuerza de voluntad y espera. Nunca se reducen al hecho en sí. Pueden ser horas, días, meses o años, antes y después, lo que duren. Ahora se harán eco, los días martes 1 y sábado 5 de julio, en el mismo lugar. Como sea, nada le quitará lo genuino a la sonrisa de volver a encontrarse, sin prohibiciones (ahora que es la nueva ley, parece, que no haya ley). “Después de tanto tiempo, regresamos a Capital. Quiero agradecer a los que nos hicieron el aguante y nos ayudaron para esta vuelta”, dijo Chizzo, en nombre de toda la banda y el staff de producción, asintieron Tete y Tanque, pero en rigor de verdad: habló entero el estadio Tomás Adolfo Ducó.

📸 Gisele Alejandra

Alguien tiene que decirlo: los signos de época también dijeron presente en los accesos. Los residentes del Hospital Garrahan recibieron ropa y juguetes en avenidas centrales y plazas aledañas, mientras que justo antes de empezar el recital, distintos testimonios hablaron de “enfrentamientos” (hasta donde pudimos recabar información, entre una decena de personas que intentaba ingresar al estadio, contra cientos de efectivos policiales, que terminó en dispersión con hidrantes y corridas). No trascendió demasiado en otros medios, sobre ninguno de ambos signos, más que lo dicho. Así que valga la mención, de mínima.

Pasadas las 21:00 hs., rugió la bestia en medio de la avenida -la que ruge de verdad, no la que grita porque sí, a ver si alguien la escucha-. Con un despliegue estentóreo de luces, telones y arreglos polifónicos, a lo largo de dos horas y media, la banda oriunda de Mataderos abarcó distintas épocas de su discografía, desde los inicios, hasta la actualidad, con cierto hilo conductor (a buen entendedor, ni pocas ¿hacen falta siempre las palabras?):

  • 1. Buena ruta, hermano
  • 2. Buena pipa
  • 3. A tu lado
  • 4. Tripa y corazón
  • 5. A la carga mi rocanrol
  • 6. El twist del pibe
  • 7. Motoralmaisangre
  • 8. Corazón fugitivo
  • 9. Ese lugar de ninguna parte
  • 10. Cuando vendrán
  • 11. Bien alto
  • 12. San Miguel
  • 13. El circo romano
  • 14. Dementes en el espacio
  • 15. La furia de la bestia rock
  • 16. Poder
  • 17. El monstruo que crece
  • 18. Hay un tirano que es para vos
  • 19. El cielo del desengaño
  • 20. Voy a bailar a la nave del olvido
  • 21. En el baldío
  • 22. La banquina de algún lado
  • 23. El juicio del ganso
  • 24. El rey de la triste felicidad
  • 25. Psilocybe mexicana
  • 26. El viento que todo empuja
  • 27. La razón que te demora
  • 28. El revelde
  • 29. Oscuro diamante
  • 30. El final es en donde partí
  • 31. Hablando de la libertad

📸 Gisele Alejandra

Antes de apagarse las luces (aunque sea ¿figurativamente?) dejaron una reflexión más: “estamos viviendo un tiempo muy cruel (…) nos tratamos para el orto, últimamente ¡¿qué pasa?! (…) hay que parar de darle de comer a ese monstruo que crece”.

Y es así. Como también es así, quedó demostrado, que lo que quisieron evitar durante todos estos años, era precisamente lo que ocurrió: un mensaje, nítido, que no niega la complejidad de lo existente, sino que intenta transformarla en algo reparador, más allá de un evento. Porque la música no empobrece, ni prohíbe, ni cercena derechos, ni roba, ni miente, ni mata. La música habla de la libertad, pero en serio. La libertad de poder elegir, ya que no pudimos hacerlo de movida con casi nada en la vida: qué, cómo, cuándo, dónde, con quiénes, con qué, para qué. Pero todos. Y no algunos pocos, que vivan a costa de todos los demás.

Y reírse. Sobre todo reírse. Porque aunque la crueldad quiera comerse todo, la alegría de las multitudes les molesta. Nuestro fuerte -todavía- es su debilidad. Esa música es la que seguirá resonando, aunque la quieran callar, en este y en todos los suelos, cada vez más, aunque -y porque- la calle siga desierta y la luna se haya posado sobre los techos.

📸 Gisele Alejandra