En Vivo

El lado interno de la luna

Escuchar Pink Floyd con proyecciones alusivas en una pantalla gigante ya es groso, pero se vuelve inolvidable si esa pantalla es… ¡El planetario!

La propuesta, en sí misma, suena tentadora: un tributo a Pink Floyd tocando dentro del Planetario de la Ciudad de Buenos Aires, con una puesta en escena que mezcla proyecciones relacionadas a la astronomía (empezando por el propio cielo) con otras relacionadas a las canciones y a la propia banda. Suena tan, pero tan, tentadora, que fue agotando todas las funciones que se agregaron.

Lo difícil de hacer algo tan grandilocuente y ambicioso es, justamente, estar a la altura de las expectativas que se generan, porque lo tentador es (prácticamente por definición) proporcionalmente riesgoso. En una propuesta así, todo puede fallar: que si el cantante pifia una letra, que si el sonido está muy fuerte o muy bajito, que si la pantalla no sincroniza o se traba… Pero nada de eso pasó.ecos 3

El relato de una experiencia de este estilo – en la que encima, como se adelantó aquí arriba, salió todo bien – merece una división entre la parte musical y la parte visual. En rigor, es necesario contarlo así porque si se hiciera absoluto hincapié en la combinación de ambas, la visual le ganaría necesaria pero inmerecidamente lugar a la banda por lo impactante del espectáculo.

“Ecos de Pink Floyd” estuvo impecable. Da gusto ver un tributo que se preocupa por absolutamente todos los detalles. Es cierto que se necesitan muchísimos músicos para emular el sonido de Floyd (once, según su página de Facebook), pero lo importante no es con cuántos recursos eso se logra, sino si efectivamente se logra, y es así.

En un sEcos 2how de estas características no es menor la relevancia de la lista de temas. Si bien la mayoría de las canciones de Pink Floyd serían aptas para una puesta de este tipo, la elección en este caso es perfecta. Y no, no será spoileada en esta humilde crónica. Solo es necesario resaltar dos cosas. En primer lugar, la banda tiene los huevos suficientes para dejar afuera clásicos que no calzan del todo en el formato, y eso está perfecto. En segundo lugar, muchas veces se duda de si este tipo de tributos tienen una cantante capacitada para interpretar bien “The Great Gig In The Sky”. “Ecos” no tiene una, tiene ¡tres!

De lo visual no hay mucho para decir: hay demasiado para experimentar. Un planetario (este cronista no lo sabía hasta visitarlo) no es una especie de “museo sobre el universo”, sino que es un domo con capacidad de proyectar en su techo una imitación muy realista de la disposición de las estrellas en el cielo de la ciudad en tiempo real. Dicho esto, el lector podrá imaginarse no solo las dimensiones de la pantalla, sino el tipo de proyecciones que se utilizaron. Estrellas, lunas, planetas, colores, psicodelia y algunas referencias más a Pink Floyd se intercalan en perfecta sincronía con la música.

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“Ecos de Pink Floyd” en el Planetario es una de las mejores propuestas culturales para este año, y se espera que se agreguen funciones porque ya están todas agotadas.  Si eso sucede, planeenlo con tiempo porque las entradas se acaban muy rápido, vayan abrigaditos porque está fresco adentro y prepárense para casi dos horas de una experiencia absolutamente disfrutable.

Politólogo por vocación, futuro economista por curiosidad, periodista por elección. Hincha de Alvarado de Mar del Plata y de alma menottista. El mundo es redondo y de ricota. Si por mí fuera, haría asado todos los días.