Marcelo 6allardo: 11 títulos, cinco victorias inolvidables y gestión total

Se cumplen 6 años del desembarco de Marcelo Gallardo en Núñez. Radiografía de su exitoso ciclo.

En algún universo paralelo, a Marcelo Gallardo no le entra la llamada de Enzo Francescoli en Cardales, sigue rumbo a Rosario y firma con Newell’s. Es un universo dónde no existen los 6 años que hoy cumple el “Muñeco” al frente de River, ni los 11 títulos ganados, ni el inalterable 9-12-18 como la chapa indeleble de un ciclo dorado al que sólo le faltan los dos extremos de la cadena: un título de liga local y un Mundial de Clubes.

Pero por suerte, para los hinchas de River ese llamado existió. Mucho pasó, de todo, entre aquella llegada tímida del Muñeco, con el pelo algo más largo, traje gris y el amor por River intacto a este DT con superpoderes, híper ganador, que sólo perdió 4 finales de las 15 que disputó y que incluso es fuente de consulta para el mismísimo Presidente de la Nación en plena pandemia. Ese es Gallardo. El hombre al que nada se le escapa, porque todo lo ve. Al menos, todo lo que tiene que ver con una banda roja.

De aquella llegada en 2014, tras su experiencia en Nacional, a este presente, corrió un océano bajo el puente. Ese Gallardo que llegó con la única ventaja de recibir un equipo campeón, ya dejó su sello en los primeros partidos oficiales de su ciclo, no confundir con su debut, el 27 de julio ante Ferro, por Copa Argentina, un desabrido 0-0 que River ganó por penales ante el elenco de Caballito.

La foto que eligió River para celebrar los seis años del Muñeco.

El Súper DT

Algo hay que dejar en claro: ningún DT en ningún equipo aglutinó el poder que tiene Marcelo Gallardo en Núñez…y en Ezeiza…y en el primer piso del Monumental. Ninguno. Ni el mismo Carlos Bianchi, quién sigue siendo el DT argentino más exitoso, probablemente de la historia en un mismo club sudamericano. Bianchi gestionaba el fútbol, Gallardo gestiona el club.

No es dirigente, pero casi. No se le escapa nada. Desde el estado del campo de juego hasta el proyecto para crear un River Camp como el que hoy tiene River, hasta estas charlas por zoom en cuarentena de referentes del plantel profesional que llevan su sello. La verticalidad que hoy tiene River desde la primera hasta la escuelita es obra y gracia de Marcelo Gallardo. Y un mérito inocultable de la conducción oficial del club: correrse y dejar a los que saben, sin el que el ego lleve a meterse de más, también es un mérito y el binomio D’onofrio- Francescoli se puede colgar esa cocarda.

El dominio de Gallardo sobre River empezó desde el minuto 0. El “Muñeco” no llegó al club al que volvió 3 veces como jugador y del que no se pudo retirar en cancha por un fatídico 1-5 ante Tigre, sólo para ser el DT de la transición entre una nueva salida tormentosa de Ramón Díaz -hasta ese día, el más exitoso- y lo que vendrá. NO. Gallardo llegó para cambiar el fútbol de River, un proyecto integral que aprendió en sus viajes por Europa cuando se capacitó para ser DT luego de colgar los botines en Nacional de Uruguay, club al que dirigió, y, obvio, sacó campeón.

El Muñeco está a cargo de absolutamente todo. Fue él quién puso el acento en River-Camp, recordando que en sus días de jugador, ir a Ezeiza era una molestía. Pidió más chances, pidió instalaciones deluxe, pidió tener un lugar de vanguardia. Fue él quién le hizo ver a Rodolfo D’onofrio que River perdía más plata arreglando su campo de juego que alquilándolo a diversos recitales y, desde ese momento, con la música a otra parte. Incluso, es él el que está detrás de cada gran recibimiento del equipo y el que tiene línea directa con la “Subcomisión del Hincha”. Incluso, es él el que pidió que el 8 de diciembre de 2019, cuando River iba a celebrar un año de la conquista en Madrid, el festejo se hiciera después del partido ante San Lorenzo y no antes como estaba establecido. Y así, mil cosas que se pueden ver en este video de TyC Sports, que requiere un poco de tiempo pero explica muy bien el fenómeno.

Construir el Grupo

Gallardo alzó la Copa Libertadores 2018 junto a los jugadores. No fue casualidad.

Y esto sin contar lo estrictamente deportivo. Hay un dicho que se repite cuando algún jugador surgido en River se muda, generalmente de manera precipitada, y queda a la deriva: “De River no hay que irse nunca”. Y ahora se le podría agregar “y menos del de Gallardo”…Que lo digan Kranevitter, Alario, Driussi, Palacios…Jugadores que fueron top del continente en River y que hoy tienen carreras disímiles o sufren comiendo banco.

Gallardo supo construir liderazgo en jugadores que ha mantenido a lo largo de su ciclo. El primer binomio fue Leonardo Ponzio-Jonatán Maidana. Ponzio debía reemplazar al “Lobo” Ledesma que se había ido con Ramón y Jony cargaba el estigma del 26J del 2011, cuando River perdió la categoría. Ambos se convirtieron en pilares. A ellos hay que sumarles a Rodrigo Mora, a quién el Muñeco advirtió en Defensor Sporting, cuando era DT de Nacional. Ese trío acompañó gran parte del ciclo, con suerte dispar.

Al día de hoy, también hay un trío de referentes que son columnas. Además de Ponzio, quién persiste en el plantel, hay que sumar a Javier Pinola, fanático de River que tuvo seis meses de adaptación y se convirtió en el reemplazante ideal de Jony Maidana en el liderazgo del fondo y a Enzo Pérez, otro que hizo lo imposible para calzarse la banda y lo consiguió y hoy es referente. A estos cinco nombres, hay que sumarle los arqueros, casi siempre importantes para Gallardo: Marcelo Barovero, clave para la conquista Sudamericana ’14 y Libertadores ’15, Franco Armani, pieza clave de la gloria obtenida en 2018 y del sueño trunco en 2017 y 2019. Y a ellos hay que sumarles a Germán Lux y Enrique Bologna, quienes son claves para el día a día del grupo. Así se construye grupo. Así se arma unidad.

Gallardo también supo “bancar” a quienes trajo y eso le dio réditos. Debió sostener a Gonzalo Martínez, por quién River pagó $40 millones a Huracán. El ‘Pity’ tuvo un comienzo muy difícil, que hasta incluyó la quema de su auto. Luego, el 9D, incendió todos los prejuicios que alguien podría tener sobre él con la “jugada de todos los tiempos” versión Riverplei. En tren de decir la verdad, fue un tiempo antes, cuando pateó ese penal en Porto Alegre que puso a River cara a cara con Boca en la final de la Copa. Un poco menos, pero también debió sostener a Lucas Pratto, que devolvió con goles ante Boca en Brandsen 805 y en el Bernabéu y con el gol clave ante Athlético Paranaense para ganar la Recopa 2019.

También debió bancar a Milton Casco, que reemplazó a un Marcelo Saracchi de buen rendimiento y también logró correr de ese lugar simbólico a Leonel Vangioni. Algo parecido sucedió con el lateral derecho, con Gonzalo Montiel surgiendo para “eclipsar” a Gabriel Mercado. De aquella primera defensa que fue remera: Mercado, Maidana, Funes Mori, Vangioni; a este Montiel, Martínez Quarta, Pinola, Casco pasaron años. Pero el Muñeco logró construir dos férreas líneas de 4, ganadoras y dignas de permanecer en la memoria. Defensas que tuvieron en distintos momentos a los “pibes”, Emmanuel Mammana y Germán Pezzella, vendidos a Europa en buen dinero.

Éxito que son títulos

Gallardo, con 8 de los 11 títulos que ganó en seis años.

Desde aquel primer semestre a este final doloroso de Superliga a Marcelo Gallardo siempre le fue esquivo conquistar el torneo local con River, una deuda que hasta parece irrisoria teniendo en cuenta todo lo que ganó. Pero que es el estigma que le queda.

En el medio, Gallardo construyó el ciclo más dorado de River en títulos y en lo simbólico. Cuando Gallardo llegó, River no era un club con éxito garantizado en el plano internacional. Apenas 2 Copas Libertadores, 1 Intercontinental, una Interamericana y una Supercopa. En casi el 50% de esos títulos, estuvo Gallardo. Ahora, en este balance de 6 años, Gallardo le sumó a las vitrinas de River en el plano internacional: 2 Copas Libertadores, 1 Copa Sudamericana, 3 Recopa Sudamericana y 1 Suruga Bank. En el plano local, si bien no ganó la liga, sí se impuso en 3 Copas Argentina y jugó tres finales de Supercopa Argentina y ganó la más importante: 14 de marzo de 2018, al Boca de Guillermo Barros Schelotto, en Mendoza. Antes, había caído ante Huracán y Lanús.

Las otras dos finales perdidas son más dolorosas y también más lógicas. En 2015, poco pudo hacer ante el Barcelona de Lionel Messi, Luis Suárez y Neymar. Fue un 0-3 lógico, en el que River “plantó cara” como dicen en España, hasta el minuto ’40 de la primera mitad.

La segunda fue ante Flamengo, en Lima, en la final de la Copa Libertadores 2019. En 3′, a River se le escurrió la quinta Copa Libertadores de las manos, gracias a Gabigol y a los errores del fondo y a las malas lecturas de Lucas Pratto en ataque. ¿Cómo respondió River a esa derrota? Ganó 7 partidos seguidos y llegó líder en la Superliga. Después la perdió, pero la resilencia y la capacidad de reinventarse volvió a mostrarla. El River 2019/20 fue el equipo que mejor jugó junto con aquel del primer semestre de 2014. Quizás no fueron los más ganadores, pero sí los más vistososos y que ambos se ubiquen en los extremos de su ciclo, habla de una clara idea de continuidad que no se traiciona ni se modifica según el resultado.

Romper el estigma

Otro hito del ciclo de Marcelo Gallardo, que no suma como Copa, pero sí genera un gran valor simbólico y se tradujo en la conquista de varias, es que con él en el banco, River destruyó la paternidad que Boca ostentaba. No sólo alternando victorias y derrotas en el plano local con una paridad que no se daba hace 20 años, si no con un dominio absoluto en el plano internacional. En este ciclo de 6 años, River se cruzó 5 veces mano a mano con Boca. Ganó las cinco y, sólo en 2019 Gabigol evitó el 5/5 en victorias mano a mano que luego se tradujeron en títulos.

En 2014, River se sacó la espina de diez años atrás. En aquella serie de Copa Libertadores, Gallardo se fue expulsado en la ida, tras arañar a Roberto Abbondanzieri arquero de Boca. Tuvo su revancha diez años después. En una victoria emotiva, con el Monumental a reventar, Barovero le tapó el penal a Gigliotti y Pisculichi venció a Orión. Así, River eliminó a Boca de la Copa Sudamericana, torneo que luego ganó. Esa noche, la del enorme desahogo riverplatense, Gallardo terminó con lágrimas en los ojos: se había muerto su madre, días atrás.

En 2015, en la serie del “Gas Pimienta”, hubo un partido friccionado en Núñez, dónde River abusó del castigo físico a los jugadores de Boca y terminó imponiéndose con un penal que Carlos Sánchez cambió por gol. River llegaba al cruce como el equipo 16 de los 16 que clasificaban. Entró por una rendija de ventaja, llamada Carlos Esqueda (por el jugador de Tigres que le marcó los goles a Juan Aurich), y se llevó la Copa Libertadores. Antes pudo con la prepotencia del Boca de Daniel Osvaldo, que había sumado 18/18 en la primera fase y venía con sed de venganza de lo ocurrido en 2014. “El Gas Pimienta” evitó el final de una serie que River tenía controlada.

No se volvieron a ver las caras hasta el 2018. En marzo, en la final de la Supercopa Argentina 2017. River venía del golpazo de perder las Semis de la Copa 2017 a manos de Lanús en 25′ y de romper una racha de 14 partidos sin ganar días antes, ante Patronato, con un gol en contra. Para todo el mundo, River era cartera ante el Boca de Guillermo. Sin embargo, con goles de Gonzalo Martínez -la bestia negra de Boca- e Ignacio Scocco, el “Millo” se impuso 2-0 y festejó. “Fue todo parte de la estrategia”, declaró Gallardo al final, con la sangre en los ojos, enojado porque la prensa había hablado de ciclo cumplido tras el desastre en la cancha de Lanús.

Gritando uno de los dos goles a Boca, la noche del 14M

Ese mismo 2018, Marcelo Gallardo logró un hito único e irrepetible por las formas. River le ganó la final de la Copa Libertadores a Boca, habiendo eliminado antes en las llaves al Campeón de la Liga Argentina (Racing), el Campeón vigente de la Copa Sudamericana (Independiente) y el vigente Campeón de América (Gremio). Como una suerte de Mortal Kombat, sólo le quedaba por delante Shao Kan para consagrarse. El Boca de Guillermo, de Benedetto y de Nández era el escollo. El Xeneize, que no levantaba el título desde 2007 y que venía de una final perdida en 2012, quería todas las revanchas justas en el mano a mano más grande entre ambos.

Pero no pudo. River se impuso en la serie y sólo necesito ir ganándola 12′. En la ida, el 2-2 le sentó mejor al club de Núñez, que incluso mereció la victoria. La vuelta en Núñez no se pudo jugar por el recordado incidente de piedrazos al micro de Boca y todo el circo que vino después, que incluyó intentos de Boca de no jugar el partido, buscando el mismo éxito que River había tenido en 2015. Pero no ocurrió: el negocio necesitaba un campeón en cancha. Y allí fueron ambos, al Santiago Bernabéu. La casa del Real Madrid fue el escenario del partido argentino y sudamericano más grande del mundo.

El 9 de diciembre de 2018, Boca empezó mejor. Ganaba 1-0 y parecía tener el control del partido. Hasta que entraron Juan Fernando Quintero y Camilo Mayada y River pudo posicionarse. Lucas Pratto reiteró su rol de verdugo ante Boca y empató el partido. Quintero lo desniveló en el primer alargue, con los jugadores del Xeneize acalambrados y con uno menos por una irresponsabilidad de Barrios y el Pity lo remató. “No hay más nada, no hay más nada”, repetía Gallardo, en trance, mientras tomaba agua en el césped del Real Madrid y contemplaba su obra. Días atrás había acuñado la que es LA frase de su ciclo: “Que la gente crea”, luego de caer 0-1 ante Gremio en la primera semifinal del torneo que ahora festejaba.

El Muñeco alza la Copa en pleno Santiago Bernabéu.

En 2019. Un año después, Boca y River volvieron a cruzarse. Una vez más, se definía en La Bombonera y la instancia, ahora, eran semifinales. Entraron a jugar la revancha, de la revancha, de la revancha, sumado al recuerdo del “Gas Pimienta”. Otro cóctel explosivo. Una vez más, River salió airoso. Pisó a Boca en la ida en el Monumental y lo venció 2-0, con goles de Borré y Nacho Fernández, en quizás la mejor actuación de algún River de Gallardo sobre Boca. La revancha fue derrota 0-1, pero el pasaje a Lima, dónde esperaba Flamengo estaba sellado. Así terminaron, por ahora, los cruces ante Boca en estos seis años, todos ganados por River. Por el River de Gallardo.

En resumen, en seis años, Gallardo consiguió poner a River como nunca antes en el plano internacional, someter a Boca a una paternidad y a derrotas de esas que marcan la historia en 2014, 2015, 2018 (por dos) y en 2019. Además, con esos éxitos deportivos, fue comprando tiempo para poder generar un proyecto integral que empezará con la captación de jóvenes talentos en el interior del país, su formación y una verticalidad clara en cuanto a formas de juego, concepto y el valor de la “marca River” para el futbolista, para el interior y para el exterior.

Seis años es un montón de tiempo para un fútbol volátil como el argentino, que no suele esperar ni siquiera a los que ganaron el año anterior. Y el ciclo Gallardo tuvo dos momentos de zozobra deportiva: en 2016, cuando perdió en 8vos de Copa Libertadores ante Independiente del Valle y en 2017, cuando perdió de manera dolorosa en semis de Copa Libertadores ante Lanús. Pero desde la dirigencia nunca se cargaron las tintas, nunca se habló de más, y siempre se respetó la decisión de Gallardo. Que a veces se tomó más tiempo para decidir y puso a los hinchas nerviosos, pero hasta ahora siempre eligió seguir al frente del proyecto que ya tenía en la cabeza y que ya sabía que iba a desarrollar cuando atendió aquella llamada de Enzo, en Cardales.

– Hola, ¿Marcelo?
– Hola, Enzo. Decime…

Lo demás, es historia. Y se sigue escribiendo.