Ball

El tipo de la radio

La inspiración de Tomás nace cuando se enciende ese aparato que tantas sonrisas le dibujó y escucha sobre el zurdo al cual no lo juzgó jamás.

Tomás va y viene con la pelota pegada al pie. Su pie descalzo, su pie zurdo, nunca se despega del balón descuerado. Ese juguete viejo pesa no sé cuántos kilos, pero igual este chiquitín de siete años lo maneja como si fuera una pluma. O mejor, lo maneja como si fuera ese con el que el tipo de la radio se divierte tanto -y claro, hace divertir al resto también-.

Él, como Tomás, usa el pie izquierdo para jugar. ¿O Tomas lo usa como él? Desde que tiene uso de razón, el flacucho este que vive en el campo con sus padres, escucha fútbol en la radio. Y más aún desde que oyó el nombre de Él. Escuchó los relatos fantásticos sobre sus andanzas, sus driblings y sus memorables goles. ¡Ojo!, también oyó de sus desgracias. Pero como el amor de todos los niños, el de Tomás era inocente. Nunca se le cruzó por la cabeza juzgarlo, nunca lo dejó de querer, nunca se enojó. Por el contrario, la vez que escuchó que la policía lo perseguía, le suplicó a su papá que lo fuera a buscar y lo lleve para el campo, así los “malos” no lo agarraban.

A este niño que pateaba, de sol a sol, la pelota contra el gallinero y hacía cacarear a las gallinas de miedo, lo invadió la tristeza al enterarse que esos justicieros inmorales lo habían agarrado a Él, a ese tipo invisible. Entonces pensó que nunca más escucharía sus aventuras, sus goles cósmicos ni sus hazañas de otro planeta.

Pasaron años donde los padres, extrañados, ya no lo veían con la pelota pegada al pie zurdo, donde la sonrisa de Tomás ya no estaba como en aquellos días.

La radio se apagó. No se escuchaban más los partidos. El flacucho ya no era más flacucho. Como su cuerpo se agrandó, la pelota se achicó. Cada vez estaba más desinflada.

Días y días pasaron. Pero uno de esos donde el sol resplandece, la radio se prendió. Tomás, despacito, se fue acercando. Ahí, parado al lado de ese aparato que tantas sonrisas le había dibujado, escuchó que Él, el tipo al que nunca vio, estaba de vuelta con el balón pegado en la zurda. Su cara cansada, curtida por la tierra y el viento del campo, se iluminó. Fue a buscar ese viejo juguete, descuerado y desinflado, e instantáneamente -como si fuera imán- su pie izquierdo se juntó con la pelota, el mismo que el tipo de la radio usa. Ese al que nunca vio y no sabe como es. Pero ese amor infantil todavía perdura. No lo juzga, lo recuerda feliz. Como lo era él, Tomas, cuando lo escuchaba nombrar en ese pedazo de plástico con pilas.