Estados Unidos vive una oleada de violencia racista que no es inédita, pero que sí es fortísima. A lo largo de su historia, “el país de las oportunidades” tuvo en la violencia y discriminación contra los afro-americanos su frente interno más oscuro.
El asesinato, a plena luz del día, y absolutamente innecesario de George Floyd volvió a encender una llama que siempre necesita tan sólo una chispa para encenderse. El problema es que el actual presidente, Donald Trump, es el primer racista en la tierra del “Tío Sam”. Ahí, el problema adquiere ribetes difíciles de controlar y provocaciones que escalan muy alto.
El 15 de agosto de 2017, LeBron James tuiteó algo que resume a la perfección lo que está pasando ahora en Estados Unidos: “El odio siempre existió en América. Sí, lo sabemos, pero Donald Trump lo volvió a poner de moda. Las estatuas no tienen nada que ver con nosotros”.
Luego, en septiembre de ese mismo año, Trump retiró la invitación a los Golden State Warriors, campeones de la NBA, a ir a la Casa Blanca. Para LeBron no significó nada más que un motivo para volver a enfrentarse a Trump: “Ir a la Casa Blanca era un gran honor, hasta que apareciste”. Triple de “King James”.
LeBron nunca ocultó su oposición anti- Trump, sin embargo, eso no le jugó en contra en su carrera ni lo dejó afuera del sistema. Hoy LeBron es una de las principales banderas que tiene la lucha anti-racismo en Estados Unidos. Ahora, ¿qué pasa cuando se es menos ‘poderoso’ que LeBron y se enfrenta abiertamente al gobierno de Donald Trump?.
Eso lo puede explicar Colin Kapaernick. El quarterback de San Francisco 49ers fue el precursor de la nueva-vieja lucha contra el racismo en Estados Unidos. Así como los célebres Tommie Smith y John Carlos inauguraron el “Black Power” en los Juegos Olímpicos de México 1968, o Muhammad Ali fue señalado por su apoyo a Malcom X, a Kapaernick no sólo lo señalaron, también lo marginaron de una NFL que fue manejada como un títere por Donald Trump apenas tomó por asalto la Casa Blanca. Claro, varios dueños de franquicias de la National Football League habían puesto dinero apoyando la campaña de Donald rumbo al Salón Oval.
Kapaernick mostró por primera vez su gesto desafiante el 26 de agosto de 2016, según recopila el periodista Matías Baldo en este brillante hilo de Twitter. En aquel momento, eso fue tomado como una ofensa a la totalidad de Estados Unidos de América. ‘Kap’ fue concreto a la hora de explicar su gesto: “No voy a levantarme y a mostrar orgullo por la bandera de un país que oprime a la gente negra y a la gente de color”, justificó entonces.
A diferencia de los anteriormente mencionados, Kap es un hombre blanco, que sentó postura contra la violencia racista en Estados Unidos. No es que un día Kap se levantó y dijo: “Voy a hacer esto”. No, su bronca venía del año 2014, cuando en un hecho similar, un policía de Nueva York, Eric Pantaleo, estranguló durante 15 segundos y mató a Eric Garner. Aquel episodio desató la oleada de remeras de “I Can’t Breathe’ que pusieron por primera vez a LeBron James a la cabeza de la lucha anti-racista.
Kap le faltó el respeto a Estados Unidos. En ese país, las normas son muy claras cuando suena el himno: “Los civiles en EE.UU. deben ponerse de pie, mirar de frente a la bandera y colocarse la mano derecha a la altura del corazón cuando suena el himno. Los militares deben realizar el saludo castrense, estén o no de servicio. Los hombres deben descubrir su cabeza, si es que visten una gorra o sombrero“, indica la BBC. El “gris” es que para aquellos quienes no cumplan con esto no está contemplada ninguna sanción. A menos que lo pongas de moda, claro.
A Kap, su gestó le costó la carrera y lo convirtió en un símbolo de la lucha anti-racismo de esta época. Si bien al momento de hacer su gesto el presidente era Barack Obama, meses después de su primer “arrodillamiento” ante la bandera de EEUU, Trump tomó las riendas de la Casa Blanca. Obama, en aquel momento, había dicho: “Creo que se preocupa por algunas problemáticas reales de las que debemos hablar”. Trump, en cambio, pidió su cabeza en una bandeja de plata.
El 1 de enero de 2017, Colin Kaepernick jugó su último partido en NFL. Trump pedía sanciones para el club de los “Rodilla-en-tierra” y las franquicias de la NFL, dónde más del 60% de los jugadores son afro-americanos, cumplía. Dos meses después, en marzo, Kap rompe su contrato con San Francisco 49ers y nunca más volvió a la NFL. Su gesto, su oposición, su lucha consiguió varios adeptos dentro de la NFL, en la NBA y con Megan Rapinoe, otra deportista ampliamente enfrentada a Donald Trump. Megan también supo arrodillarse durante el himno de Estados Unidos y también supo enfurecer a Trump. Sin embargo, Megan es la máxima estrella del Soccer en ese país, y su carrera no está en peligro. Eso sí, jamás pisará la Casa Blanca mientras Donald sea quién está sentado en el sillón.
De hecho, se negó a ir cuando Estados Unidos ganó el Mundial Francia 2019: “No me arrepiento. Era como: ‘No voy y no quiero ir, y estas son las razones’. No quería rehuirlo y no quiero rehuirlo. Nunca. Creo que eso solo le daría poder a él”, señaló en una entrevista a ‘The Guardian. En la misma nota, Rapinoe reivindicó a Kap: “Todos tienen la responsabilidad personal de hacer lo que puedan para que el mundo sea un lugar mejor de la manera más impactante posible. Este es el momento y soy muy consciente de eso. No sólo estoy ganando todos estos premios porque tuve un gran año. Es la culminación de todo. Y con eso viene mucha otra gente: viene del equipo, lo que hemos podido hacer y la forma en que estamos organizadas, cómo luchamos juntas dentro y fuera del campo. Proviene de Colin Kaepernick, del Me Too… de todos estos otros movimientos“.
Ahora, ¿qué pasó con Kapernick? Pasó que se convirtió en símbolo y en bandera, mientras abría su frente de lucha contra la NFL. Cuenta Baldo que “en octubre de 2017, Kap presentó una queja contra la NFL en la que acusa a los 32 equipos de marginarlo de la liga. Kap denunció una lista negra con un único nombre: el suyo”.
Lo curioso es que ahora, la propia NFL, emitió un comunicado solidarizándose con George Floyd y manifestando una “profunda tristeza por lo sucedido”. ¿Cómo se escribe hipócrita en inglés?
En paralelo, Nike, empresa que se manifestó contra lo que está sucediendo en Estados Unidos en estos días y recibió el apoyo, incluso, de Adidas, su férrea competidora, lo volvió la cara de la marca en agosto 2018, días más tarde que la NFL prohibiera que los jugadores se arrodillarán durante el himno. ¿El texto del aviso? “Cree en algo. Aunque eso signifique sacrificarlo todo”. ¿Clarito no?
La muerte de George Floyd reavivó una llama que está siempre encendida. La manera en que Derek Chauvin asesinó a Floyd tampoco fue casual: rodilla en tierra. El símbolo de la resistencia y el anti-odio, utilizado como arma mortal. La provocación a más alta escala. La chispa ideal para que sobrevenga un incendio de dimensiones forestales.
Y Estados Unidos se prende fuego. Con 103.781 muertos y 1.770.384 contagios de Coronavirus, al 31 de mayo, con mayor tasa de mortalidad entre los afro-americanos (dos o tres veces más).
Con protestas a lo largo y a lo ancho del país, con epicentro en Minneapolis, estado que ya tiene toque de queda, al igual que otros 15. Con fuego y represión en otros tantos estados. Con comisarías ardiendo desde los cimientos, con negocios que corren la misma suerte, con manifestantes que son reprimidos y que aún así resisten, algunos incluso revoleando lo que les tiran como expertos futbolistas.
El país de Donald Trump, el de las “oportunidades”, padece una distopía que ni a Aldous Huxley se le hubiese ocurrido. Es como si la última temporada de “Black Mirror” y un secuela de “Years and Years” se desarrollaran al mismo tiempo y en el mismo lugar. Estados Unidos se está consumiendo en una crisis económica sin igual, con más de 40 millones de norteamericanos desempleados, y una crisis social que siempre tuvo y que siempre adquiere nuevas formas para volver.
Además de LeBron y diversos deportistas y artistas. Floyd era muy amigo de Stephen Jackson, una ex estrella de la NBA, quién alzó su voz en un discurso crudo y certero: “Estoy aquí porque no van a degradar al personaje de George Floyd, mi gemelo. Muchas veces, cuando la policía hace cosas que saben que están mal, lo primero que intentan hacer es taparlo y sacar a relucir sus antecedentes, para que parezcan los toros que lo que hicieron fue digno”. ¿Cuándo fue digno un asesinato? Pero si es un hombre negro, está aprobado“, expresó ante los medios.
“No puedes decirme, cuando ese hombre tiene su rodilla en el cuello de mi hermano, quitándole la vida, con la mano en el bolsillo, que esa sonrisa en su rostro no decía: ‘Estoy protegido. ‘No pueden decirme que no sentía que era su deber asesinar a mi hermano y que sabía que iba a salirse con la suya, no puedes decirme que esa no era la expresión de su rostro”. Junto a él, estaba Karl-Anthony Towns, actual estrella de los Minnesota Timberwolves y parte del plantel.
Con la muerte de George Floyd todos esperaban la reacción de Kap, el símbolo de esta lucha. Kap se tomó unos días para pronunciarse en sus redes sociales, pero lo hizo de forma contudente: “Cuando ser cívicos nos lleva a la muerte, las revueltas son la única reacción lógica. Los llamados de paz caerán, y cuando lo hagan encontrarán oídos sordos, porque tu violencia ha traído esta resistencia. Tenemos el derecho a pelear”. Tres días después del inicio de las revueltas en Minnesota y el estado de Minneapolis, Derek Chauvin, el asesino fue detenido. El FBI abrió cargos contra él y sus tres compañeros. Siempre luchar vale la pena, y Kap siempre lo supo.
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