El destino a veces parece estar escrito, aunque a la suerte también hay que ayudarla. Estar en el momento y el lugar indicado no son poca cosa. ¿Qué hubiese pasado si Roberta Bayley no compraba esa cámara de segunda mano?
Corría 1974 y luego de una experiencia en Gran Bretaña, Roberta desembarca en Nueva York sin conocer a nadie, pero con una lista de personas que podrían ayudarla. Al poco tiempo empieza a trabajar para la revista Punk Magazine y conoce a los New York Dolls, la banda que -para algunos- le abrió la puerta al punk que azotaría a esa ciudad poco tiempo después y que le consiguió un trabajo en la puerta del ahora mítico CBGB.
Fue por ese boliche -convertido ahora en un local de ropa carísima- que pasaron todos los grupos que formaron parte del punk y new wave de la ciudad y que terminaron siendo sus amigos. Por citar algunos: Ramones, Sex Pistols, Blondie, Television, Iggy Pop, The Damned (la primera banda del punk inglés en tocar en Estados Unidos), Richard Hell & The Voidoids, The Cramps, Johnny Thunders, Patty Smith y un largo etcétera.
Los albores, el desarrollo y el auge de esa escena lo presenció en primera persona Roberta Bayley, devenida en fotógrafa por obra de la casualidad. Si bien siempre tuvo inclinaciones artísticas y la fotografía era un hobby para ella, cuando compró su cámara Pentax Spotmatic usada por trescientos dólares pudo empezar a abrirse paso. Y el azar hizo (parte) el resto, ya que mano a mano nos confesó que fue por un novio que tenía que accedió a tener un cuarto oscuro donde revelar sus fotos por primera vez.
“Tenía una especie de “novio”, Jeremy, al que alguien le había dejado todos los elementos de un cuarto oscuro completo en su departamento. No fue un fotógrafo, sino que probablemente fue un pago por drogas o algo así. Él me dijo “¿lo querés? Podés usarlo por seis meses”. Cuando vio que estaba haciendo un muy buen trabajo, me lo regaló. Era un cuarto oscuro completo, con una ampliadora buenísima. Tuve mucha suerte, yo no hubiera podido comprarla porque no tenía suficiente dinero”, nos cuenta Roberta con lo que le queda de voz tras la charla abierta al público que diera momentos antes en el Centro Borges.
Allí están desde el 7 y hasta el 30 de septiembre parte de las fotos que tomara en el auge del punk bajo el nombre de Ramones & CBGB – Del Caos a la Cultura. Es la primera vez que Roberta viene al país y, ante nuestra consulta, le da todo el crédito a Sebastián Alderete, director general, de curaduría y montaje de la muestra.
A lo que él, que también trajo al país su amigo Bob Gruen, otro fotógrafo de esa epoca dorada y del que también hay 15 fotos suyas en esta exposición, responde: “Ella no hace muestras en otros lugares, no viaja, esta retirada de la fotografía. No quiere salir nunca de Nueva York y la convencimos para venir acá por primera vez”. ¿Cómo hizo para convencerla? “Sólo tuve que decir que sí”, dice Roberta, y culmina sarcástica “siempre digo que si, excepto cuando digo no”.
La historia de una tapa que cambió el mundo
Hillary Hill inauguró en 1973 el CBGB, un local inicialmente pensado para música country y bluegrass. Nunca se uso para tal motivo y varias bandas tomaron noción de lo que allí comenzaba a suceder y el boca en boca hizo el resto. Uno de esos grupos fueron los Ramones.
Al poco tiempo y gracias a Richard Hell, un músico de la escena, Roberta Bayley comienza a trabajar en la puerta del lugar cortando tickets. Su intuición le dijo que algo interesante sucedería y por eso compró la cámara.
Poco a poco, sin saberlo, comenzó a retratar a sus amigos o gente que ella frecuentaba, tanto en el escenario como en su vida diaria. Eso la convertiría en una testigo privilegiada.
En ese mismísimo CBGB conoce, en 1975, a quienes fundarían la revista Punk, porque iban a ver a las bandas. Ese magazine no era igual a la Rolling Stone o a la Cream, populares en la época, y cuando le propusieron que trabajara con ellos su respuesta fue un sí rotundo.
Lo que la atrajo tanto fue que cubrían de todo y combinaban un popurrí de cosas: cómics, fotonovelas, dibujos, ilustraciones, más allá de que eso no les diera mucha ganancia.
Para el tercer número de la revista, ella acompañó a los Ramones, a una banda que estaba dando sus primeros pasos. Ella los había visto en acción hacía poco en Perfomance Studios y los 14 minutos que duró el show le bastaron para saber que eran buenísimos.
Organizan una sesión relajada, en las calles del Bowery, donde vivían ellos y también Roberta. Nadie exigió un vestuario o zapatos especiales, entonces las fotos salieron así. “Use dos rollos y medio esa vez, fue demasiado para mi ya que con uno usualmente me alcanzaba. Los revelé todos en mi cuarto oscuro”, nos confiesa Roberta.
Una de las fotos de aquella tarde de febrero de 1975 saldría primero en la revista Punk y luego sería elegida como portada del disco debut de los monchos. La foto anterior y la posterior a la elegida no fueron lo suficientemente buenas, pero Bayley confiesa que en esa foto los planetas se alinearon y salió perfecta.
Pero no todo era color de rosas, porque también la suerte jugó a su favor esa vez. La compañía para la que había firmado el grupo, Sire Records, había gastado dos mil dólares -algo así como una tercera parte de lo que costó el disco- para una sesión inspirada en el arte de Robert Freeman para el disco “Meet The Beatles”.
El resultado no fue el esperado y las fotos fueron directo a la basura. Tenían el disco, pero no tenían portada. Estaban desesperados. La empresa, entonces, decidió usar la foto de Roberta Bayley, por la que pagó una módifca suma de 125 dólares. El resto es historia.
“Si bien se convirtió en una tapa icónica con el paso del tiempo, sentí que algo había pasado aquella vez. Eran mis amigos, los quería, se había dado todo de manera natural. Es una foto muy conocida y la que mejor representa a la banda, sobre todo en aquel momento”, nos dice Roberta mientras agarra un caramelo que pueda aplacar un poco su dolor de garganta.
Esa vez también sucedió algo curioso: cuando estaba cambiando el rollo, Dee Dee pisó caca de perro e intentó y acto seguido, quitársela de su zapatilla con un palo. Al mismo tiempo, entre risas, bromeaba e intentaba atacar a sus amigos. Y Roberta seguía sacando.
Cuando Sire Records vio una de esas fotos extra de la sesión, la quiso usar para publicidad. El disco salió en abril del 75 y los promocionaron con esa imagen un par de veces.
Eso enfureció muchísimo a Johnny, que exigió que nunca más la volvieran a usar. No lo hicieron, pero ellos tampoco volvieron a sonreír para una cámara.
Fotos por Sofi Vara Fotografia
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