Interior. Ricardo queda solo en el “caserón del orto” por primera vez. Camina con un poco de miedo, como un niño que está descubriendo lo que es tener toda la casa para sí. En una habitación empuja suavemente una madera de 3 metros de largo, dejándola caer y comprobando que tras el estruendo no hay una voz de autoridad gritando algún reto. Corre eufórico por la casa, baila, grita, patea lo que encuentra a su paso. El llamado a la aventura, en su versión original, estaba acompañado de la voz de Jim Morrison literalizando la situación: “Break On Throuhg (To The Other Side)”, algo así como atravesar hacia el otro lado.
Tras casi 21 años de su estreno en televisión (octubre del 2000), la serie nacional que protagonizaba el “tenés que verla” para después chocarse con dificultades técnicas hoy puede completar el binomio infalible de las recomendaciones: “está en Netflix”. A partir del 20 de julio de este año, Okupas abandonó el mundo subterráneo del boca en boca para aparecer en la plataforma on demand más utilizada en esta parte del mundo. Ricardo, el Pollo, Walter y Chiqui llegaron a Obras.
Las dificultades técnicas aparecían por partida doble. La serie está completa en YouTube, pero el primer escollo es que la calidad de imagen pareciera tener un valor de 2 dígitos después del primer episodio. El otro impedimento importante es que hay fragmentos de silencio absoluto debido a que suenan temas cuyos derechos no fueron adquiridos. Si en cualquier contenido audiovisual la música ocupa un rol de suma importancia, en Okupas se eleva a un lugar protagónico.
¿Produce el mismo efecto la euforia de Ricardo bailando el clásico de The Doors que una composición original de Santiago Motorizado? Probablemente sin la comparación no haya mayor inconveniente: quienes estén viéndola por primera vez no tienen una memoria emotiva a la que recurrir (en la que, además, siempre parece ser mejor aquello que acostumbrábamos). La pregunta es válida, en tal caso, para desandar rápidamente estas dos décadas y ubicarse en el significado que tuvo en aquél momento que haya un programa de televisión utilizando la música para dejar en claro a quiénes se les hablaba como pares y a quiénes se les marcaba la cancha.
La remasterización de la imagen permite viajar en el tiempo y asombrarse, e incluso envidiar aquellas épocas. En las calles porteñas podemos ver afiches promocionales de Oasis + Neil Young por un lado, y de los Red Hot Chili Peppers por el otro, ambos a llevarse a cabo durante enero de 2001. El estallido social que sucedería el verano siguiente le quitaría mucha cotidianeidad a estos acontecimientos, volviendo las miradas hacia la escena local. Antes de que la cumbia villera trace una nueva línea, el sector marginal tenía como portavoz central al rock nacional. Junto con el punk y el metal conformaban los 3 grandes pilares que sostenían tanto la conformación de identidades adolescentes como el lugar de refugio para todos aquellos que el mainstream del entretenimiento ignoraba deliberadamente.
Como funciona con las personas cercanas que dan en el clavo con las recomendaciones y ganan puntos en la escala personal, para muchas adolescencias Okupas fue, al principio de los 2000, una especie de tío o hermana mayor que después de disfrutar gustos compartidos, te recomendaba cosas que tenías fuera del radar. De vuelta, es importante contextualizar una época en que descubrir música que no sonaba en la radio requería investigación y gastar zapatillas: las monedas eran para comprar discos.
En la previa del estreno hubo mucha preocupación en los fans más acérrimos sobre lo que la inclusión de Santiago Motorizado como musicalizador original pudiera significar en el desarrollo de la trama. Probablemente se hayan perdido algunos puntos de perfección, ya que la elección de ciertos temas merecía ese calificativo. Sin embargo, la impronta del platense logra sumar una calidez que amalgama la continuidad de la serie, como una suerte de Chiqui del futuro que está cantándote la historia.
El interrogante más grande, importante (y probablemente también el más caro) era qué sucedería una vez que estuviésemos “a punto de escuchar el hecho que confirma y ratifica la unión musical, sentimental y auditiva que sentimos por estos tipos… el punto G de la música”. Imagino que te estarás preguntando qué me puede hacer sentir de esta manera. Dale play.
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