Entrándole de lleno a las canciones, hay que tener en cuenta que Luis venía escuchando otras placas además de las anteriormente mencionadas, entre ellas John Lennon/Plastic Ono Band –ídem- y Harvest, de Neil Young. Con lo que no sorprende que haya habido un mix de guitarras acústicas y eléctricas en el disco, sin contar que apenas cuatro temas fueron tocados con bajo y batería. Y como dice el “informe frío”, todas las letras y música pertenecen a L.A.S.
La mayoría de las canciones están en tonos menores y/o bemoles excepto dos (“Bajan” y “Cementerio Club”, si no me equivoco) con lo que de entrada se le quiere dar un aire más “triste” o melancólico si se quiere; pero que irremediablemente chocarán contra el contenido de las letras, y no por un optimismo enfermizo ni nada de eso, sino por un aire esperanzador que apunta tanto al oyente como al músico compositor como protagonistas finales.
Empieza con un clásico como “Todas las hojas son del viento”. Escrita para Cristina Bustamante (la ‘Muchacha ojos de papel’) a propósito del primer hijo que iba a tener, Spinetta juega el papel de ‘consejero’ o preventor para que quienes cometieron determinados errores en su generación no se los traspasen a los venideros, a los pequeños ‘futuros’. Menciona que no sólo lo resguarde de ciertas cosas, sino que le otorgue otras: sol, libertad, amor, cosas esenciales en la vida humana –otra forma de contestación para Antonin. Un estribillo conmovedor a partir de verla a ella como “una hoja en el viento”.
El viento podría ser la memoria, por ejemplo, que nos mantiene vivos aún después de la muerte, y la luz del sol, la conciencia, que supera y nos ocupa a cada uno de nosotros. Hace poco me acercaron otra interpretación que piensa a las hojas como nosotros personas y el viento como una metáfora del tiempo que nos mueve, o nos contiene; cerrando con las ideas en el papel de la luz del sol, porque las mismas no mueren, se mantienen, aunque se reinterpreten. Y una frase de cierre: “Cuídalo de drogas”, en lo que Spinetta aclaraba: “[…] en realidad estoy diciendo ‘Cuídalo de tu propia droga’”.
A continuación “Cementerio Club”, un blues bárbaro con un fuerte conclave irónico. “Pero una ironía contenida”, diría él; en consonancia con la historia que cuenta la relación entre el pibe y una chica más fría que una heladera. A qué punto será la cuestión que de sólo pensar en ella cae muerto, o peor, con ella no siente el calor del verano. No sorprende que ambientes o personas cínicas o frías como estas fueran moneda corriente en ese tiempo, y puede ser un llamado al mismo, pero también es notable cómo menciona que no lo alcanza –o duerme – aquello que tiene el pequeño dios del cuento gris del abismo –o sea, la conciencia, en su materia gris; sino que se ve más arrastrados por sus sentimientos. La primera vez que escuché el solo pensé y sentí que eran las notas exactas que un blues debía necesitar; y es el mismo que Gustavo Cerati se encargó de citar (“ese punteo es glorioso”) mientras hacía “Té para tres” en el MTV Unplugged de Soda Stereo –Comfort y música para volar.
Sigue la singular “Por”, un dominó de palabras ubicadas en un caprichoso azar, en una lógica un tanto surrealista, que se emplazan en la bella melodía. Creo que este es el caso más fehaciente de la definición de Luis Alberto que decía que “cada melodía sugiere una letra y cada letra una melodía”. Porque la música ya estaba y lo que hicieron entre Luis y Patricia fue ponerle palabras cuya métrica calzara en ella; de ahí que entren expresiones tales como ‘gesticulador’, ‘estalactita’ o ‘mirador’, palabras muy difíciles de meter en un poema. Pero es interesante pensar que cada uno puede inculcarle la lógica o interpretación que más le convenza, o unirlos mediante una relación que crea tener. La canción más corta del álbum es también el misterio más grande que cada oyente puede resolver por su cuenta.
El cuarto track le corresponde a “Superchería”, quizás la canción más ignorada del disco, aunque sea una perla en música y lírica. Va cambiando de escalas y de tiempos: arranca en un ¾ sumando tensión desde el estribillo que sigue la lógico ‘pregunta-respuesta’, o en todo caso una doble respuesta. Pasa a un 2/4 cambiando los bemoles por sostenidos y termina con un 4/4 clavado para liberar tensión al final. La letra es una de las más concretas, no da vueltas: va trazando toda una línea a través de las alquimias que reprimen al amor y que por ende pueden ser común a todos los humanos. ‘Siempre temblar, nunca crecer’; ‘Siempre llorar, nunca reír’ son todas premisas que desatan la conclusión final ‘Eso es lo que mata tu amor’.
Lo importante de todo es la atemporalidad que contiene y cómo funciona respuesta hacia Artaud poeta: al ser infinitos los problemas manifestados, es coherente que las respuestas así lo sean; y viniendo de parte del Flaco, un tipo que amo toda su vida de forma tan profunda, tan viva, yo me ocuparía de escucharlo. Y un cierre maravilloso: cuando se tiene a un/a amigo/a al lado y de verdad siente que no se está solo/a, que puede servir para curarse a uno mismo; pero que si eso no va a pasar, al menos nos demos un porqué para poder encararlo.
Cierra la cara A “La sed verdadera”, una canción que, junto con la anterior, son las que más apuntan al “tú” (o ‘apóstrofe lírico’) desde la dialéctica. Es también la eterna lucha lucha-lazo que se establece entre público y artista, aquellos que afirman ciegamente y aquellos que escuchan de verdad. Ya planteamos que este disco sirve de respuesta, pero también puede servir para elaborar propuestas, desde esta canción por ejemplo.
El propio Spinetta toma distancia por un momento de lo que es el papel de “guía” –que nunca se creyó- no en un sentido de desligarse de la responsabilidad, sino que incita a la búsqueda personal para comprender y solucionar. La respuesta no sólo está en el viento, sino en uno mismo. Eso también es la verdadera sed, nada de utilerías baratas o consumismo etéreo; es una respuesta, un remedio; es libertad, la libertad de pensar, de imaginar, como promulgaban los surrealistas. Un pequeño susurro de despedida final para un cantor que parece perderse en el barullo de la calle, como para que no lo sigan, o para mezclarse entre todos, como si fuera uno más. Las luces de lo lejos, no se apagarán jamás.
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