Pasaron 16 años desde el incendio en Cromañón donde fallecieron 194 personas y nacieron a la par decenas de organizaciones que reclaman por cada una de ellas. Del boliche quedaron solo escombros en donde se construyó un altar, un espacio para recordar y reivindicar que eso no debió pasar. Una banda se disolvió y muchas otras decidieron darle homenaje. Lo que se ha construido a partir del trágico evento no ha sido más que para rememorar y dejar un claro “nunca más”, que se transfiere a la responsabilidad del público, músicxs y organizadorxs. De la vereda opuesta a buscar responsables, desde Rock And Ball decidimos reconocer cómo lo que sucedió fue transformado para aprender de ello.

Los 30 de diciembre que siguieron, cada año, en el Obelisco o en Mitre al 3000  una multitud se encuentra para montar dos escenarios donde bandas de todos los palos van a brindar homenaje y recordar a las víctimas. Se las recuerda desde las zapatillas colgadas, las fotos y escritos que se han colado entre las grietas de las paredes, hasta en canciones que hablan de aquella noche. Y así es como un evento trágico de la historia reciente del país termina convirtiéndose en una fecha emblemática para organizarse y mantener presente en la conciencia que eso no debe pasar jamás. Esa costumbre de que la nostalgia e injusticia nos moviliza en lugar de paralizarnos es tan argentina que es difícil explicar en otros contextos.

Mailín Blanco es antropóloga y sobreviviente de Cromañón. Forma parte de la organización “No Nos Cuenten Cromañón”, conformada por sobrevivientes, familiares y amigos de víctimas. Año a año es encargada de realizar el Acto de Aniversario, que en esta ocasión tiene lugar de forma virtual este 30 de diciembre. “La agrupación busca seguir recordando a los chicos en este contexto con un homenaje vía streaming”, contó sobre el evento cuando comenzamos la entrevista.

Recordar es una palabra clave a la hora de hablar de lo que sucedió, junto al concepto de memoria y justicia. Mailín explica que esa búsqueda de justicia, una vez finalizado el proceso judicial, se orientó a lo que conocemos como justicia social: “una justicia que implica un cambio profundo en la sociedad para lograr que Cromañón no se repita”. Para esto, es necesario generar conciencia sobre lo sucedido. Reconstruir los lazos sociales que muchas veces se rompen y hacen que no podamos empatizar con el otro. “Si la sociedad pudiera empatizar con las tragedias, entenderlas y analizarlas, se podría construir un camino de transformación colectiva”, continúa.

Lo que pasó en sí mismo fue transformador. Cambiaron reglamentaciones, cerraron lugares, prohibieron las bengalas. Pero también se hicieron charlas, escribieron canciones, filmaron documentales y escribieron libros sobre lo sucedido, sobre lo que pasó después, sobre la gente que fue y la que quedó. Todas esas cosas quedan no solo en la historia, como fuentes documentales, sino también en la memoria para mantener presente el recuerdo de lo que sucedió. Para Mailín, todas estas herramientas son centrales para analizar la tragedia desde diferentes aristas, pero todavía hace falta un análisis más profundo sobre las causas que desencadenaron esa noche en Cromañón.

En relación a esto, Mailín dice que la mejor forma de honrar y recordar a lxs pibxs es desde el lugar de la vida. “La música, por ejemplo, es vida”. Para ella recordarlxs implica remitirnos a sus gustos, a recordar que eran jóvenes llenos de sueños “para desde ahí construir y nunca destruir”.  Construir memorias, construir sueños y nuevos espacios donde las juventudes puedan disfrutar de esos años de una forma segura.

Mailín reflexionó en un momento que “recordar a lxs pibxs es recordarnos a nosotrxs, lxs sobrevivientes, que hace 16 años éramos como ellxs. Entonces, recordarlos es recordarnos.” Y desde Rock And Ball realizamos 20 cuestionarios a estudiantes entre 15 y 18 años de edad, para recuperar cómo llegó a los jóvenes lo que ocurrió en Cromañón y recordar entre todxs. Más de la mitad saben algo sobre el tema, pero el 90% nunca escuchó sobre eso en la escuela. Saben por familiares, por las redes sociales y porque les gusta el rock y se enteraron en la previa de algún recital, preguntando por qué no dejaban entrar banderas con palos o encendedores.

No Nos Cuenten Cromañón realiza charlas y tiene como bandera el lema “educar es combatir”, frase que se desprende de la canción “Creo” de Callejeros. Mailín explica que “el lema es justamente eso: educarnos de una forma colectiva para que Cromañón no se repita.” Y hace hincapié en que no es educar en el sentido aulico, de docentxs y alumnxs, sino que “entre todos y todas nos preguntemos por qué pasó Cromañón. Si juntxs logramos sacar los velos que se nos quisieron poner sobre cromañon podemos llegar a las verdaderas causas, y si nos comprometemos socialmente con esas causas podemos hacer mucho para que el sistema corrupto que lo permitió se transforme.”

Hoy lxs pibxs de 16 y 17 años siguen saliendo a lugares para mayores de edad de forma clandestina, truchando documentos o donde un patovica que hace la vista gorda. Menores y mayores de edad siguen viajando de un lado a otro para ir a un recital, aunque sean horas de combinaciones entre tren, bondi o subte. Quizás un poco a pata también. Si adentro no se vende alcohol, se estila la previa horas antes en la vereda del teatro. Donde hay prohibiciones, la juventud se las rebusca para sacarle provecho a los años que todxs dicen ser “la mejor época”. Si a esxs pibxs lxs explican qué fue Cromañón y cómo hacer para que no se repita, van a prestar atención, se van a solidarizar y van a formar parte de esa justicia social que menciona Mailín.

Algunas respuestas del cuestionario se repiten. Al saber lo que sucedió en Cromañón, muchxs responden que sienten impotencia y tristeza. Tristeza de que no se hable tanto como debería. Impotencia ante la negligencia de lxs organizadorxs y de quienes deberían cuidar a las personas que fueron. Una juventud conciente sobre la tragedia que significó el incendio es también una juventud que se para frente a las injusticias. Nazarena, de San Martín, dijo ante la encuesta “me parece fundamental que hagan todas estas movidas de concientización, sobre todo porque estamos en la edad de ir a los boliches”. Está en todxs nosotrxs seguir difundiendo, concientizando y manteniéndonos firmes en la historia reciente de nuestro país, manteniendo en la memoria colectiva a las víctimas de Cromañón.

Mailín reflexiona en que lo colectivo se construye entre todxs, “no existe memoria colectiva si no logramos empatizar con lxs otrxs y sus realidades: tenemos que poder pensar Cromañón como sociedad.” En ese pensar “como sociedad” se encuentra la capacidad de percibir los diferentes grados de responsabilidad de lxs implicadxs en la tragedia y reconocer que hay un grado alto de responsabilidad social por asistir a lugares que se sabía estaban flojos de papeles, dicho en criollo. Hacernos parte del problema también permite generar conciencia en cada unx para decir que nunca se repita.

Eso se construye todos los días, afirma Mailín. “Los grandes actos son cosas que sirven para conmemorar, pero si a eso no le sumamos una labor diaria no hay construcciones posibles”. El Santuario Cromañón puede seguir siendo copado por cientos de personas cada 30 de diciembre, pero sin conciencia activa sobre lo que significó, no sirve. “Hoy no somos los mismos que cuando teníamos 16 años y entramos a un boliche a ver un recital para salir llenos de muerte e impunidad. Hoy somos adultxs con una nueva vida, pudimos resignificar el dolor y sin dudas, parte de esa resignificación se da porque pudimos volver a pensar Cromañón, pudimos darle otro significado. Nos queda hacer esta tarea de forma conjunta”, culminó ella.

Pensar Cromañón, repensarlo, es resignificarlo como parte de nuestra historia reciente. Siendo la cuna del rock en español, el lugar que tiene en nuestra historia el rock nacional es muy grande como para no continuar generando espacios que discutan por qué pasó Cromañón y qué hacemos como sociedad para evitar, a 16 años, que esa tragedia se vuelva a repetir. Porque se lo debemos a las 194 víctimas, a sobrevivientes, a amigxs y familiares. Y también a toda la juventud que quedó marcada por esa noche del 30 de diciembre de 2004.