Aunque el ingreso al Centenario de Quilmes se demoró más de lo previsto, el show de Skay y Los Fakires arrancó pasadas las diez de la noche. A esa hora, el cuarteto compuesto por Claudio Quartero en bajo, Joaquín Rosso en guitarra y Leandro Sánchez en batería, subió al escenario en medio de una ovación.

Desde los primeros acordes de “La Luna En Fez”, el público del sur estalló de algarabía. Con los riff de “Aves Migratorias” y “Gengis Khan”, la noche alcanzó una intensidad considerable, con una banda perfectamente engrasada que desplegó su poder detrás de una pared de banderas ondeando.

Durante las dos horas de show, Skay repasó su carrera desde Los Seguidores de la Diosa Kali hasta Los Fakires, un recorrido que ya lleva dos décadas y siete discos de estudio. De su último álbum, Espejismos (2023), tocaron “Un Fugaz Resplandor”, “Yo Soy La Máquina” y “¡Corre, Corre, Corre!”, en una muestra de su evolución sin perder la esencia.

Himnos eternos

A lo largo de la noche, los ricoteros no dejaron de corear “Toca el corazón de Patricio Rey” en señal de devoción. Una de esas joyas de Los Redondos que nunca pierden su vigencia son “Superlógico”, “Todo Un Palo” y “El Pibe De Los Astilleros”, donde la famosa estrato roja de Skay hizo vibrar a todos, y más tarde –cerca del final- llegó el esperado momento de “Jijiji”. El Centenario se convirtió en el escenario del pogo más grande del mundo, un instante de catarsis compartido que llegando casi a la medianoche.

La noche terminó con “El Sueño Del Jinete” y “Flores Secas”, aunque la lista inicial sugería que sonarían más temas. Finalmente, el Flaco, con su emblemático sombrero de mimbre y camisa de verano, se despidió del escenario exultante, dejando un recuerdo más en el corazón de los presentes.

Fotos de Coco Amaya