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LOS ESPÍRITUS DESBORDARON DE AGUA ARDIENTE EL MALVINAS ARGENTINAS

La banda de La Paternal había prometido un gran regreso luego de su gira por Latinoamérica. Volvieron a su barrio cargados de energía y clima tropical.

A pesar del cielo cargado, desde temprano empezaron a acercarse fans al Microestadio Malvinas Argentinas. Aunque a cuenta gotas, la llegada fue incesante. El crecimiento inusitado que Los Espíritus tuvieron durante 2017 responde, entre otros motivos, a la versatilidad y variedad de su público. Llegaban remeras de Los Gardelitos, Almafuerte, el Indio Solari, Nirvana, algunas recién compradas con la tapa de “Agua Ardiente”. Y tampoco podían faltar las camisas floreadas.

El show estaba pactado para las 21 pero a las 20:30 el campo estaba casi vacío, y en el escenario no había señales de la banda telonera. Un panorama no tan optimista. Pero el rumor corría: la mayoría del público estaba afuera, evitando el clima pesado del microestadio. Y nada mejor que una llamada de tambores para hacerlo entrar inevitablemente en calor. Desde un costado del campo, entró el Ensamble Muraturé junto a Sewanake. Iluminados de lejos y por atrás, hicieron tronar el estadio sin micrófonos ni amplificadores. Los curiosos empezaron a entrar y a formar un semicirculo a una distancia prudencial de al menos 8 metros. Quietud, observación, sonrisas sorprendidas. Quizás alguna cadera que se mueve. Más gente que entra, un flaco que empieza a saltar y sacudir los brazos en el espacio entre el público y la banda. El ritmo sube, la gente se suma y de un momento a otro una barrera se rompe y desde la platea no se distingue al público de los músicos.

Terminan  más de media hora después y  los tambores se retiran dejando el estadio casi lleno, y al público ya transpirando. Eran las 21:30 pero todavía había gente en la entrada. Los Espíritus salieron al escenario a las 22, dándole la cara al resultado del camino que recorrieron este 2017.

El recital abre con la apertura del disco, “Huracanes”. Desde el principio, todo el recital va a ser coreado. La banda formada por Santiago Moraes (guitarra y voz), Felipe Pipe Correa (batería), Miguel Mactas (guitarra), Maxi Prietto (voz y guitarra), Fernando Barreyro (percusión y coros) y Martín Ferbat (bajo) es conocida por un sonido impecable en vivo y no defraudaron. Junto con “La crecida”, el tema siguiente, describen con la letra la marea humana que seguía creciendo y acomodándose hacia el escenario, o hacia donde quedara lugar. En los estribillos más rockeros de “El viento” empezaron a armarse los primeros pogos. Y bajo las luces rojas que abundaron en el show, todos se aguantaron “La Mirada”. Los Espíritus son una banda que en vivo tienen una potencia que, en comparación, sólo es sugerida en las versiones de estudio. “Perdida en el fuego”, otro de los hits del último disco, levanta la voz de todo el público que responde la intensidad de igual a igual.  “Jugo” es otro ejemplo que convoca a cantar cada palabra de la lírica.

Como en “Esa Luz” y “Mapa vacío”, varios de los solos de guitarra fueron extendidos dependiendo del clima con el público, de la interpretación, del contexto. Aún con un aparato musical preciso, la banda puede zapar arriba de un escenario sin perder un rastro de profesionalidad. Para éste segundo tema invitaron al percusionista Saúl Correa, padre del baterista, parte de la familia colombiana de Los Espíritus. Con él también tocaron “La mina de huesos”, una de esas canciones casi Tarantinescas que los referencian.

“Las armas las carga el diablo… y las descarga un gendarme” cantó Maxi en la primera referencia a Santiago Maldonado de la noche, ovacionada.

Para la llegada de “Mares” ya hacía mucho calor, el aire se volvió difícil incluso en las plateas. Pero todavía quedaban dos bloques y un bis. La noche era joven para Los Espíritus.

Tocaron “Ruso Blanco”, uno de los temas incluidos en “Guayabo de Agua Ardiente”, un lado B estrenado poco antes del show. Los temas tranquilos como éste aliviaban los pogos y dejaban espacio para un respiro, pero Los Espíritus se están manejando en una temperatura alta, hay una calidez presente en todas sus canciones que se tradujo en el ambiente del estadio.  No fue un impedimento para la interpretación, parecían ajenos, o más bien, cómodos en su clima preciso. Jesús rima con cruz fue otra zapada extensa, más que los casi 5 minutos que dura la versión de estudio. Encontraron el rock en otro origen, apuntan y aciertan con un ritmo orgánico, al que su público responde casi en automático. Lo que lograron los tambores antes del show, lo explotaron sobre el escenario. “El Gato” del disco “Los Espíritus” con “Perro Viejo” de “Gratitud”. ¿De dónde saca el campo para hacer rondas de pogo enormes a esta altura? ¿Del mismo calor? ¿Las camisas floreadas les dan habilidades especiales? Un misterio. Pero sí, hubo varios círculos de pogo. Cuando volvió “Agua Ardiente” con “Luna llena”, la pregunta era dónde estaban los invitados nacionales prometidos.

En ese momento entraron al escenario Walter Broide (Poseidótica), Tulio Simeoni (La Patrulla Espacial) y “Boui” (Los Bluyines). El primer tema del bloque con diez músicos en escena fue “El Palacio”, una versión poderosísima en percusión. Luego, “Alto Valle”, hipnótica. El siguiente tema fue “Vamos a la Luna”, donde todo giró alrededor de la locura de Walter Broide y su bombo legüero como si su energía inagotable dirigiera toda la zapada. Energía, que a propósito, ya casi a las 12 de la noche, se había condensado en el campo y el escenario, abandonando a varios asistentes de las plateas.

Cuando despidieron a los invitados, tampoco se veían cansados, pero el cierre se acercaba. “Negro chico” ya es otro clásico casi de cancha, junto a “Las sirenas” empezaron a concluir la noche.

Se despiden, y las plateas continúan vaciándose. El calor se hace difícil de soportar. Pero en el campo no se mueve nadie. Entonces Los Espíritus vuelven, siguen agradeciendo, casi incrédulos de lo que ven. Con el último resto de energía tocan “Noche de Verano”.

El último tema fue un cierre excepcional: “La Rueda” no es un tema que tenga una explosión, pero al público del rock nacional algo que le gusta es girar y girar…. Apenas empieza la canción, se abre una ronda en el medio del campo, pero en vez de estallar  en una marea de choques imprecisos, la ronda empieza a girar como una rueda. La mitad del campo del Microestadio Malvinas Argentinas saltaba y giraba, saltaba y giraba.  Cuando se ilumina el público y Maxi llega a ver la fiesta, pide con señas a la banda que repitan el estribillo. Pero después de dos horas y media de saltar en un mar de Agua Ardiente, tiene sus costos y el pogo ya no dio para más.

Era hora de terminar y mientras sonaban los últimos acordes, se escuchó a Maxi Prietto hacer mención (ya tradicional) al joven asesinado en Cushamen en agosto: “Este año tocamos en muchos lados, y en todos ellos, la gente se preguntó “¿Dónde está Santiago Maldonado?” Ahora sabemos qué pasó, el Estado es responsable”

Los Espíritus encontraron la expresión justa y popular de ritmos que resuenan en las raíces latinoamericanas de su público, y que se amplifican en su carácter cosmopolita. El resultado puede verse en uno de los mejores discos del 2017, uno de los mejores shows nacionales y el prometedor futuro que sigue.

Por Triana Obregón

Fotos por Héctor Palacios

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