Al sur de la frontera del Río Bravo se palpita un espíritu latinoamericano general construido sobre la base de amor hermano, tradición y música. Sobre todo música. Alguien se ha encargado de rescatar recientemente tesoros escondidos -y no tanto- del cancionero latinoamericano y esa persona es Natalia Lafourcade. Quizá a muchos les suene el nombre por ser la intérprete (junto con Miguel) del tema “Remember Me”, de la película Coco (2018), ganadora del Oscar.

¿Y qué trajo a la señorita por aquí? Está presentando el segundo volumen de Musas”, placa con la que pretende homenajear, precisamente, al cancionero latinoamericano. Y para hacerlo, nada mejor que dos fechas en un espacio como el Gran Rex (Av. Corrientes 857).

El concierto se dividió en 2 grandes partes, ambas marcadas por el bandoneón de Gabriel Merlino. De hecho, se incorporó sólo ella después para dar paso, justamente, a “Recuérdame”/”Remember Me”. Clásico cumplido. Lo que se sumó a continuación fue una banda compuesta por otros 6 músicos sonando de una manera muy justa y profesional, con una gran simpleza y sutileza, como si quisieran dar lo justo y necesario para que el espectáculo se desenvuelva. Hoy, con el diario del sábado, se puede decir que ya sabían lo que iba a pasar.

El recital fue de menor a mayor en intensidad. A Natalia se la veía tímida y con un poco de vergüenza profesional, a pesar de haberse llevado al público al bolsillo desde el vamos: se deshizo en elogios para la gente del Rex (“Este es un regalo de la Vida”), proveniente de “mi Buenos Aires”. Lo decía con toda la honestidad y se notaba, porque no le salía impostado o fingido; sino naturalmente, como si hubiese nacido adentro del Obelisco.

No son vírgenes estas tierras para ella: ya vino aquí el año pasado agotando cuanto lugar tocase, con público que debió quedar penosamente afuera en su presentación en el Centro Cultural Kirchner. Pero aquí la audiencia no quedó afuera sino directamente adentro del escenario: primero 2 chiquitos de más o menos 2 y 5 años cada uno fueron invitados a subir (a simplemente estar) y luego más adultos coparon y coparon el escenario del teatro durante “Mi Lugar Favorito”.

No pudo venir Kevin Johansen (tenía un pequeño compromiso con Jorge Drexler en La Rural) pero cayó nada más y nada menos que… ¡Abel Pintos! para hacer una versión tremenda (histórica, por qué no) de “La Llorona”. A esta altura la música estaba totalmente suelta, bailando de aquí para allá, coqueteando con medio mundo. “Duerme”, “Negrito” y “Florecerá” hicieron del teatro el escenario total. Ni qué hablar de una banda que sonaba bárbara por donde se la escuchara, acompañada por la gran acústica del Rex (salvemos el ligero detalle de los instrumentos enmascarando la voz de a ratos, pero todo bien). Destaca el último diálogo entre guitarra y trompeta a cargo de Bernardo Ruiz y Alfredo Pino, respectivamente. Mención especial para este último, que la rompió todo el concierto.

Y el público, que quería más y no le había alcanzado, se quedó a hacer el aguante hasta 10 minutos después, donde la artista se vio “obligada” a salir y regalar un último bis, el bellísimo “María Bonita”, de Agustín Lara, pieza clave en su vida musical, según sus palabras. Aplausos para Natalia, que se fue con una sonrisa brillante como Acapulco a seguir presentando, hoy y más tarde, sus Musas por toda Latinoamérica. Acá, en La Reina del Plata, seguro encontró una.

Fotos por Lucas de Quesada