Un viento otoñal corría por la avenida Rivadavia. Personas ansiosas deambulaban por la calle esperando hasta que se dé inicio al show. Los vendedores de remeras, cerveza y comestibles acompañaban el paisaje de lo que iba a ser una gran noche. A las 21, las personas encargadas de seguridad advirtieron que el show estaba por comenzar, abarrotados, los ‘santos en remera‘ entraban y se encontraban contra el calor del ambiente. La ansiedad invadía los cuerpos de los presentes. Con el clásico cántico de “La Aplanadora del rock and roll”, una multitud aclamaba por Divididos quienes iban tocar en el marco de su segundo Flores totalmente agotado.
Alrededor de las 21 y 30, las luces se apagaron y el escenario se alumbró. Ricardo Mollo corrió el telón y el público enloqueció. Los cánticos aclamaban por la banda y así fue: Catriel Ciavarella se sentó en la batería, Diego Arnedo se colgó el bajo y el líder de Divididos agarró su ya mítica guitarra. Los tres juntos dieron comienzo a la fiesta cuando tocaron Elefantes en Europa. Todo el público empezó a cantar, saltar y poguear. Continuaron con Hombre en U para que el estado de euforia sea total.
Los temas que siguieron sólo acrecentaron el éxtasis que se sentía. Momentos cumbres se vivieron cuando sonó Paisano de Hurligham, Sábado y una versión extendida y pesada de Que tal. Un padre que tenía su hijo en hombros contó: “Mi pibe me pidió que lo trajera a ver a Arnedo ¿Cómo no lo voy a hacer?” mientras su hijo miraba asombrado de encontrase tan cerca de su ídolo que la está rompiendo en el bajo.
Sin embargo, un momento de completa fiesta fue cuando sonó el cover de Tengo, la canción original de Sandro, hizo mover hasta la gente de la platea. Cuando se escuchó Rasputín, las pocas energías que le quedaban a los espectadores se desgataron en un pogo furioso.
Divididos les dio un respiro al tocar una versión armoniosa de Dame un Limón. Así abrió un momento de calma donde siguió con Spaghetti del Rock y Par Mil. En El burrito presentaron a un bajista ruso, llamado Vladimir, que mucho no parecía entender el español aunque asombro la facilidad que se acoplo a la banda. En esa situación, Arnedo agarro la armónica y la rompió como tiene acostumbrados a todos. El Arriero dio por finalizado esa seguidilla de temas que le dieron un respiro a todos incluyendo a los músicos.
En un abrupto cambió, Divididos logró reanimar a los presentes al iniciar Haciendo cosas raras para gente normal y continuar con Sucio y Desprolijo, cover de Pappo. Todos parecieron olvidarse de la tranquilidad antes vivida y volvieron a pogear al frenético ritmo de la guitarra del ex integrante de Sumo.
Lo que sigue ya es un clásico para el final de los recitales de la banda. “¿Qué quieren Crua Chan, Chau Sam o Next Week?” le preguntaba el cantante a su público. Gritos nombrando a las distintas canciones se escucharon en todo el teatro. La inconfundible intro de Crua Chan comenzó. El ambiente se volvió denso y el pogo inevitable. Al instante que termina el tema, la banda se la jugó y arrancó el riff de Next week como desafiando a su público a que siguiera bailando.
El cantante saludaba a la gente y ellos pedían que se quede. Mollo accedió y realizó una introducción larga de El 38, uno de los temas con más agite que tiene la banda. Luego para finalizar una noche redonda tocaron la alargada versión de Ala Delta, para que se formara una gran hoya y saltara todo el público durante un largo tiempo. Divididos se despidió. El público se encontraba satisfecho sin importarle como volverían a sus casas. Otro Teatro Flores pasó y Divididos volvió a demostrar porque se le dice la “Aplanadora del rock and roll”.
Por Tomás Montalá, para Rock ‘N Ball
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