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BABASÓNICOS SE SIENTE SEGURO DE PROVOCAR Y SE DESPIDE DE BUENOS AIRES

Repuesto de Fe, el espectáculo que Babasónicos sacó a girar luego de su show en el Teatro Colón, pasó por el Teatro Coliseo de Lomas de Zamora, un día antes del show gratuito en el Estadio Único de La Plata, el último en la provincia.

Babasónicos en Lomas De Zamora
Babasónicos en Lomas De Zamora

“Sera mejor que yo te advierta que camino solo”. La frase vuelve, irreverente y madura, desde su primer disco Pasto, para empezar un show íntimo y energético. La formación de Babasónicos es pareja y cercana al público, excepto por uno de ellos: cuando canta “Natural”, Adrián Dárgelos da la espalda. No necesita modales para conquistar. Su voz sedosa y el sonido exótico de un theremin hipnotizan al público del Teatro Coliseo de Lomas de Zamora

Desde Impuesto de Fe/Desde Adentro el CD + DVD lanzado en 2016, Babasónicos recorrió una intensa lista de escenarios que lo llevó hasta el Teatro Colón. En esa oportunidad única, decidieron grabar Repuesto de Fe, incluyendo más canciones en el repertorio. Dos discos, una propuesta. Un sonido más despojado y menos rocker, logrado con una instrumentación detallista y natural. Las reversiones no desconciertan al público, al contrario, las melodías despojadas de los temas más famosos se hacen palpables, toman cuerpo y persisten en su esencia. Ese es el bastión principal de este formato de recitales que ya empieza a despedirse.


Ninguno de los músicos pasa desapercibido, y funcionan en una estructura horizontal: pocos saltos protagónicos, ritmo y melodía entrelazándose con precisión artesanal. Lado a lado, Panza en la batería y Tuta Torres en el bajo, la melodía de parte de Mariano Roger y Diego Tuñón, y Carca y Diego Rodríguez en la variada y poco convencional colección de instrumentos: el ya mencionado theremin, armónica, panderetas, marimba, timbales, maracas. Incluso el gong que quedó a cargo de Panza.

En “Sin mi Diablo”  el ritmo y la poderosa presencia escénica de Diego marcan la base de intensidad propia de Babasónicos, en una reversión casi tribal que coquetea con la voz aterciopelada de Adrián. La fusión es una protagonista fundamental de la noche. La convivencia entre salvajada y seducción la logra la variedad de instrumentos, las voces, y la puesta en escena.


El Teatro no es grande, y desde cualquier asiento persiste la sensación de intimidad. Se hace difícil, en el estribillo de “Yegua”, no sentir que los coros despojados suenan casi como un susurro en el oído. Los Baba bajaron en decibeles, pero ganaron en sensualidad.

La puesta en escena es minimalista (no hay pantallas, ni decorado), pero la compleja arquitectura de luces estructura y viste al espacio. No sólo da color, o destaca, también aporta movimiento y carácter. Los flashes blancos en “Soy Rock”, constantes  y rítmicos, lograban una impresión de película en blanco y negro. La iluminación le daba velocidad e impacto a una versión menos frenética.

“El Maestro” es un tema inédito incluido en Repuesto de Fe. Tiene la esencia melódica e intimista que destila todo el recital, y parece un tema que está en su repertorio hace años.  El público lo recibe con la misma naturalidad con la que la banda se despliega en el escenario.


Luego sigue el enganchado de “Zumba” (que con esta versión está teniendo una nueva oportunidad), el western “Yoli”, “Viva Satana” y “La Roncha”. El popurrí levanta la temperatura e inquieta los asientos. Pero como lo que será una clave del show, baja la intensidad antes de poder pedir más. Llega el momento más íntimo y desnudo de la noche, con nadie más que Adrián, Mariano y su guitarra. Interpretan juntos “Valle de Valium” y “Como eran las cosas”.

El público no puede hacer más que entregarse, y es entonces el momento propicio para desenfundar, en escalada, todo el arsenal de seducción. En “Posesión del tercer tipo” e “Irresponsables” Adrián Dárgelos se libera, empieza a disfrutar(se) recorriendo de punta a punta el escenario. Se para, abre los brazos, y no necesita más gesto que ese para desatar la euforia de las y los fans. La categoría sex-symbol no le sienta bien, no es una construcción su propia imagen para disfrute ajeno. Su atractivo brota de su sola presencia y del goce que, se nota, encuentra en sí mismo.

Para cantar “El pupilo”, apenas despega los labios para susurrar “íntimamente, poco decente”, mientras se recorre todo el torso con su mano libre. Ofrece la espalda, mueve apenas la cadera, y podría llevarse a un teatro entero a la cama. Lo mejor es que sabe compartirse.  Durante “Capricho” y, sobre todo, “Putita”, se acerca a los palcos bajos, que están casi a la mano del escenario, para cantarles a las chicas que gesticulan la letra de la canción, enloquecidas.

Adrián las cautiva tanto, que ni siquiera atinan a sacar el celular para compartir la historia en Instagram. “Vampi”, el otro inédito, tuvo un recorrido interesante en los oídos del público, que ya coreaba “¿De qué sirve ser inmortal? Si no se puede morir de amor. Ya no quiero ser un anormal…”, y no se detiene cuando enganchan con “El loco”.


Como para tomar un último respiro, vuelven a temas de su discografía noventosa. “Casualidad” y “Coralcaraza” parecen haber madurado estos años dentro de una barrica de roble. Permanece en ellos el mismo espíritu desfachatado de quien no pide permiso, pero ganaron en cuerpo, suavidad y sí, son más embriagantes.

El clímax se acerca con “Muñeco”, que empieza a despabilar los nervios más sensibles y cuando se engancha con “Deléctrico”, el efecto es automático: todo el público se levanta de sus asientos para bailar. Porque la propuesta escénica de Babasónicos puede haber cambiado para adaptarse a una puesta teatral, pero siguen siendo los mismos, los electrificantes, con los que todos quieren bailar. La luz intensa desde el fondo del escenario deja ver el perfil oscuro de Adrián y el de todas las manos que se agitan en el aire.  ¿Es un teatro o un pub? Cuando suenan “Los calientes” no quedan dudas de que si Repuesto de Fe presenta un Babasónicos esencial, no podía evitarse el regreso alucinado a escenarios de viejas épocas.

En el punto álgido de éxtasis, agradecen, y se cierra el telón. El público se sienta, pero no se resigna. Hay más, tiene que haber más. Como un chico caprichoso, descubre que el piso de madera del Teatro suena hueco. Más divertido que aplaudir, es empezar a zapatear. El Teatro Coliseo retumba y vibra pidiendo más.


Los Babas atienden y regresan con tres temas más, pero no van a aumentar el nivel explosivo. “Puesto” vuelve a levantar al público que tenía más energía para descargar, se desarma sobre sí y (ya que no puede desarmarse sobre él) señala a quien se canta “soy hermoso y el mundo sonríe conmigo”. Pero hasta las más grandes y locas pasiones terminan con un mimo y un susurro calmo. “Su ciervo” tiene gusto a despedida y a promesa, “si vuelvo a morir y vuelvo a renacer, yo te elijo para las siete vidas”.

La balada pop de “Gratis” es una reafirmación de que Babasónicos no necesita romper tímpanos o quebrar caderas para revolucionar. La vanguardia no siempre necesita frenesí. Adrián, desnudo en su voz, canta “no me guardo el secreto y te convido con palabras las mil maravillas”, para decir que el rock también puede ser eso, tocar cada fibra sensible, hacer que uno corra atrás de un vaivén ecléctico de emociones, ahí donde la música toma cuerpo.

Fotos Chivi Marcote Fotografía

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