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Mayweather: un deseo, dos guantes y cien millones

Desde las penurias en la zona baja de Michigan hasta la fama y las luces de Las Vegas, un único deseo latente impulsó a Floyd Mayweather a labrarse como atleta de élite y producto de marketing de excelencia.

Quiero ser el hombre más rico del mundo, quiero ser el hombre más rico del mundo”. Floyd Mayweather Jr. tenía nueve años, la vista fija en el techo y estaba tendido en una de las camas de la habitación que compartía con sus cuatro hermanos y los padres. Repetía esa frase para sí mismo una y otra vez. En esa época, Floyd Sr., su padre, ya retirado del boxeo profesional, oficiaba de dealer para mantener a la familia y a Deborah, su madre, la adicción al crack le arrebataba todo tiempo para la crianza. Fue la abuela del michiguense quien lo aconsejó durante la niñez, la que le impidió empezar a trabajar de adolescente y la principal responsable de que el Pretty Boy se dedicase a pleno al boxeo. Varios flashes, luces y años más tarde, Money protagonizó -con el filipino Manny Pacquiao– el evento más taquillero de la historia de todos los deportes, la ‘Pelea del Siglo’, que recaudó utilidades y regalías por una cifra similar a la suma de los presupuestos anuales de Barcelona y Real Madrid.

Hoy, para el deleite de los que disfrutan al estilo cubano de boxeo, el otrora campeón mundial en cinco categorías amaga con volver de su segundo y supuestamente definitivo retiro. La duda precipitada es el rival, el obstáculo que se interpondría entre Mayweather y un redondo e impoluto registro de 50-0. Desde que el estadounidense insinuó la posibilidad de reaparecer sobre el ring, una caterva de peleadores desde el peso superpluma hasta el de los medianos desfilaron por la pasarela de candidatos auto-postulados. La lista fue tan amplia que desbordó las sogas del cuadrilátero y se filtró en la jaula de la UFC: Conor McGregor y Ronda Rousey, respectivamente bicampeón actual y excampeona de artes marciales mixtas, realizaron un recorrido mediático para aguijonear y persuadir a Floyd de un enfrentamiento que sería atractivo y disparatado en igual medida. Reunir boxeo y MMA vendería tantos tickets como bostezos arrancaría entre los aficionados de una y otra disciplina.

Aunque la incógnita que subyace a la eventual y sugestiva vuelta del hombre que cumplirá 40 a fines de febrero no tiene que ver con el adversario, sino con el incentivo. ¿Por qué volver? O, mejor dicho, ¿por qué volver a volver? La brillante carrera de altos y sin bajos del tres veces atleta mejor pagado del mundo tuvo una primera pausa en 2008, cuando anunció su paso a la inactividad por “no encontrar el deseo y la alegría de continuar en el deporte”. Sin embargo, la motivación que Mayweather no hallaba en su corazón, la encontró en sus bolsillos, que se inflarían exponencialmente desde su regreso al año siguiente: con las cadenas HBO, primero, y Showtime, después, emprendió un recorrido sin muchas más metas que ver en alza la cuenta bancaria. Fueron diez combates en los que vendió tantos PPV (pago por evento) como para llenar 126 veces el Estadio Maracaná y acumuló el dinero suficiente para comprar a Messi, Suárez y Neymar… y quedarse con un vuelto millonario.

Tras su última presentación, el triunfo por puntos sobre Andre Berto con el que igualó el récord histórico de Rocky Marciano, Mayweather se despidió y llamó a un silencio atípico. Nunca dejó de demostrar a través de las redes sociales su afán por la opulencia, pero su apellido reverberó sólo como exestrella que devino promotor. Hasta que alguien fue a la pesca y sintió el tirón, nomás hizo falta usar la carnada correcta, el dinero. Una enorme bolsa de billetes es lo único que puede poner en jaque el reposo de un deportista que aún conserva la rutina de entrenamiento profesional y a quien la edad lo corre con letargo. “Soy un hombre de negocios y por negocio tiene sentido”. Con esas palabras, el estadounidense quitó la cerradura de una puerta cuya llave ya se encargó de tasar: 100 millones de dólares. Pese a que a muchos se les puede perder la vista entre tantos ceros, más de una cadena se puso a hacer cuentas después de escuchar al invicto de Michigan. Por ahora, no hay postor a la altura, lo que motiva a varios especialistas del deporte de los puños a aludir a una máxima recurrente, que el que demanda una cifra exorbitante no pretende más que evitar un combate. Aunque, tratándose de Floyd, es difícil suscribir a esa idea. Puede que lo que Junior busque sea sencillamente una recompensa, una enorme retribución que lo acerque a cumplir su sueño de la infancia, ser el hombre más rico del mundo.

Por Matias Ciancio.