El mensaje, una y otra vez, merece ser transcrito: “Carcel a Videla y a todos los milicos asesinos“. Eso decía la remera blanca, sin mangas, que Kurt Lutman mostró en el festejo de un gol que le convirtió a Belgrano de Córdoba, por el torneo de reserva del fútbol argentino, un 20 de marzo del 2000. Dos años antes de que el Congreso de la Nación sancionara el 24 de marzo como el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. “Me acuerdo porque no es que hice muchos goles. A mi me habían bajado a la reserva de Newell’s, y ese día tuve la suerte de hacer dos“, cuenta Lutman, en el comienzo de la charla con Rock and Ball.
Kurt Lutman jugó al fútbol desde 1995 al 2000, con un breve regreso cuasi profesional en 2003. A los cinco años, su papá, que era DT de inferiores en Newell’s, lo llevó a mirar un partido y lo ubicó al costado de la cancha. Desde ese día no paró hasta el debut en primera, y nunca se alejó de La Lepra. Nunca, hasta que le hizo frente a Eduardo López (presidente del club rosarino entre 1994 y 2008). Aquel festejo ante El Pirata cordobés fue uno de sus últimos actos como futbolista, y el primero de muchos otros que vendrían después: tras dejar la pelota, fue albañil, vendió limones, estudió circo, se dejó conmover por el arte y la literatura, escribió dos libros (uno presentado –El agua y el pez– y otro por presentar: Semillas para barriletes), y transformó aquella remera en militancia: fue integrante de la agrupación H.I.J.O.S. durante varios años.
RNB: ¿Qué te dijeron tus compañeros después de ese festejo contra Belgrano?
Kurt Lutman: Había otra información en ese momento. Aunque parezca una locura decirlo, estábamos recién salidos de la dictadura. Después de 20 años, a nivel social, era muy joven ese episodio, y más cuando desde los grandes medios se quiso callar esa información. Se buscó el indulto y el punto final. Eramos una generación que no nos habíamos topado con esa data. Incluso yo, habiendo mostrado esa remera, tampoco era que estaba tan informado de todo lo que había pasado, sino que me había enterado de algunas cosas y sentía la necesidad profunda de acompañar esa lucha.
RNB: ¿Y cómo fue que te acercaste a militar en H.I.J.O.S?
KL: Cuando volví a Newell’s, después de un préstamo en Huracán de Corrientes, me encontré con un recital de Victor Heredia, en el que una de las pibas repartía una revista que era de H.I.J.O.S. Me la crucé y le dije que necesitaba tomar contacto con ellos, entonces me invitó a una reunión y, desde ahí, estuve militando más de cinco años. Son gente a la que quiero muchísimo y respeto mucho. Yo me formé con ellos. Ahora ya no milito, por distintas cuestiones personales que me llevaron a tomar otros rumbos.
RNB: ¿Cuáles son esas razones que te alejaron de la militancia?
KL: Hoy día tengo una mirada distinta, que no sé si obedece a la que tenia antes. Para mi, hoy día, la militancia es todo lo que uno pueda hacer para mejorar la vida personal y colectiva. Militar es hacer con amor. Entonces, yo no siento que militar sea ir a una marcha y decirle al que se queda en la casa que él no milita. El tipo milita otras cosas igual de valiosas que las mías.
RNB: ¿ Y Cómo vivís el 24 de Marzo?
KL: Yo, como estoy en Rosario, participo de la marcha desde acá, donde más de 25 mil personas marchan todos los 24 de marzo y el Monumento a la Bandera rebalsa. Para mi, no es solamente un día para hacer memoria, sino que es un momento festivo. Se ha convertido en una caravana de gente reivindicando sueños. Es un día de encuentro, y uno sigue armando ese rompecabezas de que fue lo que pasó y lo que estuvo en juego aquel 24 de marzo. Yo no tengo acotada mi mirada, sigo buscando información después de 17 años que me topé con la primera marcha a la que fui. Siento que cada uno se va acercando desde donde puede.
RNB: ¿Cómo crees que se lleva el fútbol con este tipo de temas?
KL: Yo entiendo que todas las manifestaciones que tienen que ver con la vida social, hay que decirlas y reivindicarlas. El 24 de marzo, el 2 de abril, son fechas que nos atravesaron desde lo más profundo. Yo no siento que el fútbol deba estar exento de esto. Ni el fútbol, ni el tenis, ni un kiosco de diarios, ni nada. Somos parte de un colectivo.
RNB: Son muy pocos los jugadores que van hacia donde no va la pelota. ¿Cómo fue que te metiste en literatura?
KL: Fue casi azaroso. En el 2000 dejé de jugar al fútbol y empecé a vincularme con pibes de un periódico que se llama El Eslabón. Empecé a venderlo, y cada tanto me decían: “che, ahora que se armó la parte de deportes, ¿no te gustaría meter una nota?”. Y a partir de eso empecé a animarme a escribir, muy en gotas, una o dos notas por año, y me empecé a entusiasmar. Me di cuenta de que, en realidad, todos podemos escribir, solamente tenemos que darnos ese permiso. Así, una cosa llevo a la otra, y quince años despues me encontré con que había acumulado textos como para armar un libro. Ahí nació El agua y el pez.
RNB: ¿Siempre te gustó leer?
KL: Muy poco. Hasta que en un momento me encontré con el gordo (Osvaldo) Soriano, y ahí sentí que toda mi vida me habia perdido de algo maravilloso como la literatura. Después lo encontré a Dolina, que me partió la cabeza, conocí a Galeano, que me hizo llorar, y después encontré al negro (Roberto) Fontanarrosa, que lo tenía en la esquina de mi casa, porque soy de Rosario, pero nunca lo había visto, y me encontré con uno de los tipos que mejor describieron el nervio fútbolistico. Un hincha de la hostia.
RNB: ¿Qué significó “El agua y el pez” para vos?
KL: Para mí fue un flete de sueños. Yo me subí y me llevó por un montón de lados de Argentina. Terminé presentandolo en La Pampa, en el interior de Santa F y hasta en Jujuy. Para mí fue algo hermosísimo. Tenía muchas ganas poner en juego mi mirada sobre el fútbol, de decir algunas cosas que pensaba, y de rescatar algunos sujetos que se los pasó por alto en cuanto a lo técnico, pero que afuera de la cancha tenían historias potentísimas que yo conocia y que las quería mostrar.
En El agua y el pez, Kurt Lutman evoca el hecho que lo impulso a plasmar, adentro de la cancha, su compromiso social y su interes por la defensa de los derechos humanos. Le dedica un capitulo a Mauro Javier Amato, centrodelantero que en 1999 convirtió un gol jugando para Atlético Tucumán, y lo festejó mostrando una remera con la leyenda “aguanten Las Madres“. En aquel entonces, el represor y genocida Antonio Domingo Bussi era gobernador de Tucumán, y Kurt recuerda que “fue impresionante porque, en el ultimo año de mandato de Bussi, ni siquiera se podía nombrar a Las Madres“.
Semillas para barriletes, su nuevo y segundo libro, está compuesto por 20 crónicas que según Kurt: “atraviesan el futbol desde el adentro y el afuera de la cancha, pasando por la militancia, el amor y los miedos“. En Buenos Aires, se puede conseguir en Pavón 2346, Capital Federal.
Por: Juan Pablo Francia (@juampifrancia)
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