“Son la mitad más uno, son de Bolivia y Paraguay. Yo a veces me pregunto: ‘Che, negro sucio si te bañás’. Boca, ¡qué asco te tengo!”, entonan los hinchas del clásico de turno al unísono, atribuyéndoselo al “folklore del futbol”. Sin embargo, no son sólo las hinchadas argentinas las que expresan racismo y discriminación cada vez que rueda la pelota. En el viejo continente dos clubes italianos encierran al derbi mas reñido en la historia del fútbol local: Societa Sportiva Lazio y AS Livorno.
La Lazio fue apadrinada por el dictador Benito Mussolini en 1923. Desde entonces, se afirmó como estandarte a la extrema derecha. Las costumbres de Il Duce se extendieron a lo largo de la historia del equipo, que hoy capitanea el argentino Lucas Biglia. A fin de los años ’60, se unieron a los ultras (término utilizado para describir a los barrabravas) del equipo de la capital, radicales fascistas vinculados a la campaña del déspota. En 1998, siguiendo con su tradición, le dedicaron a su eterno rival, AS Roma, banderas con inscripciones que decían: “Auschwitz es su patria y los hornos, su hogar” y “Equipo de negros, tribuna de judíos”.
Uno de los personajes más destacados es Paolo Di Canio, un delantero tan letal como nefasto. En el clásico contra la Roma del 2005, celebró un gol haciendo el típico saludo fascista, provocando la incomodidad de todos los presentes en el campo de juego del Estadio Olímpico. Sin embargo, la nieta del ex líder extremista aclamó el episodio.
Lejos de separarse de estas acciones, en septiembre de 2016, cuando conducía un programa para la cadena británica Sky Sports, Di Canio lució un tatuaje en el brazo con la palabra “DUX”, cuyo significado en italiano es “Il Duce mia luce” (el guia es mi luz). Al día siguiente, fue echado del ciclo. Actualmente, se siguen escuchando cantos racistas contra jugadores negros o judíos en las tribunas de la Curva Norte, donde se ubican los más fanáticos de Lazio.
La otra historia relacionada con la ideología y el fútbol es la del AS Livorno, equipo fundado por obreros en el puerto industrial de la ciudad. Totalmente opuesto a Lazio, el conjunto bordó adoptó al Partido Comunista como propio y presentan banderas con la hoz y el martillo.
El ídolo del club es Cristiano Lucarelli, un jugador italiano que supo nacer con los colores en el alma. De chico, nunca representó al club de sus amores ya que siempre jugó para otros conjuntos aunque nació en la ciudad portuaria. La primera muestra de afecto fue cuando marcó un gol con la selección italiana Sub 21, en 1997 contra Moldavia, y desplegó, nada más ni nada menos, que una remera del Che Guevara, todo un símbolo comunista. Esta acción le valió una sanción por parte de los dirigentes italianos, como si de un delito se tratase. Sin embargo, consiguió ganarse el cariño de su pueblo y de los aficionados del Livorno, quien nunca habían podido disfrutar de sus goles.
Lucarelli vistió la camiseta de grandes equipos italianos hasta que vio la oportunidad de pelear por su sueño: representar los colores que siempre quiso sin importar los millones que le ofrecieran. En 2003, debutó en su club, se consagró goleador y logró ascenderlo a la primera división italiana. Cristiano jugó todos sus partidos con la camiseta número 99, año en que se crearon las Brigadas Autónomas Livornesas. Finalmente, en 2005, el delantero pudo conocer a la hija del Che, Aleida Guevara. Incluso, las banderas del argentino-cubano se ven en cada rincón del club.
Estas historias demuestran que el fútbol no es solamente un juego en el que 22 hombres corren detrás de una pelota, sino que, también, puede servir como reflejo de los viejos resabios que hay en la sociedad. Ya sea en el viejo continente, o en una tribuna argentina un domingo por la tarde.
Por Nicolás Vacca y Julia Maestri.
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