Las malas noticias pueden darse a conocer de mil maneras. La mayoría de las personas prefiere que sean rápidas y de frente, otros un poco más suave y algunos ni siquiera enterarse. Diego Chaves, púgil argentino, tenía todo listo para su ecuménica pelea frente al inglés Kell Brook pactada para el 24 de octubre de 2015. Un día, abrió los portales web y se enteró que la habían suspendido, se preguntó porqué, y nadie le dio una explicación.
Sin ningún fundamento sustentable, los organizadores, representantes, dirigentes y publicistas desaparecieron del mapa. Lo dejaron sin pelea y con una inversión enorme a cuestas, tanto física como económica.
Brook, quien había acusado una lesión en sus costillas, quitó del cronograma la reprogramación del combate y gracias a sus ingeniosos promotores, desafió a Gennady Golovkin por la corona de los medianos. Su performance fue pésima, tanto que en el quinto round obligó a su esquina a tirar la toalla para evitar una catástrofe.
Chaves, por su lado, se quedó sin nada. Ni siquiera una indemnización laboral elemental. Fue ahí cuando su cabeza hizo el click y dijo basta al deficitario manejo de su carrera. Imposible no sentirse desconsiderado por la escasa cotización que tuvo su campaña, en la cual logró el Campeonato Mundial Welter Interino (AMB) y muy buenas peleas en Estados Unidos frente a los campeones mundiales Keith Thurman, Timothy Bradley y Brandon Ríos.
Justamente luego de finalizar una polémica batalla frente a Ríos, en la que el árbitro decidió descalificarlo a falta de un round, Chaves debió afrontar otro tipo de lucha fuera del ring con su manager, Oscar Rivero. Acusó a su promotor de quedarse con un vuelto grande de su bolsa en aquella noche y se convenció de que merecía mucho más, en su bolsillo y en sus pergaminos.
Delegó su representación a las estrategias de los abogados y tras 18 meses de bloqueo e inactividad, pudo volver al ring. Claro, nada de esto fue gratis, nada en el boxeo lo es. El bonaerense, quizás mejor asesorado, pero con mala reputación en el mundo de los agentes, debió hacerse espacio entre cartas documento y la poca predisposición de promotores que se animaron a programarlo. Se impuso en combates de segundo orden y, pese a la indignación de algunos poderosos entes locales y fastidiados por su independencia contractual, logró meterse nuevamente en la discusión boxística.
Exactamente el 17 de Junio volvió a boxear en competencias internacionales y derribó en dos oportunidades al venezolano Jean Prada. Un viejo y clásico rival de la Joya, con quien ostentaba un largo historial de victorias y derrotas hace más de una década. Ahora cuenta con la motivación de tener al alcance de su mano a decenas de boxeadores altamente valorados por el marketing global. Pero no debe dejarse llevar por las luces, y enfocarse en su proyección pugilística, la cual seguramente le permitirá volver a medirse con estrellas de la talla de Adrien Broner, Andre Berto o Amir Khan, de gran renombre en la categoría.
Con un árbol genealógico auspicioso, el nieto de Rudecindo Chaves, un guapo noqueador que trabajó como sparring de Carlos Monzón y de Víctor Galíndez en los años setentas, sobrino de Ismael y Ariel, campeones argentinos de los noventas, y primo de Brian Castaño, promesa del boxeo argentino y flamante campeón interino de la AMB, subirá al cuadrilátero libre de agentes carroñeros. No puede fallar ahora, debe estar lucido y saber mover las piezas en un deporte donde nunca se está tan cerca de la gloria y el olvido al mismo tiempo. Un deporte donde es fundamental tener la guardia alta.
Por Emiliano Zontella. (@EmiZontella11)
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