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El rey y el mendigo

El mítico Maracaná fue testigo de un encuentro, cuanto menos, histórico. No hablo del resultado, sino del encuentro en sí: salvo en eliminatorias europeas (donde juegan equipos como San Marino, Andorra, o Malta), casi nunca España, actual campeón del mundo y bicampeón europeo, se enfrentó ante un equipo que esté más de cien puestos por debajo en el ranking mundial; y casi nunca Tahití se enfrentó a un equipo de semejante magnitud, ni siquiera en algún amistoso. Más allá de que el resultado era casi puesto (de hecho, si se apostaba para los ibéricos para poder ganar un euro tenías que apostar cien), el partido tenía encanto suficiente como para poder ser visto. De la "Furia Roja" se sabe casi todo, por lo que hay que hacer foco en el otro protagonista del encuentro: el seleccionado de la Polinesia Francesa, país que posee aproximadamente 267 mil habitantes, y un área de 4167 km^2, tiene a casi todos sus jugadores jugando en la liga de su país, la cual es semiprofesional (el único que se desempeña en el exterior es el delantero Marama Vahirua, quien se desempeña en el Panthrakikos griego. De hecho, varios de ellos tienen otras ocupaciones aparte del fútbol: hay estudiantes, administrativos, repositores, constructores, entre otros. Pero no todos cuentan con la misma suerte: ocho jugadores, entre ellos el capitán Nicolás Vallar, se encuentran desempleados. La clasificación les llegó a los oceánicos casi como un regalo del cielo: en la última Copa de Oceanía disputada el año pasado en Islas Salomón, Nueva Zelanda, amo y señor de la OFC tras la ida de Australia a la confederación asiática, y único invicto del Mundial 2010 (empató los tres partidos que disputó), quedó eliminado en semifinales en manos de Nueva Caledonia, equipo que fue derrotado por un marcador de 1-0 en el partido decisivo, que le valió el pasaje a Brasil a los Toa Aito (Guerreros de Acero), que no tienen chances de regresar el año próximo ya que los susodichos All Whites serán los que se enfrenten al cuarto de la CONCACAF. Ya hubo un antecedente entre ambas escuadras, al menos en lo que se refiere a seleccionados juveniles: fue en el Mundial Sub 20 de 2009, disputado en Egipto, en el que los españoles se impusieron por 8-0. Esta era la primera vez en seleccionados mayores. En la previa, el entrenador tahitiano Eddy Etaeta declaró: "España no está interesado en terminar el partido con un 10-0. España es un equipo muy respetuoso y que respeta a los equipos pequeños. No creo que perdamos por una goleada histórica". Lamentablemente para él, sucedió lo que no quería que él suceda: los europeos lograron su tercer mejor goleada, y los oceánicos igualaron su peor registro (en 2004, Nueva Zelanda también le anotó en diez ocasiones). Igualmente, eso quedó en un segundo plano para los número 138 del Ranking FIFA. La camaradería se hizo presente en Río de Janeiro a lo largo del partido: hubo saludos entre ambos bandos antes y después del pitazo final. Incluso en una anotación que sucedió tras un error del arquero Mickäel Roche, David Villa lo terminó consolando. De más está decir que ambos equipos intercambiaron casacas al termino del cotejo. Incluso Fernando Torres, autor de cuatro tantos, afirmó: "Yo soy un aficionado más de esta selección. Es envidiable como juegan, con la pasión y la alegría de cuando éramos amateurs". Además, más allá de que sucedió lo que no quería que sucediese, Etaeta se mostró conforme por lo hecho por sus dirigidos: "Fue una enorme sorpresa lo que ha pasado en el partido. A pesar de la cantidad de goles que hemos sufrido, tuvimos un enorme apoyo del todo el público del Maracaná. Nunca habíamos recibido tantos aplausos. Eso fue muy importante para nosotros. Queríamos alcanzar el corazón de los brasileños, perdimos 10-0, pero nos sentimos como si hubiésemos conseguido una gran victoria". También hay que destacar que, respecto a la posesión del balón, superaron el 18% que estableció el DT: tuvieron 38%. El rey y el mendigo se encontraron en Brasil. Estaba claro que no iba a ser un encuentro más.

El mítico Maracaná fue testigo de un encuentro, cuanto menos, histórico. No hablo del resultado, sino del encuentro en sí: salvo en eliminatorias europeas (donde juegan equipos como San Marino, Andorra, o Malta), casi nunca España, actual campeón del mundo y bicampeón europeo, se enfrentó ante un equipo que esté más de cien puestos por debajo en el ranking mundial; y casi nunca Tahití se enfrentó a un equipo de semejante magnitud, ni siquiera en algún amistoso. Más allá de que el resultado era casi puesto (de hecho, si se apostaba para los ibéricos para poder ganar un euro tenías que apostar cien), el partido tenía encanto suficiente como para poder ser visto.

De la “Furia Roja” se sabe casi todo, por lo que hay que hacer foco en el otro protagonista del encuentro: el seleccionado de la Polinesia Francesa, país que posee aproximadamente 267 mil habitantes, y un área de 4167 km^2, tiene a casi todos sus jugadores jugando en la liga de su país, la cual es semiprofesional (el único que se desempeña en el exterior es el delantero Marama Vahirua, quien se desempeña en el Panthrakikos griego. De hecho, varios de ellos tienen otras ocupaciones aparte del fútbol: hay estudiantes, administrativos, repositores, constructores, entre otros. Pero no todos cuentan con la misma suerte: ocho jugadores, entre ellos el capitán Nicolás Vallar, se encuentran desempleados.

La clasificación les llegó a los oceánicos casi como un regalo del cielo: en la última Copa de Oceanía disputada el año pasado en Islas Salomón, Nueva Zelanda, amo y señor de la OFC tras la ida de Australia a la confederación asiática, y único invicto del Mundial 2010 (empató los tres partidos que disputó), quedó eliminado en semifinales en manos de Nueva Caledonia, equipo que fue derrotado por un marcador de 1-0 en el partido decisivo, que le valió el pasaje a Brasil a los Toa Aito (Guerreros de Acero), que no tienen chances de regresar el año próximo ya que los susodichos All Whites serán los que se enfrenten al cuarto de la CONCACAF.

Ya hubo un antecedente entre ambas escuadras, al menos en lo que se refiere a seleccionados juveniles: fue en el Mundial Sub 20 de 2009, disputado en Egipto, en el que los españoles se impusieron por 8-0. Esta era la primera vez en seleccionados mayores. En la previa, el entrenador tahitiano Eddy Etaeta declaró: “España no está interesado en terminar el partido con un 10-0. España es un equipo muy respetuoso y que respeta a los equipos pequeños. No creo que perdamos por una goleada histórica”. Lamentablemente para él, sucedió lo que no quería que él suceda: los europeos lograron su tercer mejor goleada, y los oceánicos igualaron su peor registro (en 2004, Nueva Zelanda también le anotó en diez ocasiones).

Igualmente, eso quedó en un segundo plano para los número 138 del Ranking FIFA. La camaradería se hizo presente en Río de Janeiro a lo largo del partido: hubo saludos entre ambos bandos antes y después del pitazo final. Incluso en una anotación que sucedió tras un error del arquero Mickäel Roche, David Villa lo terminó consolando. De más está decir que ambos equipos intercambiaron casacas al termino del cotejo. Incluso Fernando Torres, autor de cuatro tantos, afirmó: “Yo soy un aficionado más de esta selección. Es envidiable como juegan, con la pasión y la alegría de cuando éramos amateurs”.

Además, más allá de que sucedió lo que no quería que sucediese, Etaeta se mostró conforme por lo hecho por sus dirigidos: “Fue una enorme sorpresa lo que ha pasado en el partido. A pesar de la cantidad de goles que hemos sufrido, tuvimos un enorme apoyo del todo el público del Maracaná. Nunca habíamos recibido tantos aplausos. Eso fue muy importante para nosotros. Queríamos alcanzar el corazón de los brasileños, perdimos 10-0, pero nos sentimos como si hubiésemos conseguido una gran victoria”. También hay que destacar que, respecto a la posesión del balón, superaron el 18% que estableció el DT: tuvieron 38%.

El rey y el mendigo se encontraron en Brasil. Estaba claro que no iba a ser un encuentro más.

Santiago Luduena
Periodista deportivo, aunque también pueden decirle Licenciado. Escribió un libro, el árbol y el hijo aún los debe. Fanático de los deportes (y de Boca), pero también de los libros (más aún los de Casciari) y de Love of Lesbian. En una palabra: polifuncional.