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DE OTRO MAMBO: Flor de Mambo en la Sala Siranush

Vos entrándole a una picada de quesitos y a un tinto mientras un grupo de más de 50 personas baila mambo siguiendo la coreografía de dos hermosas mujeres amazónicas vestidas con enteritos de plush, desafiando la fidelidad mental de cuanta pareja intente seguirles el paso. Pero ojo, acá bailan todos. Nenes de 5 años que se animan a abandonar el upa, mamás, mamitas, señoras con sus maridos, señoras que buscan maridos, señores que buscan lo que se pueda, todos buscando a la vez lo mismo: bailar. Estamos en la Sala Siranush, ahí sobre la calle Armenia, en pleno Palermo. Toca Flor de Mambo y la previa se hace entrando en calor. Pensás que si hubieras llegado un ratito antes, la picada de quesos podría ser una picada armenia, la que lamentablemente ya se terminó. No importa, muy rico todo, ya el vino coloniza tus lóbulos frontales y se abre el telón. “Somos Flor de Mambo y tocamos mambo, por si no se dieron cuenta”, arrancan, en la voz de Germán Cohen, un simpático que encima resulta ser un talentosísimo trombonista, parte también de las bandazas Satélite Kingston y Onda Vaga. Apenas pasa un tema sin mucho valiente animándosele al baile, Germán apura: “No somos muy carismáticos, por eso si quieren bailar en vez de mirarnos, o comer falafel… bueno háganlo”. Irreverente, la visión de un punk haciendo mambo y bancandoselá. Lo que logra Flor de Mambo es emular la energía, el ambiente, la mística con la que El Rey del Mambo”, el Señor Dámaso Perez Prado pavimentó las rutas mamberas de los años 50. Y se arma el primer trencito, se vuelan las pelucas, la orquesta está encendida. Cuento 10 músicos, entre percus, vientos, coros, teclado y varios etcéteras, más dos bailarinas que aparecen para avasallarlo todo y una bestial cantante que va y viene, Daniela Horovitz, que mantiene constante la piel de pollo el tiempo que dure su performance. Se los ve divertidos y apasionados. Una fórmula infalible que sostiene a los espectadores constantemente al palo, que les concede el lujo de irse a retocar el maquillaje durante un intervalo, volver y que todos estemos a punto caramelo esperando la primera trompeta para volver a la pista. “Qué rico el mambo”, “Quizás, Quizás, Quizás”, temas que tu cerebro recuerda y no sabés ni en qué momento los aprendiste, otros que sin letra ahí te tienen, presa del ritmo, intentando no fallarle a la chica de las córeos y esperando que ninguna de las copas que bailan en manos ajenas terminen adornándote las zapatillas. Todavía le queda un domingo más a ésta fiesta en la Sala Siranush. La cita es el próximo 7 de abril, a las 20 horas, en Armenia 1353. La entrada 40 pesitos, el vino a 50, la picada a 25. Esto es Flor de Mambo… es mambo, y, ¡qué rico es!

Vos entrándole a una picada de quesitos y a un tinto mientras un grupo de más de 50 personas baila mambo siguiendo la coreografía de dos hermosas mujeres amazónicas vestidas con enteritos de plush, desafiando la fidelidad mental de cuanta pareja intente seguirles el paso. Pero ojo, acá bailan todos. Nenes de 5 años que se animan a abandonar el upa, mamás, mamitas, señoras con sus maridos, señoras que buscan maridos, señores que buscan lo que se pueda, todos buscando a la vez lo mismo: bailar.

Estamos en la Sala Siranush, ahí sobre la calle Armenia, en pleno Palermo. Toca Flor de Mambo y la previa se hace entrando en calor. Pensás que si hubieras llegado un ratito antes, la picada de quesos podría ser una picada armenia, la que lamentablemente ya se terminó. No importa, muy rico todo, ya el vino coloniza tus lóbulos frontales y se abre el telón.

“Somos Flor de Mambo y tocamos mambo, por si no se dieron cuenta”, arrancan, en la voz de Germán Cohen, un simpático que encima resulta ser un talentosísimo trombonista, parte también de las bandazas Satélite Kingston y Onda Vaga. Apenas pasa un tema sin mucho valiente animándosele al baile, Germán apura: “No somos muy carismáticos, por eso si quieren bailar en vez de mirarnos, o comer falafel… bueno háganlo”. Irreverente, la visión de un punk haciendo mambo y bancandoselá.

Lo que logra Flor de Mambo es emular la energía, el ambiente, la mística con la que El Rey del Mambo”, el Señor Dámaso Perez Prado pavimentó las rutas mamberas de los años 50. Y se arma el primer trencito, se vuelan las pelucas, la orquesta está encendida. Cuento 10 músicos, entre percus, vientos, coros, teclado y varios etcéteras, más dos bailarinas que aparecen para avasallarlo todo y una bestial cantante que va y viene, Daniela Horovitz, que mantiene constante la piel de pollo el tiempo que dure su performance.

Se los ve divertidos y apasionados. Una fórmula infalible que sostiene a los espectadores constantemente al palo, que les concede el lujo de irse a retocar el maquillaje durante un intervalo, volver y que todos estemos a punto caramelo esperando la primera trompeta para volver a la pista. “Qué rico el mambo”, “Quizás, Quizás, Quizás”, temas que tu cerebro recuerda y no sabés ni en qué momento los aprendiste, otros que sin letra ahí te tienen, presa del ritmo, intentando no fallarle a la chica de las córeos y esperando que ninguna de las copas que bailan en manos ajenas terminen adornándote las zapatillas.

Todavía le queda un domingo más a ésta fiesta en la Sala Siranush. La cita es el próximo 7 de abril, a las 20 horas, en Armenia 1353. La entrada 40 pesitos, el vino a 50, la picada a 25. Esto es Flor de Mambo… es mambo, y, ¡qué rico es!