Preparándose para el show que darán en Niceto Club el viernes 16 de noviembre, Sig Ragga sigue en movimiento. Si bien está a las puertas del estudio para grabar su cuarto disco, sucesor de “La Promesa de Thamar”, el cuarteto compuesto por Gustavo “Tavo” Cortés (voz, teclados), Ricardo “Pepo” Cortés (batería, coros), Juanjo Casals (bajo) y Nicolás González (guitarra, coros) explica en charla con Rock N’ Ball que nunca deja de tocar ni de pensar en cuál será su próxima creación.

Ya sea en forma de canción, disco completo o show, Sig Ragga demuestra que la única manera de reinventarse es seguir en movimiento. “Más nos entusiasma la idea de llegar a más lugares”, declaran su bajista Juanjo Casals.

RNB: ¿El show de Niceto será un repaso de la discografía o de la historia de la banda? Parecen ser cosas diferentes para ustedes…

JUANJO CASALS: En los últimos años incluimos toda la historia de la banda, tenemos tres discos que creemos que son muy diferentes, de distintas épocas. El primero tiene una concentración de diez años de banda casi, son temas que tenían otro tipo de elaboración. La banda venía haciendo otro estilo, estaba más ligada a la música negra, al reggae y a medida que pasaba el tiempo fuimos variando influencias. Siempre nos gustó la idea de no limitarnos. El segundo fue al revés, lo hicimos en dos meses. Lo fuimos afuera, estuvimos en un estudio de primer nivel y convivimos por primera vez un mes juntos los cuatro, que no había sucedido. Estar creando grabando todos juntos fue una experiencia única. Este disco tiene otra situación, decidimos construir nuestro propio estudio de grabación y grabarlo ahí. En eso se basa la idea de que mostrar un disco solamente quizás no abarca todo lo que tenemos. Por eso siempre hay canciones de todos los discos. Eso es una experimentación para nosotros, para saber qué pasa en los shows.

RNB: ¿Hay canciones que sean icónicas, para mostrar todo lo que es la banda?

JC: No lo veo así. Quizás si haya temas que tocamos siempre, como “Orquesta en descomposición”, “Antonia”, Chaplin” pero más por una cuestión de gusto o interpretación. De llevar al vivo las canciones. Nosotros trabajamos con muchas capas, con tracks. Por ahí somos cuatro y nos apoyamos en una secuencia para más instrumentación, y todo eso lleva un trabajo que es complejo llevarlo a cabo. Pero en ese sentido todas las canciones son icónicas, porque no tenemos canciones de relleno. Lo que no nos convence, o que no está terminado, lo apartamos, pero no editamos por editar o completar. Construimos el show en base a una narración, y así pensamos si la canción funciona dentro de lo que queremos contar o no.

RNB: Entonces sus recitales son una obra en sí misma…

JC: Para nosotros es un todo. La representación que hacemos, al caracterizarnos, y dejar de ser nosotros, habla de eso. Dejar de ser uno para formar parte de un todo. Es nuestra idea. Por lo menos tratamos de desarrollar eso. Nos formamos en línea, no está el baterista atrás, no hay ídolos, jefes. Hay una cuestión de eso. Por más que la estructura tenga referencias de cine, de teatro, viene desde adolescentes, esta forma de romper las reglas del juego que hay en lo que es una banda de música, en un recital, en el cantante al frente. Fue un proceso difícil de lograr, porque caes a un festival y decís que la batería va adelante, te dicen “olvidate”. Hoy ya nos conocen más y saben. Hubo que cruzar una barrera, no solo musical, sino hasta técnica, para que se entienda la idea artística. El común denominador se oponía. Porque está siempre todo estipulado, armado, todo tradicional. A nosotros nos daba ganas de romperlo y así te enfrentás a la idea de plantearlo.

RNB: ¿Se sienten solos en esa apuesta?

JC: No, en la escena ya hay varios, no solo con la cuestión estructural, sino en la música, escuchamos otros timbres, otras instrumentaciones. Es que haya movimiento, ahí está la evolución. Que no sea algo con muchas reglas. Nos gusta experimentar, hacer un tipo de laboratorio, algo que no se considere que esté bien, sacarte de un lugar. Porque es fácil caer en el método cuando pasás varios años en una banda, y romperlo es más divertido. Es el no método para componer también: las canciones salen de cualquier lado, no solo una melodía en guitarra. Sí trabajamos en la imagen, charlamos mucho, cuando proponemos algo nos decimos ¿cómo debería sonar esto? Y nos conectamos desde el sentido visual, la idea de donde vamos, como si todo fuese una imagen. Queremos que las cosas no sean tan matemático.

RNB: Entonces, ¿ la respuesta que buscan también es diferente, una necesidad de crear una atmósfera?

JC: Nos gusta más que alguien se acerque a decirte que tal tema lo llevó a tal lugar, lo valioso es que haya una comunicación de algo, más que el mero aplauso. Que haya libre interpretación de lo que decimos. Eso pasa con el cine. No te gusta o te gusta algo por una cuestión personal. Desde el lado de la atmósfera no queremos que haya una obligación de combinación de sonidos o de elementos. Con “Tonada de un augurio” (de “La promesa de Thamar”), nos pasó algo así. Era un tema que tenía 150 tracks, de guitarras, bases. Muy cargada de música. Y en la grabación muteamos todo para trabajar con la voz sola, y nos dimos cuenta que esa era la canción. Nos generó algo completamente distinto. Y así quedó. Voz, guitarra, piano y algunos arreglos atrás. No tenemos miedo tampoco de esa cuestión del trabajo excesivo, para después descartarlo. Hasta el último segundo de la mezcla, pensamos en si nos gusta y nos genera algo, o es todo un quilombo de cosas que suena. Ahí está la cuestión de la atmósfera. Es una experimentación de 20 años. Se genera una especie de código que no está dentro de las palabras. Hay una comunión importante.

RNB: Siempre se los relaciona al reggae, porque desde allí partieron como columna vertebral de sus primeras producciones. ¿Es difícil apartarse de esa etiqueta?

JC: Esa era la música que escuchábamos, era nuestra escuela y de lo que más conocíamos. En casa teníamos muchas influencias, pero en esa primera etapa estaba esa cosa de reggae. Pero después a medida que fuimos creciendo nos dimos cuenta que teníamos otras inquietudes musicales, por cuestiones técnicas que vas aprendiendo, vas queriendo tocar otras cosas. Y pensamos en ese encierro de por qué teníamos que tocar solo reggae porque era nuestro estilo, porque había que respetarlo. De lo rítmico en primera posición. Pero después nos desligamos. No tenemos problemas en volver a hacer reggae ni en dejar de hacerlo. Son momentos de uno, y trabajás con eso. Siempre nos gustó la idea de que salgan canciones que no respondan a un lugar de comodidad, que todo sea lo mismo.

RNB: ¿Sienten que ser nómades dentro de la música los trajo hasta acá?

JC: Ahora con lo que pasó con las premiaciones inventaron esto de lo “alternativo”, que es una especie de encasillamiento que lo da la prensa o el mercado, para nuestro lado, la cosa es siempre que se reinvente pero sin pensar que tenemos que reinventarnos. No hacemos las cosas pensando si le van a gustar al público. Si creás para gustar a otro, se acaba. No vamos para pegarla, ni para tener un hit. Cuando empezamos a tocar también nos veían raros en el circuito del reggae. Nos han dicho que hasta le faltábamos el respeto al género. Hay una cuestión del miedo a lo nuevo. Nos metían en esos festivales, y fuimos dejándolos de a poco porque no éramos ortodoxos. Fue complejo que acepten todo lo que hacemos. Esa libertad mental es la que larga data sin parar.

RNB: Conociendo como es la industria musical, ¿cómo se siente haber sido nominados a los Grammy con todos sus discos?

JC: ¡Fue extrañísimo! La primera vez no fue idea nuestra. Fue de un manager que nos dijo que iba a mandar una canción, “Resistencia indígena”, y le dijimos a dónde la vas a mandar? No somos amantes de esas cosas, las esquivamos. Pero pasó y no lo podíamos creer porque uno ve que las producciones nominadas y ganadores son millonarias, con muchos productores, es la industria premiando a la industria. Y nosotros no teníamos plata ni para viajar. Llegó esa primera nominación y es tan diferente a nuestra realidad cotidiana que es como un mundo fantasma. Y con el segundo disco tuvimos cuatro nominaciones. Pensamos que pasaba algo con la música. Ahora con “La promesa de Thamar” tuvimos dos nominaciones y hasta nos invitaron a tocar, primero a hacer un tributo a Alejandro Sanz, y no nos convenció la idea. Pero nos volvieron a llamar para abrir la premiere en vivo. Y Fuimos, fue una experiencia increíble, conocer todo ese mundo de alfombra roja tan diferente. Hay muchas cosas que te chocan. Son sentimientos encontrados. Está todo bien pero hay algo que sentís que no está bien, es un mundo efímero. Sabemos igualmente que gracias a eso nos conocieron en un montón de lados, no somos hipócritas en ese sentido, porque la exposición como banda nos sirve. Te abre puertas en algún punto.

RNB: De alguna manera es esperanzador, que bandas como ustedes estén en ese mundo.

JC: Se me fueron varios fantasmas. Antes parecía todo estipulado, quién va, quien gana, era un mundo armado. Lo es un poco, pero en algún sentido es una gratitud, que nosotros y otras bandas que no tenían nada que ver con la industria, más independientes, cosas más íntimas, y pueden llegar y te pueden premiar junto a artistas que tienen un éxito distinto. Hay que medir cual es el éxito y la búsqueda de cada uno. Mi éxito es seguir tocando con los chicos, girar la cabeza y ver a mis hermanos de hace 20 años haciendo música conmigo. No me gustaría hacer algo automatizado, sentirte exitoso porque estás mucho en la televisión. Lo que se confunde es que el éxito es ser famoso. No se trata de renegar de ese mundo, ni de hacerte el revolucionario musical, pero va más por el lado de atrás.

Sig Ragga se presentará en Niceto Club el 16 de noviembre a las 21 para repasar su carrera. El 17 de noviembre tocarán en Junín y luego llegarán por primera vez a Formosa y Chaco, los días 30 de noviembre y 1º de diciembre respectivamente.