Bardo y rock. Rock y bardo. Un show acaba de ser cancelado. El artista principal nunca llegaría al escenario. En un momento de dispersión y con las luces encendidas, toma el micrófono un desconocido. Advierte al público que es uno de ellos y que está de su lado: es uno de los empresarios productores del frustrado show. “El artista (…) simple y sencillamente se metió a su cuarto, pidió botellas de alcohol y se está emborrachando. Esa es la verdad (…) Está en su habitación metido emborrachándose y drogándose”.
¿Es un sketch de Pomelo en el programa de Diego Capusotto? No, está hablando de Luis Miguel. Corría el año 2015 y su gira Deja Vu recién comenzaba, como al parecer también su fase rockstar de “sexo, drogas y boleros”.
De regreso al 2017 el cantante puertorriqueño-mexicano está pagando las consecuencias de esa gira. Fue detenido este martes en Los Ángeles, California, luego de estar “prófugo” por no presentarse al llamado de un juez federal. Es el más reciente de una secuencia ya extensa de conflictos con la justicia, esta vez se niega a pagarle a su ex manager una indemnización de un millón de dólares. ¿Cómo logró la libertad? Firmando una fianza de responsabilidad civil por el mismo monto.
En enero pasado y en el marco de esta causa, el juez dictó una orden de embargo para su Rolls Royce modelo 2013. No sólo no cumplió con esa orden, sino que un mes después fue a cenar a un conocido restaurante en Los Ángeles manejando él mismo ese auto. Luismi sigue siendo el Rey y no parece resignarse a entregar lo que es suyo. Rocanrol nenene.
¿Rebeldía tardía? ¿Regresión adolescente?
Tenía once años cuando su padre quiso impulsar su carrera a través de contactos por lo menos, particulares (y un poco turbios). El hombre que prestó su apoyo era apodado “El Negro Durazno”, y no era manager, no era músico, mucho menos productor. Arturo Durazno Moreno era el jefe de policía de la Ciudad de México. Gracias a él, en una escena digna de El Padrino, Luis Miguel cantó en el casamiento de la hija del entonces presidente de México, José López Portillo. Su carrera se disparó.
Durante su adolescencia se muestra como un hombre prolijo, de traje formal y pelo casi esculpido. Tiene apenas tres años menos que Kurt Cobain, pero nada tiene que ver con la Generación X, quizás era hasta más prolijo que don Cobain. Hasta los 17 años su padre va a manejar su carrera, después se distancian para siempre. A los 23 es el primer cantante latino en llenar un Madison Square Garden, y tiene incontables discos de oro y platino.
Luis Miguel no es el cantante favorito de tu tía porque sí. Durante toda su carrera hasta hoy, mueve miles y miles de personas y su talento es reconocido internacionalmente. Participó en un disco de Frank Sinatra y es uno de los pioneros en duetos virtuales, proyectando en la pantalla a Frank y cantando con él (show en River, 1996), cantó versos de compositores famosos como Armando Manzanero, revisitó un tema de Carlos Gardel, grabó una canción para Disney. Tiene premios Grammy, Billboard, World Music Award y una estrella en el paseo de la fama de Hollywood como Sinatra y Elvis Presley.
Pero a la hora de sus excentricidades, está más cerca de Pomelo que del Rey del Rock. Si escapar de la policía y manejar un auto embargado fuera transgresión antisistema, queda la duda de cómo etiquetar a las exigencias de Luismi para su camarín. Sólo toma una marca exclusiva de agua de las islas Fiji (aunque pueda dejarlas intactas luego de un show). Pide que las ventanas de su cuarto y su limusina estén absolutamente polarizadas. Una vez, en un show en Puerto Rico, el poralizado no le pareció suficiente y tuvieron que cubrir las ventanas con cartones. Y quizás la más extraña, aunque no es el único con esta exigencia, es que nadie debe mirarlo a los ojos porque tiene miedo de que le roben la energía.
Cayendo con estilo
En los últimos años se suman las polémicas y los escándalos alrededor del cantante latino. Además de la demanda de su ex manager, tiene una de la discográfica Warner Music por casi 4 millones de dólares y otra del cantante Alejandro Fernández por haber cancelado una gira conjunta. Cada vez que hace una presentación en vivo se critica su aspecto físico: si se operó, si está más gordo. Le rompió el corazón a Mariah Carey. Tuvo una hija que no reconoció durante años. No se privó de nada.
Casi todos estos escándalos tienen un punto de contacto con el mundo del rock. La debacle en su apariencia física hizo que sea comparado con el look de los últimos años de Elvis (las patillas ayudaron); las cancelaciones de shows y el consumo de alcohol recuerdan un poco a Amy Winehouse.
Y como buen rockstar, no escapa a los mitos urbanos. En este caso, el mismo que se posa sobre Paul McCartney: murió en el auge de su carrera y es reemplazado por un doble. Entre 1992 y 1993 Luis Miguel desapareció de los escenarios. Llamó la atención su ausencia durante el mayor pico de crecimiento de su fama. Entonces empezó el gran mito: Luismi había muerto en esa época por un accidente en la nieve, sobredosis o un infarto, y se entrenó a un doble para cantar y moverse como él, con motivo de no desperdiciar el éxito que generaba. No hay tantos posteos en Taringa! sobre las pistas que desentrañarían el misterio, como en el caso del ex Beatle, pero es un mito que aún tiene vigencia y que hasta colocaría al mexicano dentro del llamado “Club de los 27”.
Luis Miguel, Luismi, “el Sol”, está en una etapa de descontrol a lo Pomelo, demostrando que además de talento le sobra rock and roll. Éxito, mujeres, alcohol, detenciones policiales no van a frenar a sus fanáticas, tal vez incluso las atraiga más. Quizás muera tranquilo y viejo en un hospital, como Sandro; quizás haya muerto a los 22 y tenga un doble, como dicen de Paul; o quizás no muera nunca y lo veamos en cada pueblo alejado de la Patagonia, como Elvis.
Y, como si fuera poco, se viene la serie que contará la vida del “Rey Sol” en Netflix. ¡Mirá!
Por Triana Obregón
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