Rock

Facundo Monty en el Boris Club: Persiguiendo sueños

¿Cuánto cuesta perseguir un sueño? Cien dólares y una guitarra. ¿Un inconsciente? O un valiente en pleno viaje. Facundo Monty se presentó junto a su banda en el Boris Club de Palermo el pasado miércoles 19 de junio.  “Regreso oficial”, dice, después de pasar trece años en Los Ángeles imantado a su sueño, con una esperanza, como si quisiera verme cantando. Y acá está ahora, guitarra en mano, parado en el medio del escenario,  dejándose teñir del color cálido de las luces que se animan a pintarlo entero. Arranca solo, con un par de cosas que, cuenta, tiene guardadas desde niño; dos temas que conquistarían al oído más hostil del mundo. La primera, una canción al amor, parte en inglés, parte en castellano, para luego pasar a una segunda “que me cantaba mi viejo y no me gustaba tanto, pero con el tiempo te das cuenta de las maravillas que tenemos, de la semillita que sembramos”. Y así daba pie a “Ariyero”, para cantarle a los valles con dulzura desbordante. Nico Cattáneo se suma en los teclados para acompañarlo en “Cuyano y Cantor”, y es entonces cuando Facundo cae en el desafío de domar una banqueta en la que su propio cuerpo no le permite quedarse quieto. Vuela, flota, se entrega hasta la última fibra. Cristian Judurcha en batería y Jonathan Monty en bajo completan la formación de Facundo para dar lugar a “Olvidate”, que sonó dos veces en la noche y si hubiera sonado una tercera o una cuarta, nadie se hubiera quejado. Una banda de virtuosos en la que cuesta no embobarse con las magias que va gestando cada uno, delineando los climas más impresionantes, fusionando funk con blues, soul, folclores. Todo vale en este universo paralelo que estos muchachos han hecho girar alrededor del sol, un lugar donde el cielo se une con el mar, como canta su quinto tema de la jornada. Una versión más que interesante de “Miss you”, de los Rolling Stones, también tuvo cabida en esta noche en la que es imposible no dedicarle un aplauso a las yemas del bajista, hermano de Facundo;  genética que se delata en los exactamente idénticos bailoteos de cabeza. La frescura del más honesto disfrute.   Y mientras el frío se cuela cada vez que alguien abre las puertas del Boris, Facundo entona que no tiene miedo al invierno y junto al bestial batero que completa esta banda se mandan un momento de capella y bombo para guardar en la memoria por unos cuantos años. “John Mayer le lleva el bolso al Alambre”, sentenciaba el cantante antes de entregar la viola para dar lugar a uno de los mejores guitarristas de nuestro rock nacional, Daniel “Alambre” González, que llegaba para deleitarnos con un bluesazo, justo antes de otra reversión de otro clásico: “Te vi”. El sello de Facundo Monty se deja ver tan claro en todos los temas, que hasta permite olvidarse que la canción sabe ser de Fito Páez. Y para el cierre, tres ases de bajo manga: “Infinito”, una canción que le salió del alma, dice el caballero de camisa arremangada y colores en los antebrazos: “Este señor no se parece a nadie”. Un homenaje a Spinetta, que seguramente el Flaco ya escuchó y desde alguna nube está tirando coros con la boca entera. Pegadita, una canción a la luna llena y, el bis de “Olvidate”. Es el fin de la noche, el principio de un regreso que levó en el exterior y vino a hornearse puertas adentro: “Regreso oficial, después de 13 años de estar viviendo mi sueño, pero los afectos no se negocian, quiero estar acá”. Y se nota.  [gallery ids="78548,78549,78547,78546,78545,78544"]  

¿Cuánto cuesta perseguir un sueño? Cien dólares y una guitarra. ¿Un inconsciente? O un valiente en pleno viaje. Facundo Monty se presentó junto a su banda en el Boris Club de Palermo el pasado miércoles 19 de junio.  “Regreso oficial”, dice, después de pasar trece años en Los Ángeles imantado a su sueño, con una esperanza, como si quisiera verme cantando. Y acá está ahora, guitarra en mano, parado en el medio del escenario,  dejándose teñir del color cálido de las luces que se animan a pintarlo entero.

Arranca solo, con un par de cosas que, cuenta, tiene guardadas desde niño; dos temas que conquistarían al oído más hostil del mundo. La primera, una canción al amor, parte en inglés, parte en castellano, para luego pasar a una segunda “que me cantaba mi viejo y no me gustaba tanto, pero con el tiempo te das cuenta de las maravillas que tenemos, de la semillita que sembramos”. Y así daba pie a “Ariyero”, para cantarle a los valles con dulzura desbordante.

Nico Cattáneo se suma en los teclados para acompañarlo en “Cuyano y Cantor”, y es entonces cuando Facundo cae en el desafío de domar una banqueta en la que su propio cuerpo no le permite quedarse quieto. Vuela, flota, se entrega hasta la última fibra. Cristian Judurcha en batería y Jonathan Monty en bajo completan la formación de Facundo para dar lugar a “Olvidate”, que sonó dos veces en la noche y si hubiera sonado una tercera o una cuarta, nadie se hubiera quejado. Una banda de virtuosos en la que cuesta no embobarse con las magias que va gestando cada uno, delineando los climas más impresionantes, fusionando funk con blues, soul, folclores. Todo vale en este universo paralelo que estos muchachos han hecho girar alrededor del sol, un lugar donde el cielo se une con el mar, como canta su quinto tema de la jornada.

Una versión más que interesante de “Miss you”, de los Rolling Stones, también tuvo cabida en esta noche en la que es imposible no dedicarle un aplauso a las yemas del bajista, hermano de Facundo;  genética que se delata en los exactamente idénticos bailoteos de cabeza. La frescura del más honesto disfrute.   Y mientras el frío se cuela cada vez que alguien abre las puertas del Boris, Facundo entona que no tiene miedo al invierno y junto al bestial batero que completa esta banda se mandan un momento de capella y bombo para guardar en la memoria por unos cuantos años.

“John Mayer le lleva el bolso al Alambre”, sentenciaba el cantante antes de entregar la viola para dar lugar a uno de los mejores guitarristas de nuestro rock nacional, Daniel “Alambre” González, que llegaba para deleitarnos con un bluesazo, justo antes de otra reversión de otro clásico: “Te vi”. El sello de Facundo Monty se deja ver tan claro en todos los temas, que hasta permite olvidarse que la canción sabe ser de Fito Páez.

Y para el cierre, tres ases de bajo manga: “Infinito”, una canción que le salió del alma, dice el caballero de camisa arremangada y colores en los antebrazos: “Este señor no se parece a nadie”. Un homenaje a Spinetta, que seguramente el Flaco ya escuchó y desde alguna nube está tirando coros con la boca entera. Pegadita, una canción a la luna llena y, el bis de “Olvidate”. Es el fin de la noche, el principio de un regreso que levó en el exterior y vino a hornearse puertas adentro: “Regreso oficial, después de 13 años de estar viviendo mi sueño, pero los afectos no se negocian, quiero estar acá”. Y se nota.