Rock

El día que Wilco paró la lluvia e hizo salir el sol

El sexteto de Chicago tocó por primera vez en Argentina y así se vivió. En el marco de un festival bastante importante que se desarrolló en Tecnópolis, la banda de Jeff Tweedy saldó una deuda con el público argentino, que la esperaba ansioso.

Wilco
Wilco

Amaneció tormentoso. Los truenos irrumpían en el sonido de una densa lluvia que caía con fuerza brutal sobre Buenos Aires. Esa tarde Wilco tocaba por primera vez en Argentina y el clima parecía no acompañar. Al mediodía, casi mágicamente, cesó el diluvio y el sol se alzó limpiando de grises el día: una premonición.

Con puntualidad de festival, el sexteto de Chicago subió al escenario a las 19:30. Jeff Tweedy tocó el ala de su sombrero a modo de saludo y, sin rodeos, dejó que el riff de “Random Name Generator” los presentara. Las guitarras comenzaron a entrelazarse con una precisión que duraría el resto del show. La línea de bajo de John Stirratt provocaba una onda que se expandía entre la audiencia interpelando sentidos más allá del auditivo. La batería de Glenn Kotche combinaba ritmo, solidez y potencia. El tecladista Mikael Jorgensen construía un colchón sonoro donde el resto de la banda descansaba.

Como si estuvieran apremiados por la duración del show, las transiciones eran mínimas, lo que exigía una coreografía certera entre banda y asistentes para el cambio constante de instrumentos. El desfile de guitarras y bajos era un espectáculo en sí mismo. La coordinación extrema no se limitaba al plano cinético, sino que se cristalizaba en su música, ahí donde el todo es más que la suma de las partes. Esa sinergia transmitida desde el escenario se proyectaba en las más de tres mil personas presentes en el Arena bautizada con el nombre de la cerveza que invita a “pensar en verde“, el estadio techado del predio Tecnópolis.

La atmósfera se llenó de contrastes hipnóticos: las melodías country-folk se nutrían de distorsiones para crear un pulso nuevo, único, fresco; impronta que Wilco desarrolló como estilo propio y que ostenta como identidad. Pat Sansone alternaba entre teclados, percusión y una tercera guitarra. Esa capa extra de cuerdas le da a Wilco un toque de banda clásica y le da espacio al guitarrista Nels Cline para que exorcice sus demonios a través de solos eclécticos, caóticos, viscerales.

Por tratarse de su primera visita al país, como explicó el propio cantante, la lista de temas representó un recorrido por sus 20 años de trayectoria enfocándose fundamentalmente en tres de sus discos: Being There (1996), Yankee Hotel Foxtrot(2002) y A Ghost Is Born (2004). Hubo interpretaciones épicas, como “Impossible Germany” de Sky Blue Sky (2007) cuyo in crescendo incluye a la audiencia que corea el riff dándole un nuevo, y definitivo, sentido sonoro. La música va apoderándose de las emociones hasta hacerlas explotar en el final. Aquí y allá quedan miradas perdidas, que buscan un cómplice para validar en silencio que lo que acaban de experimentar es cierto.

Antes, había sonado “Vía Chicago” de Summerteeth (1999) y su interpretación sintetiza el espíritu de Wilco: Tweedy canta con melancolía sobre una base country simple, sencilla, desnuda; de a poco van entrando instrumentos para vestirla de una canción propia del repertorio de Johnny Cash. Antes de llegar al estribillo, como por azar, la banda se divide en dos.

Por un lado, la guitarra de Cline, la batería y el teclado comienzan con una serie de sonidos arrítmicos, enérgicos, estridentes, que asaltan la escena y la saturan; por el otro, el bajo, las dos guitarras y el cantante siguen el ritmo, imperturbables, como si nada ocurriera, con la paciencia propia de la lluvia que no altera su cadencia aunque se vea silenciada por la violencia de los truenos. Con maestría, esas disrupciones confluían en la melodía base que, por contraste, se llenaba de una súbita fidelidad sonora. De alguna forma, este juego de caminos que se cruzan, se bifurcan y transitan paralelos hasta volverse a juntar, es una metáfora de cómo Wilco se permite experimentar, alejarse por un camino intransitado, distinto, para luego volver a la ruta que tanto conocen.

En una escena musical cada vez más monopolizada por los grises de la fórmula, la brillante actuación de Wilco en uno de los festivales grandes del año quedará en la memoria como un show que hizo historia, de esos que se recuerdan como anécdota, anclada en un contexto: “¿Te acordás del show de Wilco? Sí, ese día que parecía que el mundo se caía y de la nada salió el sol”.

Por Luis Milla, especial para Rock ‘N Ball