No voy a decir ahora que “se nos fue un genio“, “su legado musical fue inconmensurable”, “la última leyenda que nos quedaba”, “Alma de Diamante”, ni tampoco voy a implorar que “Todas las hojas son del viento”. ¿O sí?
Quizás eso vaya a ser justamente lo que haga y es curioso, porque jamás escuché con detenimiento la obra, enorme, grandiosa, épica de Luis Alberto Spinetta. ¿Por qué? Bueno, si yo supiera seguramente no estaría escribiendo estas líneas. Mi cuñado es un fanático de Spinetta, es joven, agarró a Spinetta en su curva final. Asistió al show de “Las Bandas Eternas”. Vino feliz. Hecho. Había sido tocado por la magia que -dicen sus amantes musicales- el Flaco tenía.
No puedo atestiguarlo. Apenas le abrí la puerta a “Artaud“. Un discazo, si me permiten. ¿Lo mejor de él? No me atrevo a hacer semejante juicio de valor, pero me dio la pauta que algo bueno había detrás de Spinetta, un ícono del Rock Nacional. Para aseverar eso no necesitas ser fanático de su obra, es así.
No entendí por qué, entonces, hoy un escalofrío me recorrió todo el cuerpo de la forma en que sólo las noticias determinantes lo hacen. “Murió Luis Alberto Spinetta”. De pronto, la ciudad se ensombreció. Tipos que se putean todos los días, que no comparten nada, ni la posición política ni un color de camiseta, se hermanaron en el llanto y en el pesar. Twitter, Facebook, todos los espacios se llenaron de fotos, fragmentos, o pensamientos para el “alma de diamante” de Luis. Ahí, recién ahí, tomé dimensión de lo que el Flaco Luis Alberto Spinetta significa (no vale la pena hablar en pasado de una leyenda que jamás morirá).
¿Me arrepentí de no haberle prestado más la oreja al Flaco? Sí. Igual, siempre hay tiempo. La obra permanecerá. Las “bandas eternas” harán honor a ese apodo. Lo que cambió es que jamás podré verlo en vivo, si es que su magia llega a tocarme de una manera que me genere ganas de ir a verlo tocar. Por suerte, aquel mágico concierto de Vélez quedó registrado en DVD. Ahí hay un testimonio fidedigno del Flaco y su obra en todo su esplendor. ¡Qué lindo regalo nos dejó!
Pasaron las horas y el recuerdo y el homenaje no cesan. Las Radios levantaron su programación, la televisión no informa de otra cosa; de pronto, las Malvinas ya no existen, o mejor dicho no importan. Ni siquiera el River-Chacarita o que Falcioni le haya respondido al Chori Domínguez. ¿Pueden creer que el Barcelona llegó a otra final y a nadie parece importarle? Bueno, eso también es el Flaco Spinetta. Un tipo que, con su música, con su obra, con su vida y con su leyenda fue capaz de parar todas las rotativas para que todo el mundo le rinda un homenaje, esté donde esté.
Se fue, físicamente, Luis Alberto Spinetta. Para mí un genio, pero por lo que otros me decían. Sentía empatía inevitable, ya que los dos somos de River, pero no más que eso. Supe que era gigante, lo podía palpar en sus fanáticos que hablan del Flaco como se habla de un ser con luz.
En lo que a mí respecta, el escalofrío sigue. ¿Se fue Spinetta? ¿En serio? La noticia aún no se puede creer. Golpeó duro, como golpea en el corazón de un pueblo cuando un hombre que lo hizo feliz se va para no volver. ¡Pero qué digo! El Flaco volverá en cada canción que suene, en cada CD que sea escuchado, en cada padre que hoy llora pero que le transmitirá a su hijo un disco de “Pescado…” o la gema “Artaud”. En definitiva, el Flaco lo dejó muy pero muy en claro en una de las estrofas de sus tantas joyas:
“Y si acaso no brillara el sol, y quedara yo atrapado aquí,
no vería la razón de seguir viviendo sin tu amor…
y hoy que enloquecido vuelvo buscando tu querer,
no queda más que viento… no queda más que viento”
Chau Flaco querido, gracias por tanto que has dejado tras de tí. Espero que nos encontremos, el día que tenga la suerte de descubrir tu magia.
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