Afirmar que los mandatos sociales y de género operan de manera distinta en hombres y mujeres no es ninguna noticia. Bien sabido es que generalmente se esperan determinadas conductas y comportamientos tanto para unas como para otros. Sin embargo, resulta interesante ver cómo los estereotipos patriarcales se entremezclan con la industria de la música y sobre todo allí donde más dinero mueve. ¿Cómo se vinculan en Estados Unidos las cantantes pop, su deseo de permanecer en el top de los charts pero a la vez, con su anhelo de desligarse de los dogmas e imperativos? ¿Cuál es el precio a pagar cuando se quiere ser un poco más libre pero, a la vez, continuar siendo exitosa?

Primero los números: en Estados Unidos durante 2019, la industria musical alcanzó los $11.1 mil de millones de dólares y el 79% de esas ganancias, perteneció a transmisiones a través de plataformas de streaming. Quien lideró las ventas durante el año pasado fue la cantante Taylor Swift, que en agosto lanzó su séptimo álbum de estudio, “Lover”, y un documental en Netflix llamado “Miss Americana”.

Curiosamente, en el documental Swift se refiere a los imperativos que tuvo que obedecer a lo largo de su carrera musical con tal de mantener determinado nivel de ventas y continuar, así, siendo exitosa. “Es difícil procesarlo porque vivimos en una sociedad en que las mujeres del espectáculo son material descartable cuando cumplen 35 años. Todas son un juguete nuevo y brillante por dos años”, explica. Y posteriormente, reflexiona a partir de sus diez años de experiencia como cantante profesional: “Las artistas mujeres que conozco se han reinventado a sí mismas 20 veces más que los artistas masculinos. Deben hacerlo porque si no te quedas sin trabajo”. Y ahí radica la cuestión para ella: “Constantemente tienes que encontrar nuevas facetas tuyas que a la gente le resulten atractivas, ser original, y mantenerte joven”.

Atractiva, original y joven son, en palabras de la cantante que más dinero recaudó en 2019, las claves para mantenerse vigente en la industria. Taylor Swift, de hecho, a lo largo de su carrera pasó de ser una adolescente y estrella country con botas texanas y guitarras acústicas, a una cantante ya madura y adulta cuya música incluye referencias a discos pop de los noventa, sintetizadores e incluso, sumó raperos en forma de featuring. Ser innovadora y presentar nuevas aristas de sí misma le permitió seguir manteniéndose en el radar y, efectivamente, fue la primera mujer en ganar el Grammy al Álbum del Año en dos géneros musicales distintos, galardón que ningún hombre logró.

La importancia de los looks

En el documental “Miss Americana”, mientras la voz en off de Taylor Swift da una categórica opinión sobre los requisitos de la industria de la música y la prensa para con sus pares femeninas y ella, se muestran imágenes de la propia cantante en sus primeros años de carrera, cuando apelaba al recurso constante de cambios de vestuario en el escenario a modo de sorprender al público. Y es que además del talento, los atuendos juegan un rol fundamental en el impacto que una artista puede tener.

Si de looks se trata, es menester hablar de Lady Gaga. La cantante estadounidense de 34 años y 6 álbumes de estudio en su haber, ha dado que hablar en más de una oportunidad con sus outfits en presentaciones y alfombras rojas, que le han brindado una fama de “extravagante”. Lo que no todos saben es que sus looks excéntricos esconden un mensaje de liberación para todos aquellos discursos que ella siente opresores.

Lessie es periodista especializada en moda y, además, fanática de Lady Gaga. En sus redes sociales comparte constantemente consejos para vestir todo tipo de cuerpos, informa a sus seguidores sobre historia y tendencias actuales, y también recomienda tiendas para comprar ropa sin gastar de más. Su relación con la moda es innegable y es por eso que la cantante estadounidensele resulta un caso interesante para analizar la relación entre cantantes pop, su vestimenta y los requisitos que deben cumplir.

El estilo Gaga no es raro porque sí, sino que “es su manera de seguir teniendo el control de su obra”, comienza Lessie. Pero, ¿a qué se refiere? En una industria en donde muchos consideran que lucir bien siendo mujer es casi tan importante como hacer buena música, poder decidir qué vestir y qué no, no es un asunto menor. “Lady Gaga sabe que hay cierta expectativa en tanto a cómo se tiene que ver artista de pop mujer: sexy, provocativa. Es por eso que ella trata de ponerle un toque raro, feo o disruptivo para seguir teniendo el control creativo de su obra y de la forma en que luce, para no ser solamente un producto de entretenimiento”. Por último, hace foco en que la cantante “siempre se puso lo que quiso y no tuvo reparos en ponerse cosas diferentes, raras o que no se espera que se ponga”.

Decirle chau a la nena Disney

Además de reinventarse musicalmente y de innovar con su imagen, muchas cantantes que comenzaron sus carreras de niñas, deben despedirse de sus looks “inocentes” y abrazar otro completamente diferente.

Hace años que Disney es el semillero de cantantes pop de nivel internacional. Desde Britney Spears hasta Martina “Tini” Stoessel, en nuestra propia tierra, el canal estadounidense ha servido como plataforma para que muchas artistas llegaran a sonar en radios de todo el mundo, una vez finalizados sus contratos con la empresa del ratón Mickey.

Desde Miley Cyrus y Selena Gómez, hasta Demi Lovato y Christina Aguilera pasando por Tini todas han abandonado, de manera lógica, sus personajes ficticios. Sin embargo, el patrón parece ser el mismo: cuando dejan de trabajar en tiras o programas infantiles y ya no están más bajo el ala Disney, las jóvenes se reinventan totalmente. Se despojan de su aspecto “´puro” y adoptan uno mucho más provocativo, para un público considerablemente mayor y con letras que tocan temas como el alcohol, sexo y relaciones. Su atractivo a explotar pareciera radicar, ahora, en la metamorfosis entre producto inocente a mujer seductora y atrevida.

La cosificación de la mano

Cuando a una cantante mujer se le exige que adopte una pose provocativa, gran parte del público e incluso la prensa, se focaliza en los cuerpos de las artistas y menos en sus lanzamientos musicales. Pero, ¿qué pasa cuando recibir comentarios sobre la propia imagen no son un precio que se quiera pagar?

Billie Eilish es la cantante más joven en haber ganado un Grammy por Álbum del Año en toda la historia. Lo logró a los 18 años y con su primer álbum de estudio, “When We All Fall Asleep, Where Do We Go?”, grabado en la habitación de su hermano Finneas O’Connell, quien también colaboró con las letras, la música y produjo la totalidad del mismo.

Su entrada a la música no fue de la mano de ningún “cazatalentos”, sino que fue ella misma junto a su hermano, quien publicaba en internet sus canciones. Poco a poco, fue ganando oyentes hasta que Interscope Records le ofreció un contrato.

El hecho de haberse hecho a sí misma como cantante de manera independiente repercutió de manera sustancial en la forma de hacer música de Billie pero también, en su manera de vestirse y comportarse. Al ver que muchas de sus colegas jóvenes eran constantemente cosificadas y sexualizadas, incluso antes de comentar sus canciones, Eilish -quien en ese entonces era menor de edad- decidió que no quería eso para ella.

Por ese motivo, Billie admitió que comenzó a vestirse con ropas holgadas que cubrieran todo su cuerpo, para poder evitar comentarios del tipo sexual y, además, porque le resultaban mucho más cómodas: “De esta manera, nadie puede tener una opinión sobre mi cuerpo porque nadie vio lo que hay debajo”.

Atractiva, original y joven

Innovar per sé suele ser considerada una cualidad positiva: implica versatilidad y capacidad de reinventarse de acuerdo al contexto. Sin embargo, es importante como público poner el foco en cuando se prueban diferentes estilos de música no en pos de expandir los horizontes creativos sino para cumplir expectativas de afuera; cuando vestirse de una nueva manera responde a mandatos externos y no porque resulta interesante para una misma; y cuando el comportamiento se ve alterado por condiciones de otros y no va a tono con lo que la artista quiere expresar.