Hoy no es una noche más. Escribo esto como sobreviviente de Cromañón primero, y como periodista después. Hoy, después de 19 años y pico, Patricio Santos Fontanet y Cristian Eleazar Torrejón pueden volver a tocar, con todas las de la ley, en Capital Federal.
Esta noche, en el Luna Park, Pato Fontanet volverá a hacer sonar esos “rocanroles irresistibles” en la Capital Federal después de casi dos décadas de censura, manoseo y dolor. Hoy, para muchos como yo, se cierra un portal doloroso, estigmatizante, cínico y de la más baja calaña. Hoy vuelve a sonar, en cierta manera, Callejeros en Capital Federal después de lo que ocurrió el 30 de diciembre de 2004.
Y es que algo nos faltaba. Fuímos a ver a Pato en cada rincón del país que tocó, en todas esas ciudades que pisaba, a escasos kilómetros de Capital Federal. Sin incidentes, sin nada que lamentar, celebrando esos himnos que nos transportan a nuestra adolescencia, a un lugar dónde Cromañón jamás existió. Si ese lugar existe, les aseguro que vive en cada acorde de Callejeros. Pero algo nos faltaba. Y es lo que va a empezar a suceder esta noche.
Atrás quedan o quedarán estos años de persecución, censura, forreo y manoseo. Atrás queda el precio que tuvieron que pagar Jóvenes Pordioseros, Un Segundo Es Demasiado, Gardelitos por tenderle una mano a Callejeros cuando eran una mala palabra.
Atrás termina de quedar, definitivamente, la batalla cultural que se brindó desde diversos espacios, con organizaciones de familiares y sobrevivientes al pie del cañón, como “No Nos cuenten Cromañón” la que con orgullo integro y que es mi espacio de pertenencia. ¿Ganamos? Es tanto lo que se perdió que hablar en términos de victoria o derrota es banalizar todo, pero sí “sanamos”. Sin duda, como le gusta decir a mi amigo Jorge K, hoy estamos más sanos que ayer, y menos que mañana.
Lo que para mucho hoy será una de las cuatro noches en que Don Osvaldo llegará a Capital Federal, para mí es un fin de camino de dolor, y la confirmación del camino de sanación que venimos recorriendo en los últimos años, que alcanzó un punto máximo cuando desde NNCC tuvimos el honor, orgullo y -también- la valentía de hacer que Pato y Don Osvaldo ocupen nuestro escenario un 30 de diciembre. Ya van 3 años que sucede. Y el momento siempre es mágico, reparador -vuelvo a usar esta palabra-, sanador.
Es como un portal que se abre por unos 20, 30 minutos en el que todos nosotros volvemos a tener 17, 18, 19 años y es un espacio-tiempo en que Cromañón jamás existió y todos volvemos a ese lugar antes que todo pase. Dónde todos volvemos a ser felices montados en esas letras que nos conmovieron y nos identificaron tanto. Que tienen el poder de seguir haciéndolo en todos estos años que pasaron y que sumaron nuevos himnos con los temas de “Don Osvaldo”. Hoy, ese portal, se abrirá durante más tiempo y quedará abierto hasta el 30 de enero, cuando será la última noche.
Mientras los medios venderán que Pato vuelve a tocar en Capital, el trasfondo de eso es mucho más pesado. Bien relatado está en el libro “Voces, Tiempo, Verdad” por el propio José Palazzo, dicho sea de paso, el único productor que tuvo los huevos de apostar por Callejeros y por Pato cuando eran malapalabra, y estaban en el lona. Hoy él también tendrá su merecido premio. Sólo él y los músicos de la banda -incluso los que hoy no estarán en el escenario- saben lo difícil que fue lograr que Callejeros volviera a sonar por primera vez. Después, la bola ya no se pudo parar más, excepto cuando la (in)Justicia resolvió encarcelar a los músicos, tan sobrevivientes de lo que pasó, como yo.
Pero no me quiero desviar: hoy un puñado de sobrevivientes podrán volver a tocar en Capital. No me quiero imaginar que pasa por sus mentes, después de tanta injusticia, forreo, manoseo y, lisa y llanamente, censura que tuvieron que comerse, masticar, tragar, vomitar y volver a tragar. Hoy eso, parafraseando a Rodolfo De Paoli luego de la obtención de la Copa América 2021 por parte de la Selección Argentina, ya está. Se terminó. Fin.
Ellos, sobrevivientes igual que yo, subirán a uno de los escenarios más míticos de la Capital Federal a hacer sonar a Don Osvaldo, la banda que se rearmó con muchos componentes nuevos, varios de los cuales también sobrevivieron al incendio, el humo y la tragedia que orquestaron la desidia y ausencia estatal y que, hábilmente, le endilgaron a una banda de rock y una generación de jóvenes que sólo quería escuchar a su banda favorita y ser feliz un rato.
Hoy no es un día más. Hoy se cierra el ciclo y se abre el portal. Hoy volvemos a tener, por un rato, esos años jóvenes que teníamos cuando no sabíamos que en Cromañón estaban terminando de tejer una bomba de ausencia estatal y que luego sumaría esquirlas como una opinión pública manejada a dedo por sólo una campana, la que durante años demonizó, estigmatizó, persiguió y sofocó a estos tipos que hoy volverán a tocar en Capital Federal. Creánme que es una bocha. Qué hoy sí se hará emoción la inocencia. Que hoy y las tres noches que siguen lloraremos de alegría porque esos himnos Callejeros, para muchos a esta altura himnos paganos, volverá a sonar en Buenos Aires, la Ciudad dónde todo empezó el 30 de diciembre de 2004 y la ciudad dónde, de alguna manera, todo terminará hoy, 25 de enero de 2024, el año en que se cumplirán 20 años de todo lo que empezó a pasar en República Cromañón y siguió pasando hasta hoy.
Cuando hoy Pato diga “Buenas Noches, Luna Park”, algo habrá hecho “clic”, varias heridas dejarán de sangrar y, por fin, comenzar a cicatrizar. Listo. Se terminó.
En capital Federal y ante una multitud, Suene Don Osvaldo, suene. Por ustedes, por nosotros. Por los pibes y pibas que quedaron allá y por los pibes y pibas que salimos, que necesitábamos, sólo nosotros sabemos cuánto, una noche como la de hoy. En la que el ciclo, por fin se cierre, en la que aquel recital maldito y malogrado, pueda finalmente, concluirse, ya no siendo los mismos, pero, en esencia, sin dudas sí lo somos. Nosotros y ustedes.
Terminemos eso que empezamos hace casi 20 años, logremos ser, la revancha de todos aquellos. Seamos felices de nuevo a pleno. Que la música nos una en estas 4 noches de alegría, recuerdo y reconciliación. Que esos roncanroles, desde esta noche, empiecen a encontrar, definitivamente, su destino.
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