Parece sangre en el paño blanco impecable: una crónica de Japón y el ciclo menstrual

Gilda Izurieta publicó su primer libro, un relato de viaje al país nipón, acompañado por los efectos de la menstruación e interrumpido por el coronavirus. En una charla con RNB, la escritora reflexiona sobre el proceso de creación del libro, los tabúes presentes y el lugar de las mujeres y el feminismo en la literatura.

La escritora y periodista Gilda Izurieta se adentra al mundo editorial con una crónica de viaje que combina lo mejor de ambos oficios. “Parece sangre en el paño blanco impecable” es de una prosa moderada y misteriosa como el lejano país que Gilda recorrió, a solas, en los días en que comenzó la pandemia del covid-19.

La editorial cordobesa Fruto de Dragón nos acerca un libro ilustrado por Caro Bognar, con dibujos de geishas, pulpos y paisajes orientales en un rojo cereza que se complementan con la narración.

Gilda Izurieta

Mientras atiende las solicitudes de un gato gris que requiere mimos, Gilda nos cuenta cómo fue el proceso de escritura y publicación, y reflexiona sobre viejos tabúes que aún no caducan, feminismos en tela de juicio y la literatura como mediadora.

Rock and Ball: -¿Cuándo supiste que querías hacer una crónica de viaje sobre Japón?

Gilda Izurieta: Mi viaje a Japón la verdad que fue de turismo, no viajé como cronista ni a entrevistar o en plan de escribir. También el viaje fue sobre todo corto por la situación pandemia. Cuando volví empezó la cuarentena, que te hacían hacer una cuarentena de 15 días vinieras de donde vinieras, y yo sobre todo porque venía de Asia. Y bueno, estuve mucho tiempo sola y al pedo, me puse a investigar porque había quedado fascinada de los lugares que había visitado, y después empecé un taller de crónica con Julián Varsavsky. Y ahí empecé con el primer capítulo, a trabajar con esa escena, y él fue el primero que me dijo que veía un libro ahí. Yo no tenia intención de que sea un libro, quería aprender a escribir crónica de viaje. Lo empecé a trabajar, lo cajoneé durante uno o dos años y lo retomé hace un año y pico, me contacté con la editorial y salió. Creo que fue fruto de un montón de tiempo libre, investigación y curiosidad, por un viaje que había quedado medio trunco. Entonces me dio la sensación de que me faltaba viajar un poco más por Japón, a pesar de las circunstancias.

RNB: -¿Por qué elegiste incluir haikus al inicio de cada capítulo?

GI: Hay algo con el haiku y la literatura japonesa que me da la sensación de entrar en un clima, por eso están puestos por una razón: por ahí lees el capítulo y volvés a leer el haiku y cierra algo ahí. En la literatura japonesa tienen un significado para mí muy misterioso. Yo en el libro hablo de que para algunos autores es como una foto, eso está muy discutido pero es una postura. Y creo que es eso… Tanto la cultura como literatura japonesa me parecen algo hermoso y misterioso, hay algo que tiene que ver con concentrarte en algo, decir “voy a escribir sobre esto”, prestarle atención a esta cosa mínima que está pasando alrededor mío y tal vez en lo cotidiano uno lo pasa por alto. Eso también tiene que ver con la idea de poesía en occidente, una especie de meditación para que uno se concentre en algo. Me parece que va por ahí.

RNB: -¿Cómo fue el proceso de colaboración con la ilustradora? 

GI: Siempre mi sugerencia fue por el lado de complementar lo que escribía y no graficar lo que ya estaba escrito, por eso vas a ver donde hablamos de hentai o de sexo que hay un pulpo. Porque en Japón hay porno donde aparecen muchos tentáculos, víboras, todo sugerente de lo fálico y viscoso, algo que refiere al sexo desde otro lugar. Y ella (Caro Bognar) terminó dibujando un pulpo y me parece genial, porque lo que está descripto hay que imaginarlo, y lo otro puede ayudar. Me parece que quedó una muy buena crónica en imágenes.

RNB: -El tema de la menstruación está latente durante toda la historia, ¿Crees que la representación de la menstruación en la literatura puede contribuir a romper tabúes?

GI: Hablar de menstruación para mí es una decisión política constante, también en el libro hubo un decidir qué contar y qué no. Me parecía mal no hablar de lo que realmente pasó: que yo estaba menstruando y hay un montón de situaciones que las viví distinto a que si no hubiese menstruado. Sí, me parece que la menstruación es un tabú, hay algo que pasa cuando lo nombras… Incluso entre académicos, periodistas, personas que estamos acostumbradas a hablar este tipo de cosas, pasa algo. Ese defecto a mí me interesa. Me parece que en 2024 es un montón que eso siga pasando, y lo que traté de hacer es mostrar cómo en ciertos momentos es muy importante. Yo no puedo pensar en haber estado en Hiroshima sin recordar lo bajoneada que estaba, y algo se debe a las hormonas, no sé, eso que puse en el libro. Digo, había un contexto que podía ponerte triste pero mi cuerpo estaba sintiendo  un bajón zarpado. Si yo no ponía eso estaba siendo poco sincero de mi parte, ocultar algo que no me parece necesario ocultar.

Cambiamos mucho en un mes, es re loco si te pones a observar, a mí me pasó escribiendo este libro. El estado anímico, cómo disfruto las cosas… Es rarísimo pero es interesante: cuando lo cuento las personas que no menstrúan se re sorprenden, y las que menstrúan me dicen “sí, a veces me pasa eso…” Es re loco que teniéndolo tan a mano y conviviendo, varones que conviven con mujeres ni saben las cosas que nos pasan y para mí es interesante.

RNB: -¿Qué desafíos enfrentaste al escribir sobre temas tan íntimos?

GI: No sé si vergüenza pero algo de vértigo. Cuando se publicó y supe que había gente leyéndolo, hay algo de vértigo porque es un libro muy personal, habla de las cosas que yo siento y cómo veo al mundo, hay una exposición medio rara ahí. Sobre todo porque no soy una persona expuesta, famosa. Yo hasta hace poco trabajaba de editora en un medio y el que firma siempre es el autor, mi nombre ni salía. A nivel profesional fue mucha exposición de golpe y con algo muy íntimo. Y hay algo de soltar el texto y que pase lo que tenga que pasar. Lo más negativo fue que a algunos varones les parece muy feminista, en estos momentos que está de moda decir que el feminismo arruinó algo o se pasó de rosca, yo por supuesto no estoy de acuerdo. De todos modos otros varones me dijeron “che esto no lo sabía, me hizo dar cuenta de tal cosa”, qué sé yo, opiniones. De todas formas claro, si me aplauden mucho los varones yo dudo (ríe). Sí es cierto que hay una impronta feminista, porque es mi forma de ver el mundo.

RNB: -¿Pensás que las mujeres y los hombres escriben diferente?

GI: Sí, sí. De todas formas igual podes leer a Flaubert que escribió Madame Bovary: escribe lo que piensa una mujer y es espectacular. Pero sí pienso que en general hombres y mujeres escriben distinto, no por una cuestión de técnica sino porque básicamente ponen el ojo en lugares distintos. Eso esta buenísimo, me encanta leer cosas que un varón piensa y yo no hubiese pensado nunca viste, por eso me gusta Arlt. Si lo leíste sabes que el chabón tiene “Juguete rabioso”, que es un libro de iniciación de pibe, y es completamente distinto a la vida de nosotras. Por alguna razón… Sí, ya sé por qué razón, porque el canon siempre está puesto en los varones: una está más acostumbrada a leer literatura de varones y cuando aparece literatura de mujer no les suele parecer a los varones divertido de leer. Por ahí con el feminismo tuvieron más protagonismo pero yo siento que eso está bajando. La literatura siempre estuvo monopolizada por varones. Una de mis escritoras favoritas es Virgina Woolf, que escribió “Un cuarto propio”, que es una declaración de feminismo en la literatura sobre todo. Lo que yo disfruto es que ella cuenta muy bien cómo opera el pensamiento de una mujer. Con este ensayo ella dice “hace falta que escribamos más sobre este punto de vista”, no sólo por una cuestión feminista sino porque es interesante. Porque nos estamos perdiendo un montón de sensaciones que la mitad del mundo está teniendo y por alguna razón no queremos contar o no queremos leer.

Gilda Izurieta nos ofrece una crónica de viaje para recorrer Japón desde sus pies. La literatura tiene eso: permite entender cómo otras personas razonan y observan, y permite que, mientras leemos, nos convirtamos en ellas. Con esto dicho, cada uno verá qué se anima a leer.