Cuando era chica, aunque en realidad lo siguen haciendo ahora también, a mis papás les gustaba remarcarme todo el tiempo cualidades que ellos consideraban que yo tenía cada vez que me notaban triste: me decían que era hermosa, inteligente, buena, respetuosa, solidaria, perseverante, y que todo eso me iba a hacer llegar lejos en la vida, sea cual fuere la cosa que yo decidiera hacer.
A pesar de eso, a mí siempre me retumbaban en la cabeza otros adjetivos calificativos: mandona, marimacho, machona. Los escuchaban tan repetidamente, tanto en el colegio como cuando iba a jugar al fútbol con los varones, que los empecé a adquirir como propios. Como si fuera algo inherente de mi persona. Siempre fui una chica a la que le afectaban más los actos que las palabras, pero esas en particular me hacían sentir desvalorada, en parte humillada y un poco avergonzada simplemente por ser mujer.
Hoy, con 28 años, podría decirse que las palabras de mis papás tuvieron algo de éxito: hace 14 años juego al voley en Boca Juniors -el club de mis amores-, fui durante varios años parte de la Selección Argentina y me recibí de Traductora Pública en la UBA. Todos estos logros me costaron un montón, implicaron un desarraigo enorme de por medio, pero me hicieron la mujer que soy hoy en día.
Como la mitad de mis años los viví en Tortugas, mi pueblo de origen, y los otros en Capital Federal estoy acostumbrada a dividir mi vida en partes iguales: suelo decir que tengo dos casas, familias acá y allá, amigos en ambos lugares y el corazón dividido. Pero a la hora de definirme como persona voy más allá.
Si pienso en mis primeros años de vida me defino como una nena vulnerable, bastante aislada y ensimismada en mi propio mundo en el que para mí la felicidad estaba en practicar deportes, leer Harry Potter y “hacer cosas de nene”. En cambio, si pienso en mis años en Buenos Aires, me gusta definirme como una mujer segura, independiente y feminista. Sobre todas las cosas feminista.
Algunos me preguntaran qué tiene que ver el feminismo en todo esto, pero para mí es muy simple: el feminismo, como yo lo entiendo, es la creencia de los hombres y las mujeres deben tener los mismos derechos, libertades y oportunidades. Es una palabra que incomoda, que genera mucho pánico y con la que muchas mujeres eligen no sentirse representadas.
A mí me ayudó a abrir la cabeza, a dejar de ser esa nena vulnerable que consideraba lógico y normal que le digan mandona, marimacho y machona porque prefería jugar a la pelota o colgarse de un árbol antes que estar sentada jugando a las muñecas o a peinarse. Me ayudó a entender que no estaba bien que un varón me pegara una piña por gritarle un gol y hacerlo sentir menos masculino porque “cómo le iba a hacer un gol una nena” y que la que se sienta culpable sea yo. O también, que no estaba bien que no me dejaran participar de los juegos del colegio porque sacaba mucha ventaja simplemente porque era la única mujer a la que le divertía hacer deporte.
Pero la parte más importante que aprendí me las enseñaron mis amigos y amigas feministas, esos que me permitió conocer Buenos Aires, y espero que me acompañen para toda la vida. Ser mujer empodera. Todas las cosas que me hicieron sentir desvalorada, humillada o que me daban vergüenza, hoy en día son las partes de mi persona que más me enorgullecen. Amar el fútbol, gritar un gol desaforada en la popular con mis amigos, gritar un tanto de mi equipo sin que me importen las fotos que van a subir con mi cara de loca al dia siguiente, jugar un “fulbito” en la playa, o tener discusiones con hombres cuando creo que mis derechos como mujer se ven vulnerados. Entendí, también, que ponerme una camiseta de Boca no significa que sea poco femenina, aunque mi entorno (sin contar a mi familia que siempre me apoyo incondicionalmente) así me lo haya hecho creer durante toda mi infancia.
El feminismo es eso: es entender que uno se va deconstruyendo todo el tiempo, en distintos niveles y no siempre de la misma forma, pero que al fin y al cabo se va deconstruyendo. Considero también que el feminismo es empatía. No solo con mi situación personal sino con la de miles de mujeres que no nacieron con los privilegios que yo tuve porque, si lo analizo detenidamente, mis problemas son banales comparados con los de otras personas.
El feminismo me enseñó a valorarme no solo como mujer sino también como persona. Porque para poder sentir empatía por alguien, primero tengo que cuidarme y respetarme a mí misma, para recién en ese momento poder ayudar a alguien que lo necesite.
Además, como deportista y referente de un club tan importante como Boca, aprendí que tengo que usar la plataforma que adquirí -por más chica que sea- para promover cada causa que me parezca justa. Porque si bien siempre tuve los mismos principios, entendí que el que calla otorga y que no puedo hacer oídos sordos ante una sociedad tan machista y patriarcal, como la que vivimos. Al deporte argentino le queda mucho trabajo por delante para generar igualdad de género y, por eso, considero que es muy importante que todos los deportistas alcen la voz reconociendo esta problemática. Para que los cambios sean cada vez más y más visibles dentro de una sociedad que lo pide a gritos.
Hoy, 8 de marzo, en un día en el que se nos recuerdo mientras nos siguen discriminando, pagando menos por el mismo trabajo, maltratando, violando, pegando, matando, prendiendo fuego y muchas cosas más, me gustaría poder tener una charla con la nena que supe ser. En primer lugar la felicitaría por no rendirse nunca, por sobreponerse a sus miedos y por hacer lo que realmente le gustaba. En segundo lugar, le diría que siga siempre para adelante porque ser mujer duele, pero también empodera, en todo sentido y ante cualquier circunstancia. y por último, le diría cuán orgullosa estoy de ella porque a pesar de todo siempre fue muy valiente y no paro hasta cumplir sus sueños.
Mi más ferviente deseo es que el feminismo cada día empodere a más personas porque los cambios son urgentes y necesarios. Si no empezamos ahora, ¿cuándo lo vamos a hacer? Y si no lo hacemos nosotros, ¿quién se va a hacer cargo?
¡Feliz día para nosotras, mujeres! Espero que nuestro próximo día nos encuentre celebrando, en un mejor lugar, en el que no dejemos de seguir nuestros sueños simplemente por ser mujeres, con nuestros derechos respetados y protegidos, y principalmente, con el ABORTO LEGAL SEGURO Y GRATUITO.
Por: Mariágeles Chu Cossar.
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