Enfundado en un radiante traje blanco con chaleco haciendo juego y una “X” roja en su espalda, salió el artista al rodeo. Como si en medio de tanta oscuridad un fulgor atravesara la noche, así hizo su aparición Enrique Bunbury en el escenario del Luna Park, en el marco del #ExTour17-18 que lo trae por estas tierras a presentar su último trabajo, “Expectativas”.
El inmenso artista de Zaragoza comenzó su hipnótico show en Buenos Aires presentando dos nuevas canciones, “La Ceremonia De La Confusión” y “La Actitud Correcta”, con un público empezando a sentir el ardor del más puro Rock and roll.
Luego de agradecer el buen recibimiento a las nuevas creaciones, aclara y amenaza en partes iguales con recorrer toda su historia, con entregar parte de su vasto y prolífico repertorio y la gente vitorea la decisión.
El regreso a viejas canciones fue con “Porque Las Cosas Cambian”, su himno de Hellville Deluxe que hizo delirar a la gente con sus tonos de balada y su declaración de principios insoslayable. Pero poco duró el recuerdo cuando siguió con otro estreno, “Cuna De Caín”, el potente tema de su último álbum que también supo ser single previo a la salida del disco.
Siguió con “El anzuelo”, el tema más Lado B de la noche. Pocos lo cantaban y aquellos que lo hacían, era a viva voz. Sin dudas, el artista desafía todo el tiempo sus propios límites como un crooner a punto de quebrarse, pero no, se estira y logra otro estadío más, cada día más cerca de la consagración.
La siguiente oleada de temas mezcló una hermosa balada “Parecemos Tontos”, de su último trabajo, con un clásico de Héroes Del Silencio como es “El Tesoro”, presentado en una hermosa reversión que dejó a la gente cantando el ya clásico “Heeeeeeeroes heeeeeeeeeroes”.
Ya despojado de su saco y entrado en calor, Enrique mostraba sus tatuajes (Se destaca uno de Bowie bajo el símbolo de Héroes del silencio en su brazo izquierdo), collares y pulseras a todo aquel que lo quisiera ver. Sonaba “El Rescate”, “Despierta” y cerraba una tanda poderosamente emotiva con “El Hombre Delgado Que No Flaqueará Jamás”.
Se mueve como un boxeador, flirtea, lanza golpes y recibe algunos. Indudablemente Bunbury está en su elemento y con él todo su esplendor. Se retuerce al ritmo de su salvaje rock, no se detiene nunca y su voz, su inmensa voz, es el estandarte de un ejército que marcha hacia mil guerras.
La banda que sustenta al showman más grande que tiene el rock en español, Los Santos Inocentes, está conformada por Álvaro Suite y Jordi Mena en guitarras, Robert Castellanos en bajo, Ramón Gacías en batería, Jorge Rebenaque en teclados y se completa con Santi Del Campo en saxofón y Quino Béjar en percusión.
Ese tándem de profesionalismo con reviente musical hace que la fusión entre el cantante y su banda sea casi imperceptible de a ratos. Un valor agregado es la inmensa capacidad que tiene Bunbury de conducir a la banda, de hacerla cortar cuando gusta y machacar cuando así lo desea. Es el general de un grupo de forajidos que se mueven bajo su pulso de manera rabiosa.
Las siguientes canciones hicieron bajar el nivel de intensidad, pero no así de disfrute. Entregado a su lado de bolerista profesional, el cantante agasajó con “Hay Muy Poca Gente” y “Más Alto Que Nosotros Solo El Cielo”, dos hermosas interpretaciones que sacan al cantante camaleón, ese capaz de entregarte mil facetas y que ni lo notes.
Sin dudas, los temas que más hacen levantar al público y convierten al Luna Park en un hervidero son aquellos de Héroes Del Silencio. No fue la excepción cuándo vinieron en seguidilla “Héroe De Leyenda” y “Mar Adentro” en versiones potentes y con algunos arreglos que las hacen inoxidables.
Acto seguido, con “De Todo El Mundo”, el artista empezó a tener contacto directo con el público, cantando muy cerca de la valla y logrando que una auténtica marea de gente quiera tocarlo. Pero fue con “En Bandeja De Plata” que se sentó en la valla y dejó que su humanidad y el público fuesen uno. atrapado entre un mar de brazos, terminó de cantar la canción impecablemente mientras las manos de la gente lo acariciaban de manera desesperada y, justo a punto de hundirse en ese mar, resurgía su voz manteniéndolo a flote una y otra vez.
Tras ese festín de energía, ese desafío que solo los talentosos como Enrique pueden encarar, agradeció a todos, presentó la banda y anunció una última canción. Sería “Maldito Duende” con la gente prendida fuego, lejos en algún lugar de allí, el rock asentía agradecido por tamaño vocero.
Los bises llegaron con un nuevo look. De sombrero y pañuelo al cuello, el artista salió con una nueva tanda de canciones. Sonaron “De Mayor”, “El extranjero” (Causando una enorme fiesta con acordeón y la gente en plan de celebración gitana), “Infinito” , “Si” y el final de fiesta con una versión emotiva y descarnada de “Lady Blue”, esa terrible historia de un abandono espacial y sus consecuencias amorosas.
Ese pequeño final romántico -casi fuera de programa- con “La Constante” sugirió tranquilidad, transmitió nostalgia y confirmó que Enrique Bunbury está pasando por su mejor momento. Una vez más crece el monstruo del rock en español y lo tiene como curador casi exclusivo de un tiempo que ya pasó, pero que no por eso significa que esté perdido.
Lejos está el artista de Zaragoza de claudicar, ante cada nuevo disco se nota su inmenso talento y la plasticidad con la que se adapta a cada cambio que él mismo se propone.
Ser ecléctico no es algo raro si se carga de sentido cada desafío. Cada victoria es producto del riesgo que corre en cada show, en cada disco y en cada celebración de su música. Bunbury apuesta todo cada noche, cada show y siempre gana, siempre se lleva más.
Es inagotable su carisma, su talento y su presencia escénica. Bunbury puede jugar a ser lo que desee pero nunca dejará de ser él y a dios gracias por eso.
Fotos de Cecilia Martin Fotografía
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