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River fue el Real Madrid

Cuando nadie lo esperaba, el Millo logró dar vuelta a un Boca que había empezado mejor, y que aprovechaba las libertades que el local le daba. El tema es que Carlos Tevez fue Lionel Messi y, sólo, dio vuelta el Superclásico.

El título es un mero juego literario. Lejísimo está River de ser el Real Madrid, tampoco interesa en este caso. Pero es una parábola que sirve para graficar algo de lo que pasó ayer en el Monumental. Con el partido a su merced para liquidarlo en dos, tres, y hasta cuatro oportunidades, ganándolo después de estar perdiéndolo, manejándolo, teniendo (casi) todo bajo control. Sin embargo, ese ‘casi’ fue Tevez. Y ese casi fue letal. Tevez se pareció a su mejor versión de la Juventus y que pesó tanto como pesa Lionel Messi cuando aparece y, solito, le arruina la vida al ‘Merengue‘, algo que Lío ha sabido hacer en más de una oportunidad.

El Superclásico era para Boca al principio. Fundamentalmente porque Fernando Gago y Carlos Tevez, podían pensar y resolver con la pelota en los pies. River jamás los apretó como debía, sobre todo al “10” que, igual, jugó un partido como para ridiculizar cualquier marca. A los 7′, recibió de Gago y soltó para Cristián Pavón, que se topó con Batalla. Minutos después, atesoró un pase de Gago, pensó, trasladó y soltó el estiletazo para que Walter Bou, que no figuraba en ninguna casa de apuestas para jugar y marcar un gol en este clásico hace un mes atrás, pusiera el 0-1.

Pero River, desde sus armas en ataque, se rehizo. Fue clave el parate para tomar agua. Ahí, Gallardo refrescó conceptos, Andrés D’Alessandro habló mucho con Nacho Fernández y Leo Ponzio, y River creció. Comenzó a dominar más la pelota, a lastimar por afuera a un rival cuya defensa jamás dio garantías de nada (prueba de ellos, el cierre desastroso de Gino Peruzzi en el 1-1 y la pachorra con que sale la defensa en el 2-1) y, desde la conducción de D’Alessandro, River creció. Llegó al empate gracias a un Sebastián Driussi en llamas y se puso en ventaja después de un buen centro de Jorge Moreira y un cabezazo letal del especialista Lucas Alario. Fue el único lapso del partido en que Tevez pasó desapercibido.

El segundo tiempo, con el local 2-1, mostró a River yendo a buscar el tercero, cosa que pudo conseguir en tres oportunidades, dos de Alario y una del Pity Gonzalo Martínez, pero no lo logró. Gallardo sacó a D’Alessandro, puso a Rossi y le ofrendó a un Boca sin ideas pelota y campo. No hubiese pasado mucho, porque realmente al Xeneize no se le caía una idea, de no ser porque a Tevez le agarró un rapto de Messi y, se puso a todo su equipo al hombro. Fue tan determinante como cuando comandó a la Juventus rumbo a la final de Europa, en 2014.

Primero, aprovechó una pelota que picó y sobró al pobre Iván Rossi, combinó rápido con Bou, que de chilena lo asistió. Con la fe del que sabe que va a ganar, lo fue a buscar a Augusto Batalla que salió armado (eso pareció) y con tiempo para el cruce. El arquero de River, a fin de cuentas,  fue liviano y Tevez, con toda su humanidad se llevó la pelota y definió para el 2-2 ante el desesperado cierre de Arturo Mina. Boca empataba cuando todo parecía alejarlo cada vez más del empate. Ya con el 2-2 la influencia de Tevez fue aún mayor, recordemos que hasta ahí había armado el primer gol y anotado el segundo.

Con el picante y la habilidad de Ricardo Centurión en cancha y el 433 que armó Guillermo Barros Schelotto, Tevez sumó un aliado importante. Fue Centurión quién limpió el panorama, Pavón prolongó para que Tevez, recostado sobre la izquierda del ataque Xeneize, colocara un disparo ingobernable para Batalla, que fue tan esquinado que necesitó pegar en el palo más alejado del arquero antes de entrar. Tevez consumó su rapto messíanico y, sólo, inventó dos goles para que Boca pasara del 1-2 con feas expectativas a un 3-2 que lo dejaba en la punta del campeonato y a River, que ya tenía al Cabezón y a Driussi pensando en el jueves, sin armas para lograr dar vuelta la historia.

Todo el esfuerzo del Millo para dar vuelta y dominar a Boca cuando la mano venía torcida, fue estéril ante la actuación individual rutilante de Tevez. Que sólo, fue más que los otros 21 colegas en cancha, que por momentos pareció enfrentarse -y ganarle- sólo a todo un equipo, que contó con socios, pero que fue Dalí, fue Shakspeare, fue el mejor Riquelme, fue Messi, fue genio. Frotó la lámpara y frustró a River. Al que dejó pensando demasiado, justo antes de un partido trascendental. Se cobró todas las críticas que acumuló desde su regreso en un partido. Fue crack, tan determinante como lo fue en la Juventus, como los hinchas de Boca esperan que sea siempre. Pero hay partidos, hay tardes, hay momentos y hay historias. Y la del Superclásico siempre es una muy especial. Y Tevez la jugó como si fuera la última de su carrera, ¿será?.

El partido para Boca era mucho más determinante que para River. Es que al Xeneize, en 2017, sólo le quedará este torneo, el cual lidera en soledad. A River tal vez también, pero le queda la bala de la “Copa Argentina”, como para sumarle la Libertadores a un año que, de lo contrario, se la hará interminable. El único que lo entendió desde el minuto 0′, fue él. Sus compañeros se equivocaron bastante, sufrieron a un River que por momentos dominó ampliamente (los últimos 15′ del primer tiempo y los primeros 20′ del segundo) a su rival. Pero Tevez se impuso a todo eso. Incluso, se impuso a sus propios fantasmas y pagó -si las tenía- todas sus deudas. Llegó a este clásico ‘triste‘, según declaró. Quizás haya sido el último. Quizás haya sido la última gran función de Carlitos en Boca. A veces, un jugador puede más que el esfuerzo de todo un equipo. A veces, un jugador sólo logra torcer el trámite de un partido. A veces, Carlos Tevez puede ser muy parecido a Lionel Messi, o pesar tanto como él. Que le pregunten al Real Madrid. Que le pregunten a River.