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Mucho más que un futbolista

Además de uno de los máximos talentos que el fútbol supo producir, Johan Cruyff fue el profeta de una ideología deportiva que priorizó la estética por encima del mero resultado. Su conducta personal y su filosofía fuera de la cancha, demostraron que fue un crack absoluto.

“¿Cómo se puede jugar al fútbol, cuando a mil metros de distancia hay un centro de tortura?”

Ganar la Copa del Mundo fue lo único que le faltó a Johan Cruyff para coronar una carrera que ya lo había visto consagrarse en todo lo demás. Con la sangre en el ojo de la final perdida ante Alemania en el 74, el Mundial del 78 se presentaba una oportunidad idónea para la reivindicación. Para que aquel brillante equipo holandés, inmortalmente recordado bajo el nombre de La Naranja Mecánica, finalmente lograra coronar la supremacía de su juego con el máximo reconocimiento que un equipo de fútbol puede obtener: ser campeón del mundo.

Sin embargo, para Cruyff había algo más importante que ganar. Haciendo cumplir una de las máximas de la filosofía futbolística de la que llegó a ser el mejor vocero, el crack holandés ratificó que un resultado victorioso no exime de todo lo que hay detrás de él. Y prefirió quedarse sin Mundial, antes que avalar con su presencia los horrores que la Cruyff1dictadura argentina pretendía ocultar con el evento.  La historia contra-fáctica suele ser un ejercicio absurdo, pero no lo es tanto apostar que con él en las canchas, aquel equipo holandés seguramente se habría quedado con aquel campeonato. Sin él, sus compañeros se las arreglaron para llegar a la final. Quién sabe como hubiera sido si aquella tarde en River, el equipo de Rinus Michels hubiera sido conducido por aquel flaco alto y talentoso, que con el número 14 en la espalda redefinió el fútbol como lo conocemos.

Fue su última oportunidad.  Cuatro años más tarde, en el Mundial de España, la selección naranja ni siquiera participó. Daba igual: desde aquella renuncia del 78, el crack holandés no había vuelto a jugar con la camiseta de su país. Para entonces ya estaba cerca del retiro. Después de haber seguido la moda de ir a promover el “soccer” en las canchas de Estados Unidos, iniciada por Pelé unos años antes, Cruyff había vuelto a su Holanda natal para dejar las últimas pinceladas de su talento.

Un futbolista Total

A la larga no importó. De la misma forma que su ídolo Alfredo Di Stéfano (otro crack que perdimos hace no tanto tiempo) no necesitó siquiera jugar un Mundial para inscribir su nombre en el panteón de los cracks eternos, Cruyff también dejó un legado mucho más grande que la falta o no de un título.  Esos le sobraban: a lo largo de aproximadamente dos décadas de carrera, ganó más de una veintena de trofeos. Más otra decena de reconocimientos individuales. Más una influencia futbolística fundamental imposible de cuantificar.

Todo el deleite que durante la última década ha generado el Barcelona (en sus versiones con Guardiola, Vilanova y Luis Enrique) fue gracias a un fútbol que en su genealogía se encuentra inextricablemente unido a Cruyff.  Probablemente no haya habido nadie más responsable de la definición del ADN blaugrana vinculada a una identidad y filosofía de juego muy concreta como él. Una identidad de juego que de hecho no se formó en Cataluña, si no que fue importada desde Amsterdam, ciudad de nacimiento de Cruyff y del Ajax FC, club en el cual alcanzó su cúspide cómo futbolista.

Ante la decadencia actual que muestra el futbol holandés, incapaz de mostrarse competitivo en ninguna instancia internacional europea, es fácil olvidar lo dominante que llegó a ser en algún tiempo el futbol de los Países Bajos. Mientras a nivel de selecciones fue el mundial del 70 quién simbolizó la derrota del catenaccio con el 4-1 de Brasil ante Italia en la final, a nivel de clubes la superación del futbol austero vino de la mano del Ajax 65-73. Ese equipo, dirigido técnicamente por Rinus Michels (una leyenda en sí mismo) y liderado por el joven Cruyff fue el que Cruyff2inauguró el concepto de Fútbol Total, ese tipo de sistema en el cual las posiciones fijas se disuelven en pos del funcionamiento colectivo basado en la presión, el toque, la rotación y la vocación ofensiva. Si bien hay antecedentes de equipos con esas características (la Hungría de Puskas en los 50, o incluso La Máquina de River en los 40), el Ajax de Michels y Cruyff fue el que mejor lo llevó a la práctica. Tras dominar absolutamente la segunda mitad de los 60 a nivel local, el equipo impuso su supremacía al resto de continente ganando 3 copas de Europa en forma consecutiva entre el 71 y el 73. En la del medio, además, ganó la liga local, Copa Holanda, Supercopa UEFA y Copa Intercontinental. 30 años antes que el Barcelona de Pep, Cruyff lideraba al primer equipo en ganar absolutamente todo. Hace unos años, la revista inglesa Four Four Two nombró a aquel Ajax el mejor equipo de todos los tiempos.

En un equipo que demostró el que el poder del conjunto es más importante que cualquier individuo, sin embargo, Cruyff era suficientemente grande como para destacarse por encima de todo. Capaz de convertir, asistir, gambetear, moverse en cualquier ubicación en la cancha, el 14 se convirtió indiscutiblemente en el N.1 del mundo en la era post Pelé. Con dos balones de oro y todo título posible ganado con el Ajax, Cruyff emigró a España para llevar las enseñanzas de su escuela futbolística al Barcelona. Fue un éxito inmediato, ganando la liga de España en su primer año, con un rendimiento que le valió un histórico 3er balón de oro. Una marca que solo fue batida 40 años después por el jugador que lo sucedió como máximo crack de la historia del Barca: un tal Lionel Messi.

En paralelo a su cúspide en Ajax y Barca, la escuela del futbol total alcanzó su máxima visibilidad con las performances de la selección nacional holandesa. Aquel equipo, también dirigido por Michels y conducido por Cruyff, tomaba la base del Ajax, pero aunque ganó fama y respeto, no pudo repetir sus logros. Brilló en el Mundial del 74, pero perdió la final ante la Alemania de Beckenbauer y Gerd Muller. Dos años más tarde, perdió la Eurocopa en semifinales ante Checoslovaquia. Eso a pesar de que el rendimiento de Cruyff siguió siendo excelente, siendo por ejemplo galardonado en el 74 con el balón de oro a mejor jugador del mundial.

Su renuncia a jugar el Mundial del 78 coincidió con su partida del Barcelona hacia USA, y el final de sus días dorados. En el ocaso de su carrera, aunque ya incapaz de brillar en los primeros planos, no perdió la regularidad ni el talento. Se retiró en el 84, tras una exitosa última etapa en el Ajax y en el Feyenord.

El DT del Dream Team
Su talento como futbolista lo llevó a ser, junto a Franz Beckenbauer, el mejor jugador europeo de todos los tiempos. Pero al igual que su par alemán, su genio lo llevó a seguir dejando una marca en el mundo del futbol después del retiro, esta vez desde el banco de suplentes. Al igual que como jugador, empezó su nueva carrera en el Ajax, paraluego pasar al Barcelona. Pero a la inversa de aquella etapa, esta vez los mejores resultados llegaron con el conjunto español.

Entre su partida como futbolista y su llegada como entrenador, los catalanes apenas habían ganado un título de liga, y ninguno internacional. A pesar de que siguieron defendiendo la tradición futbolística del buen juego, la falta de éxitos hizo que el equipo palideciera en contraste con el Real Madrid de Butragueño que dominó la escena en los años 80. Todo eso terminó con Cruyff. Los primeros tiempos fueron difíciles, pero Cruyff venía a imponer la misma ética de trabajo con la que el había triunfado como futbolista. El quería formar un equipo, y por eso no le tembló el
pulso a la hora de dejar ir figuras del plantel que no colaboraban con el proyecto colectivo.  Aquellos nombres que partieron fueron reemplazados por apuestas propias de Cruyff, como su compatriota Koeman, o un jugador de la cantera, un tal Pep Guardiola. El rendimiento no llegó inmediatamente, y apenas una recopa europea y una copa del rey ganada sobre el final al Real Madrid evitaron que el mandato de Cruyff se viera interrumpido.

Todo lo de después fue éxito. A partir de su segundo año, Cruyff formó un equipo hecho a su imagen: fabuloso en el juego, y arrasador en los resultados. Aquel equipo se lo llegó a conocer como el Dream Team, y fue lo mejor de la historia del club hasta los tiempos recientes. Aunque no tuvo a un Xavi, un Iniesta y un Messi, aquel equipo del holandés tuvo su brilló propio con jugadores de la calidad de Pep Guardiola, Michael Laudrup o Hristo Stoichkov. El Dream Team aniquiló los años de sequía del Barca, ganando la Liga en 4 ediciones consecutivas entre 1991 y 1994. En el medio, el equipo pagó la deuda más cara de la historia del club: se consagró a nivel continental ganando la Copa de Europa en 1992, con un gol de Koeman en la final ante la Sampdoria en Wembley.

Como siempre, el estilo y las enseñanzas de Cruyff pervivieron mucho tiempo más que su etapa. Dejó de ser entrenador del Barca en 1996, y desde entonces no dirigió más. Ya no le hacía falta. Había sembrado la semilla de una filosofía futbolistica mucho más grande, filosofía que de la mano de sus discípulos (Guardiola principalmente) se extendió hasta dominar el mundo del futbol a niveles en que ningun equipo o selección lo había soñado nunca.

 

Si directamente a través de su propio juego, o indirectamente a través de sus dirigidos, Cruyff fue responsable de tanta magia, de tanto fútbol que deleitó a miles de amantes de este deporte y que lo seguirá haciendo ahora aun después de su muerte… ¿Qué tanto puede importar si no llegó a conseguir un Mundial propio? Mucho más si cuando tuvo la posibilidad de hacerlo en aquel 78, decidió priorizar algo más que el triunfo deportivo. Prefirió ser, mucho más que un futbolista.