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La política argentina y los mundiales: Parte II

El matrimonio tóxico e indisoluble entre política y fútbol lleva más de 90 años en Argentina y los mundiales no han sido excepción. En esta segunda parte, RNB reseña esa relación desde 1966.

El Mundial de 1966 tuvo una particularidad: la delegación argentina partió hacia Inglaterra con Illia como presidente, y volvió ya con la dictadura de Onganía en el poder. De hecho, Antonio Rattín (jugador de Boca expulsado en el partido ante los locales y capitán de esa selección) contó que Juan Domingo Perón les dio en Madrid un cuadro con su fotografía dedicado y autografiado. Al volver, Rattín no quería que le abrieran la valija al entrar a la Quinta de Olivos en la visita oficial porque ese cuadro podía traerle problemas.

Luego, el Mundial de México 1970 fue el único del que Argentina se quedó afuera por razones deportivas durante las eliminatorias. Sin embargo, la política no fue del todo ajena: durante 1969 Juan Carlos Onganía designó 4 interventores distintos en la AFA. El primero había puesto a Humberto Maschio como entrenador, pero el segundo le aceptó la renuncia y llamó a Adolfo Pedernera. Esos cambios tan repentinos no podían llevar a buen puerto.

Las dos competencias siguientes estuvieron teñidas de negro.  En 1974, Perón murió el 1 de julio, durante el mundial, y el 3 de julio se realizó en el partido entre Argentina y Alemania Democrática un homenaje particular: 20 segundos de silencio a los 10 minutos de comenzado el partido. Hay distintas versiones sobre la voluntad o no del plantel de disputar ese cotejo. Carlos Babington sostiene que – a pesar de la congoja de la mayoría de los integrantes – nadie se negó, pero René Houseman declaró públicamente que no quería jugar.

En 1978, por otra parte, la historia es conocida: la dictadura más sangrienta de nuestra historia estaba en el poder y torturaba gente a pocos metros de la cancha de River, donde el equipo salió campeón por primera vez. No quedó nunca claro si hubo alguna “ayuda” dirigencial en el partido que Argentina le ganó 6-0 a Perú, pero – sea como fuere – los dictadores recibieron al plantel campeón, aunque algunos de sus integrantes (entre ellos Houseman) declararon luego que se arrepentían de haber asistido a esa celebración.

La dictadura, por cierto, también teñiría de sangre el Mundial de 1982, competencia difícil de analizar en retrospectiva sin tener en cuenta la Guerra de Malvinas. De hecho, la selección jugó la copa en medio de la contienda bélica, y los jugadores por supuesto no enfocaban su concentración en los partidos. Un hecho curioso se dio cuando los militares, a través de la gerencia de programación de Radio Rivadavia, le pidieron al relator Juan Carlos Morales que relatara Alemania-Inglaterra sin nombrar a este último. Verdaderamente tragicómico.

En 1986, la relación entre la política y la Selección argentina tomó un giro curioso. El gobierno de Raúl Alfonsín – reconocido hincha de Independiente y cultor del menottismo de paladar negro – intentó con insistencia desplazar a Carlos Bilardo de la dirección técnica del equipo. Luego de la clasificación agónica en 1985, los gobernantes suponían que el resultado en el Mundial no sería bueno, pero Bilardo resistió (apoyado fundamentalmente en Diego Maradona, que amenazó con no asistir a la cita si lo echaban) y salió campeón mundial.

Luego, la consolidación democrática llevó a que la política se distanciara de los mundiales (no así del fútbol argentino en general, por supuesto). El hito destacable de esta era es del Mundial 2002, en el que Argentina quedó afuera en primera ronda insólitamente en medio de una brutal crisis económica con desempleo. Salvando las grandes distancias y con el respeto que merecen los ex combatientes, la situación tuvo trazos similares a la de 1982, si se tiene en cuenta que la tristeza social no pudo ser mitigada por un logro deportivo (sino todo lo contrario).

El nuevo acercamiento se da en 2017, cuando el gobierno logra colocar una conducción afín en la AFA, desplazar a Edgardo Bauza y nombrar a Jorge Sampaoli, técnico del paladar de Daniel Angelici (presidente de Boca y alfil judicial del macrismo). Habrá que ver si este cambio – que llevó a un tercer técnico en el lapso de cuatro años – da resultados positivos, pero lo curioso a fin de esta nota es que el propio Sampaoli no es oficialista… Sino furiosamente opositor. Curiosidades de la política y los mundiales.