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Chicago sabe de sequías

Con 23 años sin títulos, Argentina jugará en la ciudad de los Cubs y los White Sox, que pasaron muchas décadas sin levantar un trofeo.

23. Es el número de camiseta de Michael Jordan, el deportista más célebre que haya jugado en una franquicia de Chicago. Y también es la cantidad de años en los que Argentina no pudo consagrarse campeón. La Selección argentina jugará en la Ciudad del Viento que, más allá de los Bulls (seis títulos en la NBA, todos con His Royal Airness en el plantel), los Bears (un Super Bowl y ocho campeonatos de la NFL, éstos últimos previo a la creación del gran juego) y los Blackhawks (6 Copas Stanley -nombre del trofeo de la NHL, liga principal de hockey sobe hielo-), tienen a sus dos equipos de béisbol que estuvieron años sin poder conjugar el verbo campeonar: los Cubs y los White Sox.

El Wrigley Field fue testigo de campañas que derivaron en ocho títulos: todas fueron de los Bears, antes de la mudanza a Soldier Field, sede del partido de la albiceleste contra Panamá. Ninguna fue de los Cubs, equipo que ejerce allí su localía desde hace un siglo exacto. De hecho, las dos Series Mundiales que ganó, en 1907 y 1908, fueron en West Side Grounds.

Sin embargo, fue 37 años después del último título, y luego de seis finales perdidas, en donde la mala racha terminó de tomar forma. En la Serie Mundial de 1945, frente a los Detroit Tigers (a quienes vencieron, justamente, en 1908), habían obtenido dos triunfos y una caída en los tres partidos disputados en Motown. Solo había que ganar dos de los cuatro partidos siguientes como locales para poder campeonar.

En el primer partido en Wrigley, cuarto de la final, sucedió el momento bisagra. Billy Sianis, un inmigrante griego y tabernero, quiso ir a la cancha con su mascota, un chivo. Algunos dicen que no dejaron pasar al animal, y otros que, tras ingresar al recinto, tuvo que ser retirado por el hedor causado por el caprino.

Enojado por el episodio, Sianis, apodado Billy Goat (el chivo, en tanto, se llamaba Murphy) envió un telegrama al dueño de la franquicia, Philip K. Wrigley, diciendo que no iban a salir campeones nunca más. Los Cachorros no solo perdieron este encuentro, sino que además perdieron el título tras caer en otros dos cotejos más, redondeando el 3-4 final. Era la última vez en que participarían de una Serie Mundial.

Tras ello, quedaron tres veces a las puertas de las finales de la MLB: 1984, 1989, y 2003. De todas ellas, la más dolorosa fue aquella última, en donde estuvieron a cinco outs de ganar la Liga (conferencia) Nacional frente a los Florida Marlins. Esta vez fue un ser humano el chivo expiatorio: Steve Bartman, ubicado en las primeras filas del estadio, extendió su brazo para arrebatarle al jardinero izquierdo Moisés Alou lo que hubiese sido un nuevo out para los Cubs.

Tras ello, Florida anotó 8 careras, haciendo que el marcador pase de 3-0 a 3-8 para empatar la serie, luego convertida en clasificación de los Marlins a la final (que ganarían inmediatamente depsués) por el triunfo en el séptimo juego (también en Wrigley) por 9-8.

A 13 kilómetros en sentido sur también hay otra historia: es la de los White Sox, que después de ser campeones 1917, estuvieron 87 años sin consagrarse, siendo la segunda peor racha sin títulos, detrás de, claro está, la de los Cubs, que tiene 107 años (y contando).

Más allá de no hubo alguna maldición explícita por parte de un fan despechado, o bien de algún incidente en medio de algún partido, se podría considerar la génesis de esto el “escándalo de los Black Sox” en la Serie de 1919. Allí, ocho jugadores del plantel acordaron con gangsters levantadores de apuestas que iban a dejarse perder aquella final contra los Cincinnati Reds a cambio de una cantidad de dinero.

Los magros sueldos dispuestos por el dueño Charles Comiskey fueron el detonante para el arreglo. De hecho, el término “Black Sox” se originó por su decisión de no afrontar los gastos de lavado de los uniformes por aquel entonces, encargándose de ello los propios jugadores. Ellos se rehusaron a pagar hasta que los uniformes alcanzaron una suciedad intolerable, lo que motivó al empresario que él mismo mandase la ropa a la lavandería, aunque descontando el monto de los salarios de los jugadores.

Efectivamente terminaron cayendo por un global de 5 partidos contra 3, y si bien el rumor del amaño se empezó a oír incluso antes de la serie decisiva, fue al año siguiente en donde se comprobó todo. Si bien, los peloteros implicados fueron absueltos del juicio contra ellos (el extravío de parte de la evidencia, y la postrera negación de los hechos de los dos beisbolistas que confesaron anteriormente fueron determinantes), sí fueron suspendidos de por vida de la práctica del deporte.

A raíz de ello, sumado a otras malas decisiones dirigenciales a lo largo de los 85 años siguientes a aquella derrota pactada, pocos fans creyeron en un gualicho contra su propio equipo. Fue Jerry Reinsdorf, dueño también de los Bulls, el mandamás de los Medias Blancas en aquel glorioso 2005, cuando barrieron a los Houston Astros en la Serie Mundial de aquel año, devolviendo la alegría a media ciudad.

La racha negativa de la selección argentina es la segunda más larga entre los seleccionados nacionales que hayan sido alguna vez campeones del mundo (solo lo supera Inglaterra, con 50 años sin campeonatos de ninguna índole). Chicago sabe mucho de sequías. ¿Podrán festejar en Nueva York como los White Sox once años atrás? ¿O deberán seguir esperando como los Cubs?

Santiago Luduena
Periodista deportivo, aunque también pueden decirle Licenciado. Escribió un libro, el árbol y el hijo aún los debe. Fanático de los deportes (y de Boca), pero también de los libros (más aún los de Casciari) y de Love of Lesbian. En una palabra: polifuncional.